"Podran cortar todas las flores,pero no detendrán la primavera"
(Pablo Neruda)
Ignorar no es bueno, olvidar tampoco. Menos ser ingrato con
quien dio su vida por todos.
El Che nació un día cómo ayer, el 14 de Junio de 1928, en
Rosario, Argentina. Recorrió América y cómo medico tuvo claro el diagnóstico:
América necesitaba(aun necesita) ser liberada. Y emprendió el camino junto a
Fidel y los quijotes del “Granma”. No se contento con su cargo de Ministro y
Comandante de la Revolución Cubana.
Dejó todo lo que cualquiera de nosotros ama más, a su propia familia, por su
otra entrañable familia histórica.
El “Che”, como Jesús, dijo con sus pasos: “No tengo madre, ni hermanos, ustedes
son mi madre y mis hermanos”. Y vivió y murió por ellos, por nosotros. Así lo
recuerda el diario cubano Juventud Rebelde (Jesús Hubert)
Memoria del Che
Música de fondo: “La zamba del Che” por Victor Jara y “El Aparecido”
interpretado por el grupo Inti Illimani
El Che dijo en carta a sus padres que algunos lo creían
«aventurero», pero «de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades».
Ese hombre se descubre en sus acciones y en los apuntes de sus compañeros de la
guerrilla boliviana. En los diarios de Eliseo Reyes Rodríguez (Rolando),
Alberto Montes de Oca (Pacho), Israel Reyes Zayas (Braulio), Octavio de la Concepción y de la Pedraja (Moro) y en el
libro Mi campaña con el Che, de Guido Álvaro Peredo Leigue (Inti), se descubre
a ese hombre. Ese hombre que hoy hubiera cumplido 84 años.
Durante su etapa en tierras bolivianas se enfermó en 36
ocasiones, 29 con fuertes ataques de asma. Durante más de cinco meses buscó al
grupo de Joaquín (Comandante Vilo Acuña). Estuvo con su tropa 22 días
esporádicos sin probar alimento, y todos dependieron de cacerías en casi 30
ocasiones.
Se empapó en 25 jornadas de torrenciales aguaceros, algunos
de 18 horas. Resistió nueve días de intensa frialdad, que congeló el agua de
los ríos, y permaneció otros 38 días aislado sin tomar agua, lo que los obligó
a él y sus compañeros a ingerir la propia orina. Enfrentó la enfermedad de 14 combatientes.
En 79 oportunidades padeció fiebres muy altas, diarreas constantes,
imposibilidad de caminar y ataques de asma, sin tener ya medicinas.
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