Unidos en la intolerancia |
Intolerancia- violencia-miedo. El clima perfecto para que el
poder de cualquier signo cumpla mejor sus designios de someter a los pueblos.
A estas alturas, cualquier membrete religioso no deja de ser
una increíble y absurda coartada para el crimen. Cada vez es más evidente que
las religiones dejaron de “religar” a los hombres entre sí y con Dios, y más
bien cumplen con el objetivo contrario: dividir a la humanidad.
“Mi reino no es de este mundo”. El mensaje de Jesús de
Nazareth, es el mejor antídoto para todos los fundamentalismos, hambrientos de poder
temporal y de todos los excesos que la materia insufla en el ser humano.
Particularmente, nos encontramos es un momento oportuno para volvernos hacia
dentro de nosotros mismos y preguntarnos cuánto de lo que ocurre hoy en el mundo,
no lo venimos incubando en nuestros corazones con la ambición desmedida por
imponernos a los otros.
Mirko Lauer, desde el diario La República, de Lima, nos ayuda a entender el carácter y las proyecciones de los trágicos sucesos que enlutan hoy al periodismo mundial (Jesús Hubert)
Mirko Lauer, desde el diario La República, de Lima, nos ayuda a entender el carácter y las proyecciones de los trágicos sucesos que enlutan hoy al periodismo mundial (Jesús Hubert)
Musulmanes entre la espada y la pared
Este siete de enero el imam Hassem Chalgoumi declaró para el
diario Le Figaró: “¡No tenemos el mismo profeta! ¡El profeta de ellos es el del
odio y del horror! El de sus páginas en Internet”. Estas palabras transmiten
bien la incomodidad de los musulmanes de Francia en este momento, o más bien en
todo momento desde que empezó la crisis económica.
Cada vez más grupos racistas militantes se están
especializando en atacar a las comunidades musulmanas de Europa. Este último
atentado fundamentalista en París les proporciona argumentos para confundir las
cosas, y pintar a todos los musulmanes como fanáticos religiosos potencialmente
asesinos. El terrorismo también trabaja con estas oscuras confusiones.
Una infografía preparada por el semanario The Economist
muestra que en las encuestas los europeos creen erróneamente que en su país hay
un porcentaje de musulmanes tres y hasta cinco veces mayor del que hay en la
realidad. En Francia, por ejemplo, son 8%. Pero los encuestados opinan que son
31%. En España son 2%, pero la encuesta da un quizás atávico 16%.
El anterior error de percepción engrosa las filas de los grupos antiislámicos.
En Alemania las crecientes marchas de PEGIDA (Europeos patrióticos contra la
islamización de occidente) ya son una seria preocupación del gobierno, y el
modelo viene siendo replicado en varios países de Europa. El objetivo del
terrorismo islámico es avivar esa confrontación.
Las grandes líneas estratégicas del fundamentalismo
terrorista son conocidas. Inicialmente se trató de ilegitimar y así debilitar a
los gobiernos musulmanes prooccidentales del Medio Oriente, con miras a su
derrocamiento. En Europa se trata de aislar y luego enemistar a las comunidades
musulmanas con las sociedades en que conviven pacíficamente.
Estamos, pues, ante una situación en que dos extremos
ideológicos ocupan porciones crecientes del escenario político europeo. Ambos
coinciden en un interés por sacar de en medio a los elementos moderados y
moderadores: comunidades, gobiernos, partidos, ideas. Guardando distancias, un
esquema que evoca las tragedias europeas de los años 30.
Es sintomático lo sucedido en 48 horas con Marine Le Pen,
del Frente Nacional francés, de extrema derecha. En el primer día repudió el
atentado contra la revista de ultraizquierda. En el segundo día ha propuesto la
convocatoria de un referendo sobre la pena de muerte. Lo cual sería un
acelerador de todos los peligros de estos tiempos.
La comunidad musulmana de Francia, unos cinco millones de
personas en buena medida ciudadanos franceses, ahora se encuentra entre dos
fuegos. Para sus dirigentes en este atentado, como en todos, el Islam no es
sino un pretexto para practicar la violencia. Hoy contra Charlie-Hebdó, mañana
contra los dirigentes musulmanes opuestos al violentismo.