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Grupo Portavoz musicalizó en rap el poema final de Víctor Jara
Queda poco por decir. Porque todo lo ha dicho él, más que
con palabras, con su ejemplo vital. Víctor Jara en su Gólgota de cuatro, o
cinco días, no dejó de crear. Aun escarnecido y consciente de su inminente muerte,
con las manos destrozadas, quiso dejar su testimonio de artista verdadero, corazón y voz del pueblo de
todos los pueblos (Jesús Hubert).
Corto cinematográfico recreando el dramático final de Victor Jara
Corto cinematográfico recreando el dramático final de Victor Jara
Estadio de Chile o Somos cinco mil (Victor Jara)
Somos cinco mil aquí
en esta pequeña parte la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Sólo aquí,
diez mil manos que siembran
y hacen andar las fábricas.
Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura.
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Uno muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse
todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra un muro
pero todos con la mirada fija en la muerte.
¡Qué espanto produce el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es un acto de heroísmo.
¿Es este el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y de trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número
que no progresa.
Que lentamente querrá más la muerte.
Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
llena de dulzura.
¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos
menos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
El último manuscrito de Víctor Jara
Un par de horas antes de su muerte, sucedida hace 40 años,
el cantante escribió su última creación, la que fue liberada desde las fauces
del centro de detención bajo una operación que parecía imposible.
por Claudio Vergara - 15/09/2013 - 09:26
Boris Navia, abogado y ex jefe del Departamento de Personal
de la ex Universidad Técnica del Estado (UTE), cuenta que miró el libro,
observó los versos y por fin pudo respirar aliviado: “El poema se había
salvado. Ya había pasado casi un año del Golpe, por lo que sentí una gran
satisfacción al ver que todo el sacrificio que había hecho, resistiendo la
tortura de los oficiales, había valido la pena”.
Su recuerdo apunta a Estadio Chile, la última composición de Víctor Jara, escrita apenas un par de horas antes de su asesinato, entre las patadas y los culatazos que recibió durante cuatro días en el recinto, y que encarnó no sólo el testimonio de su trágico desenlace, sino que también la historia de una pieza rescatada y difundida a través de un efecto en cadena clandestino y que parecía imposible de triunfar.
Aunque en ningún caso se trata de su creación más trascendente, durante décadas ha sido musicalizada por las figuras más diversas, como una suerte de continuidad a ese manifiesto inconcluso. “Canto, qué mal me sabes/cuando tengo que cantar/ espanto/ Espanto como el que vivo/como el que muero/ espanto”, reza su tramo más rotundo. Un puñado de versos facturados el 15 de septiembre de 1973.
En esa jornada, y tras pasar casi cuatro días en el reducto de Estación Central junto a otras mil personas de la UTE, los detenidos fueron informados de la liberación de dos de ellos. Fue el instante que aprovecharon para escribir recados de supervivencia que serían entregados a sus familias. “Los escritos decían que estábamos bien y tenían los teléfonos de nuestros cercanos. Cuando estábamos en eso, Víctor me pidió la libreta que yo tenía. Se puso a escribir, pero de pronto llegaron dos conscriptos, se lo llevaron y fue la última vez que lo vimos. Ahí soltó las hojas y yo me quedé con ellas”, sigue el ex funcionario de la UTE, detallando las últimas horas del artista, ya que su fallecimiento se estima entre el 15 y el 16 de ese mes.
Su recuerdo apunta a Estadio Chile, la última composición de Víctor Jara, escrita apenas un par de horas antes de su asesinato, entre las patadas y los culatazos que recibió durante cuatro días en el recinto, y que encarnó no sólo el testimonio de su trágico desenlace, sino que también la historia de una pieza rescatada y difundida a través de un efecto en cadena clandestino y que parecía imposible de triunfar.
Aunque en ningún caso se trata de su creación más trascendente, durante décadas ha sido musicalizada por las figuras más diversas, como una suerte de continuidad a ese manifiesto inconcluso. “Canto, qué mal me sabes/cuando tengo que cantar/ espanto/ Espanto como el que vivo/como el que muero/ espanto”, reza su tramo más rotundo. Un puñado de versos facturados el 15 de septiembre de 1973.
En esa jornada, y tras pasar casi cuatro días en el reducto de Estación Central junto a otras mil personas de la UTE, los detenidos fueron informados de la liberación de dos de ellos. Fue el instante que aprovecharon para escribir recados de supervivencia que serían entregados a sus familias. “Los escritos decían que estábamos bien y tenían los teléfonos de nuestros cercanos. Cuando estábamos en eso, Víctor me pidió la libreta que yo tenía. Se puso a escribir, pero de pronto llegaron dos conscriptos, se lo llevaron y fue la última vez que lo vimos. Ahí soltó las hojas y yo me quedé con ellas”, sigue el ex funcionario de la UTE, detallando las últimas horas del artista, ya que su fallecimiento se estima entre el 15 y el 16 de ese mes.
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