Guillermo Ravest, quien era director de Radio Magallanes el 11 de septiembre de 1973, día en que fue derrocado el presidente Salvador Allende. Foto: Blanche Petrich |
Quizás sea uno de los discursos más dramáticos y difundidos
de la historia. Mientras bombardeaban La Moneda, el 11 de Setiembre de 1973,
Salvador Allende transmitió por Radio Magallanes su testamento político.
Que esta huella sonora no se haya perdido en el éter, lo debemos al periodista y director de entonces de la radioemisora, Guilermo Ravest.
Hoy, cuarenta años después, Guilermo Ravest cuenta la historia del mensaje que sigue abriendo “nuevas alamedas” para el Hombre Nuevo. (Jesús Hubert)
Siguen incumplidas las tareas que Allende nos encomendó: RavestEl periodista tomó la llamada con la que el derrocado mandatario chileno dijo adiós a su pueblo.
Que esta huella sonora no se haya perdido en el éter, lo debemos al periodista y director de entonces de la radioemisora, Guilermo Ravest.
Hoy, cuarenta años después, Guilermo Ravest cuenta la historia del mensaje que sigue abriendo “nuevas alamedas” para el Hombre Nuevo. (Jesús Hubert)
Siguen incumplidas las tareas que Allende nos encomendó: RavestEl periodista tomó la llamada con la que el derrocado mandatario chileno dijo adiós a su pueblo.
Blanche Petrich
Publicado: 11/09/2013 07:21
Publicado: 11/09/2013 07:21
Veinte cassettes embutidos en los bolsillos de una vieja
chamarra. Las calles de Santiago de Chile llovidas, con ese frío húmedo con el
que se despide la primavera sureña. Hace 40 años, Guillermo Ravest, periodista,
entonces de 46 años, director de Radio Magallanes, se apresura por la calle
Huérfanos, a dos cuadras escasas de La Moneda bombardeada, a encontrarse con su
compañera Ligeia Balladares, también periodista, quien horas antes se había
pensado ya viuda, porque le habían dicho –los rumores de los episodios más
negros—que a su marido lo habían matado.
Al fin, en el lugar de la cita, frente al viejo cine Central, el abrazo de los enamorados que habían sobrevivido la noche de los cuchillos largos del 11 de septiembre, 1973. Ligeia sintió esos bultos tan raros debajo de la chamarra.
Al fin, en el lugar de la cita, frente al viejo cine Central, el abrazo de los enamorados que habían sobrevivido la noche de los cuchillos largos del 11 de septiembre, 1973. Ligeia sintió esos bultos tan raros debajo de la chamarra.
–¿Y esto?
–Copias del último mensaje de Allende.
–¿Estai loco?
Las calles estaban erizadas de carabineros en plena cacería
de brujas. Y los cassettes con las últimas palabras del presidente caído al
pueblo de Chile eran dinamita pura. En un santiamén pasaron a la bolsa de
tejido de la mujer. Y juntos, tomados del brazo, caminaron entre retenes y
ruinas hacia su casa; cesantes los dos, derrotados como tantos miles de
allendistas que caminaban los primeros pasos del túnel de la dictadura que
habría de durar 17 años.
Días después, Ravest se acercó con su preciosa carga grabada
al céntrico hotel Teatinos, donde se alojaban los corresponsales de medios de
prensa extranjeros. Abordó primero al colega de L´Unitá, quien de inmediato se
apoderó de un cassette. Otros lo rechazaron escandalizados, temerosos que esa
grabación, subversiva a esas horas, pudiera ponerlos en peligro. Pero una a
una, las grabaciones de Ravest encontraron correos confiables que esparcieron
por el mundo uno de los mensajes políticos más emblemáticos del mundo.
Ültimo discurso de Salvador Allende por Radio Magallanes
(enlace para oirlo)
Otras 20 copias tomaron veredas distintas, distribuidas por otro periodista de la Magallanes, Amado Felipe, quien junto con Ravest y dos compañeros del PC asignados como personal de seguridad, armados apenas con dos pistolitas matagatos, habían esperado todo el día y toda la noche la llegada de los golpistas. Mientras esperaban, encerrados en la cabina donde Víctor Jara grababa su programa de radio-teatro –“Luchín”, se llamó la última transmisión del cantautor
—hicieron 40 copias.
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Ültimo discurso de Salvador Allende por Radio Magallanes
(enlace para oirlo)
Otras 20 copias tomaron veredas distintas, distribuidas por otro periodista de la Magallanes, Amado Felipe, quien junto con Ravest y dos compañeros del PC asignados como personal de seguridad, armados apenas con dos pistolitas matagatos, habían esperado todo el día y toda la noche la llegada de los golpistas. Mientras esperaban, encerrados en la cabina donde Víctor Jara grababa su programa de radio-teatro –“Luchín”, se llamó la última transmisión del cantautor
—hicieron 40 copias.
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