Creer y no querer creer y seguir creyendo y dolerse por la carne y seguir sintiendo la fe contra la razón.
Algo de ese desgarramiento existencial expresa,trèmula, la poesía de César Vallejo, el más humano de todos los poetas peruanos.
Cèsar Vallejo...quien se vio obligado a crear un lenguaje nuevo para poder decir las viejas angustias de sus semejantes.
Escuchémosle, ¡cuánto de lo que dice también es nuestro!. (Jesús Hubert)
Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí sufre: ¡el Dios es él!
Hoy que en mis ojos viejos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado...
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.
Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.
César Vallejo, poeta peruano (1892-1938)
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