Los superhéroes no están en los comics. Y los villanos no
son de papel. Pablo Fajardo pasó de ser parte de las víctimas colectivas de la
contaminación petrolera a abogado defensor no solo de su pueblo sino de la
humanidad. Que la transnacional Chevron pague por el daño ecológico a la
amazonia, por la cual ha sido condenada en los tribunales ecuatorianos, es la
causa de todos. Debemos unirnos a Pablo para demostrar que el dinero no puede
aplastarnos impunemente. <Únete también. (Jesús Hubert)
No dejen de ver también, al final de la nota, el video de la entrevista a Pablo Fajardo en la televisión española el 19/02/2014
No dejen de ver también, al final de la nota, el video de la entrevista a Pablo Fajardo en la televisión española el 19/02/2014
El 'Hijo del Rayo'
Escrito por María Eugenia Eyrás 10 Marzo 2014
Se lo denominó “el juicio del siglo”. Hace justo tres años,
el 14 de febrero de 2011, un juez de Lago Agrio, en la Amazonia ecuatoriana,
dictó una sentencia histórica: condenó a la compañía Chevron (ex-Texaco) a
pagar 9.500 millones de dólares para reparar los gravísimos daños causados a la
naturaleza de ese lugar y a sus habitantes.
El protagonista de esa lucha desigual, que muchos han equiparado a la de David con Goliat, ha sido un abogado ecuatoriano de 41 años, viudo y con cuatroaconciencia hijos, Pablo Fajardo Mendoza, hijo de campesinos analfabetos.
Nacido en una choza como el quinto de diez hermanos, Pablo trabajó de niño desbrozando maleza con un machete. Al mismo tiempo, a instancias de sus padres, estudiaba en la misión que dos frailes capuchinos de origen navarro habían construido en la selva. Ellos también le enseñaron a rebelarse contra las injusticias.
Lo que más sublevó al joven Pablo fue ver a los indígenas trabajando por sueldos míseros y envenenándose con la contaminación. Y comenzó su rebelión. A los 16 años fundó un comité de derechos humanos formado por 50 campesinos e indígenas damnificados por la contaminación. También se dedicó a investigar…
Desde 1964 Texaco había perforado en la Amazonia 356 pozos petroleros. Por cada pozo que perforaba construía cuatro o cinco piscinas para arrojar desechos tóxicos, siempre cerca de un río. La idea era deshacerse de ellos de forma fácil y barata.
El protagonista de esa lucha desigual, que muchos han equiparado a la de David con Goliat, ha sido un abogado ecuatoriano de 41 años, viudo y con cuatroaconciencia hijos, Pablo Fajardo Mendoza, hijo de campesinos analfabetos.
Nacido en una choza como el quinto de diez hermanos, Pablo trabajó de niño desbrozando maleza con un machete. Al mismo tiempo, a instancias de sus padres, estudiaba en la misión que dos frailes capuchinos de origen navarro habían construido en la selva. Ellos también le enseñaron a rebelarse contra las injusticias.
Lo que más sublevó al joven Pablo fue ver a los indígenas trabajando por sueldos míseros y envenenándose con la contaminación. Y comenzó su rebelión. A los 16 años fundó un comité de derechos humanos formado por 50 campesinos e indígenas damnificados por la contaminación. También se dedicó a investigar…
Desde 1964 Texaco había perforado en la Amazonia 356 pozos petroleros. Por cada pozo que perforaba construía cuatro o cinco piscinas para arrojar desechos tóxicos, siempre cerca de un río. La idea era deshacerse de ellos de forma fácil y barata.
Desde 1964 Texaco había perforado en la Amazonia 356 pozos petroleros. Por cada pozo que perforaba construía cuatro o cinco piscinas para arrojar desechos tóxicos, siempre cerca de un río.
Los ríos, así contaminados, llevaban en sus aguas azufre y
otros tóxicos que, al evaporarse, caían sobre la selva en forma de lluvia
ácida. El objetivo de la compañía transnacional era extraer petróleo con la
menor inversión posible, por lo que se ahorró 8.500 millones de dólares
incumpliendo las normas más elementales de seguridad y gestión de desechos.
Chevron no sólo intoxicó y destruyó parte de la selva amazónica, provocó abortos, leucemia y cáncer en más de 2.000 de sus habitantes, a quienes también desplazó y alcoholizó, sino que en sus campamentos se violó al 10 % de las mujeres indígenas y, en una verdadera campaña de terror, hasta llegó hasta a secuestrar a niños en helicópteros para abandonarlos muy lejos. Dos de ellos debieron caminar a través de la selva durante ocho días para regresar a sus casas… De las cinco tribus indígenas que vivían en esa zona, dos, las de los Tetetes y los Sansahuaris, ya han desaparecido para siempre.
Chevron no sólo intoxicó y destruyó parte de la selva amazónica, provocó abortos, leucemia y cáncer en más de 2.000 de sus habitantes, a quienes también desplazó y alcoholizó, sino que en sus campamentos se violó al 10 % de las mujeres indígenas y, en una verdadera campaña de terror, hasta llegó hasta a secuestrar a niños en helicópteros para abandonarlos muy lejos. Dos de ellos debieron caminar a través de la selva durante ocho días para regresar a sus casas… De las cinco tribus indígenas que vivían en esa zona, dos, las de los Tetetes y los Sansahuaris, ya han desaparecido para siempre.
Al poco tiempo de comenzar su labor social Pablo fue despedido de su trabajo. Los frailes que lo protegían lo emplearon, entonces, en la misión y le consiguieron becas para que continuara sus estudios. El adolescente aprovechó para fundar, junto a otros niños, una escuela que todavía funciona.
Muy pronto, los afectados de otros pueblos comenzaron a
unirse al movimiento de damnificados por la contaminación que había creado
Pablo. Una abogada estadounidense, Judith Kimberling, publicó sobre el tema el
libro Amazon Crude (El crudo de Amazonia), que atrajo la atención
internacional. Tres abogados estadounidenses aceptaron representar a los
afectados y el 3 de noviembre de 1993, en un juzgado de Nueva York, presentaron
la primera demanda contra Texaco.
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