"Los pueblos no mueren si permanecen vivos en la memoria colectiva”,
Farha Nasra
Hoy no puedo dormir antes de hablar de Palestina. Padres,
niños, hermanos, tios, abuelos…como tu, como los tuyos y como los míos, están
muriendo o siendo mutilados , mientras dormimos o caminamos o hablamos o
comemos. La furia de Israel sigue negando la vida a un pueblo que siempre vivió
allí. Paradójicamente los descendientes
de las víctimas de la barbarie nazi no están emulando el espíritu de paz de las
víctimas del holocausto, sino de sus propios asesinos. Judíos convertidos en
nazis. Qué ironía.
Como Víctor Jara y tantos otros trovadores de sus pueblos, Rim Banna, nacida en el mismo pueblo donde vivió Jesús, Nazareth, cristiana ella misma también, eleva su canto para que el mundo escuche a su pueblo, mientras le quede vida a ella y a Palestina, pueblo prisionero de un inmenso campo de concentración, como el gheto de Varsovia, en que se ha convertido la franja de Gaza. Escuchémosla, para unirnos a su clamor de paz. (Jesús Hubert)
Como Víctor Jara y tantos otros trovadores de sus pueblos, Rim Banna, nacida en el mismo pueblo donde vivió Jesús, Nazareth, cristiana ella misma también, eleva su canto para que el mundo escuche a su pueblo, mientras le quede vida a ella y a Palestina, pueblo prisionero de un inmenso campo de concentración, como el gheto de Varsovia, en que se ha convertido la franja de Gaza. Escuchémosla, para unirnos a su clamor de paz. (Jesús Hubert)
Vuela aire
de Rim Banna
Canción de cuna en Palestina*
Por: Lydia Cacho - julio 31 de 2014 - 0:01
Estoy sentada frente a una mujer de ojos inmensos y
sabiduría poética. Su nombre es Rim Banna, una mujer símbolo del Territorio
Ocupado de Palestina; región geográfica situada en Oriente Próximo, en la
ribera sudoriental del mar Mediterráneo que comprende Cisjordania y la Franja
de Gaza.
Su herramienta es la música y su consigna transparentar la
realidad más allá de la manipulación mediática y del discurso de unos cuantos
patriarcas que, de un lado y del otro, imponen su ira guerrera a una sociedad
que rechaza la violencia.
Ella ha compuesto y grabado once discos, uno con canciones
infantiles para amainar el miedo a las bombas que viven las niñas, niños y
jóvenes palestinos. Es una poeta y activista de los derechos de las mujeres. Su
acompañante de vida, Leonid, también músico, es padre de una niña y niño,
juntos trabajan por la libertad y la paz.
Rim vive en Nazareth (territorio ocupado por el gobierno
israelita), justo donde nació en 1966. Estamos sentadas en una antesala, en dos
sillas de madera, preparo mi cámara y tomo la pluma. Comenzamos a hablar sobre
la vida y la seguridad de las mujeres y las niñas en el territorio ocupado de
Palestina; a los pocos minutos de haber comenzado la explicación su teléfono
móvil suena. Pidiendo disculpas Rim lee un mensaje y sonríe de tal manera que
se le ilumina el rostro. Me muestra la pantalla, es un mensaje de su pequeña
hija Baylasan. Le avisa a su madre que ha llegado con bien a la escuela, la
pequeña se toma una fotografía sonriendo y la ha enviado por esa vía. La madre
explica que esto no es un simple juego entre una madre y su hija de seis años.
Así es como viven entre bombardeos y militares; entre secuestros y arrestos
ilegales. Han encontrado un método para tranquilizarse mutuamente, para
recordarles a sus seres queridos, cada minuto que siguen vivas, al menos por
hoy.
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Me recuerda que la situación de la trata de mujeres y niñas
se parece mucho a la ocupación de un pueblo.
La historia verdadera, me dice, nunca será comprendida por
el mundo, hasta que entiendan que no se puede resolver un conflicto cuando hay
tan grande desigualdad de poder, de dinero, de armamento, de ideas. Cuando es
un lado el que tiene la voz de los patriarcas, cuando son unos los que mandan y
otras las que son forzadas a obedecer, a someterse, a prostituir su alma y a
aceptar la colonización porque son las otras. Yo no estoy a favor de la
violencia, no creo en ella, asegura. Por eso mi música muestra el lado humano
de Palestina, la historia de las personas, de las mujeres y de las niñas como
mi hija. Le canto a la fortaleza de los niños de aprenden a jugar a la pelota y
a reírse juntos a pesar de saberse vigilados por soldados israelitas, a las
niñas y mujeres que mantienen y sostienen al pueblo entero de la mano de las
israelitas que buscan la paz; que trabajan y pierden a sus padres, a sus
esposos, a sus hermanos, a sus hijos y siguen trabajando, creyendo en la vida,
soñando el futuro con una libertad que llegará cuando amanezca algún día, tal
vez con la luz de la mañana llegará la libertad, la paz, el entendimiento.
Pocas personas saben que Rim es cristiana, en varios
lugares, durante sus conciertos, les han amenazado, la han llamado musulmana
extremista, le han señalado como terrorista porque habla de la ocupación y el
genocidio. El diálogo con quienes no quieren escuchar y descalifican cualquier
crítica es imposible, asegura Rim. Investigar la violencia contra mujeres en
este ambiente es muy difícil para las activistas de la región. Por eso los
grupos que rescatan mujeres lo hacen casi a escondidas. Los recursos son para
la guerra, no para la paz.
Palestina es, en muchos sentidos, territorio minado. Los
enemigos no están solamente en las vallas de contención israelitas, el
antagonismo con Líbano y entre árabes, cristianos y judíos tiene raíces
profundas: resultan casi incomprensible los niveles de desprecio, intolerancia
y racismo entre quienes en apariencia podrían ser hermanos. El maniqueo
discurso norteamericano-israelita sobre terrorismo, imposibilita un diálogo
serio.
Rim se refiere a los últimos cuarenta y ocho años
(1967-2014) en los cuales el ejército Israelí ha ocupado los territorios
palestinos de Gaza, el Este de Jerusalén y la franja del Oeste, hay que mirar
el mapa para ver cómo la mancha ha avanzado frente a un mundo que ignora el
abuso de poder. Las políticas de ocupación imponen un severo control de
movimiento tanto al interior de cada área del territorio como hacia las
fronteras externas. Palestina ha quedado fragmentada, su ocupación y la
violencia, así como la represión derivada de ella, generan un ambiente de
guerra donde los Derechos Humanos no tienen cabida. El gobierno de Hamás tiene
a su propia policía, pero como el discurso imperante ha logrado hacernos creer
que todos son terroristas, a pocos les sorprende que el ejército israelita bombardee
las estaciones de policía y celebre asesinar al jefe policíaco. Un gobierno
necesita leyes y quienes las implementen, pero los ataques han desarticulado
toda la seguridad ciudadana en más de un sentido; esta no es una guerra entre
iguales, es una estrategia de aniquilación de todo un pueblo. Y el mundo parece
ignorar este hecho concreto.
Las niñas y niños que van hacia la escuela se enfrentan a un
bloqueo y ya casi sin decir nada dan la media vuelta, buscando de manera
natural un camino nuevo para ir a su destino. Como el silencio de los esclavos
en los campos algodoneros de Estados Unidos, el de estas niñas es un silencio
de quien sabe que hablar puede costarle la vida. Las criaturas y sus madres han
aprendido a guardar sus energías y a elegir sus batallas; recurren al juego, a
una broma eventual para romper la tensión del miedo que les toca el cuerpo al
ver un nuevo puesto militar a las afueras de la casa de la abuela. Un pequeño
levanta una rama, la tía de veinte años lo ve y se dirige hacia él casi
iracunda, le arrebata la rama y la rompe en pedazos. Es hasta ese momento que
entendemos que la rama, a los lejos podría parecer un rifle. Me recuerda los
ataques de los militares mexicanos a los jóvenes chiapanecos que traían consigo
palos de madera y que luego el ejército aseguró, ante las fotografías, que de
lejos parecían rifles.
UNICEF ha reportado que en el Territorio Palestino Ocupado,
decenas de niños y niñas siguen muriendo debido a los conflictos armados. Los
niveles de pobreza han aumentado de manera notable desde 2000. Debido a los
controles y la barricadas en los caminos, a la población se le hace cada vez
más difícil llegar a sus lugares de trabajo, escuelas y clínicas.
El perenne estado de guerra en la región hacen mucho más
difícil la defensa de los derechos humanos. Las niñas, niños y jóvenes
palestinos no tienen a quién recurrir. Esta semana se habla de más de mil cien
personas muertas, pero no hemos reparado en el hecho de que los cohetes
israelitas han explotado escuelas, hospitales y ayer en un campamento de
refugiados. Hoy en día hay 180 mil personas desplazadas de Palestina, aun no
sabemos cuántas desaparecidas.
La fragilidad de niñas y niños, en el creciente mercado
global de esclavitud debe ser tomada en cuenta de manera especial en este
territorio, casi con tanta urgencia como en los países africanos o latinos en
que la ley y el orden no están al servicio y protección de la infancia. Casi un
10% de los niños y niñas menores de cinco años sufre desnutrición crónica. La
situación es especialmente grave en Gaza, donde el número de niños y niñas
desnutridos llega a 90 mil. La mitad de los niños y niñas menores de dos años
son anémicos, y un 70% sufre de carencia de vitamina A. Aproximadamente el 15%
de las niñas de 15 a 18 años están embarazadas o ya han tenido hijos según
UNICEF. Los altos índices de embarazos adolescentes e infantiles nos hablan
también de la violencia sexual contra las mujeres y niñas ¿quiénes son los
agresores y dónde viven? Nadie lo sabe, la guerra impide la investigación.
Gracias al esfuerzo del UNICEF más de 70 mil niños y niñas
recibieron orientación psicosocial para poder hacer frente a la violencia; por
el momento no se dan abasto.
Entiendo la tarea de mujeres como Rim Banna cuando miro a
los ojos a los cientos de criaturas que antes de cumplir diez años ya sufren
ataques de ansiedad y depresión. La mitad del estudiantado ha testificado la
toma de sus escuelas por parte de fuerzas armadas Israelitas y más de un 40% ha
presenciado la muerte de algún maestro o maestra de su escuela. El monumental
trabajo de campo hecho por el Fondo para los Derechos de la Infancia implicó
entrenar a miles de personas adultas para dar asistencia de crisis a las y los
pequeños a quienes se les tienen que dar cursos para que aprendan a caminar sin
pisar minas unipersonales.
Prácticamente las únicas vías de circulación van desde la
franja oeste hacia Jerusalem, desde Gaza hacia Jerusalem y dentro de la propia
franja Oeste, ahí encontramos la ruta del tráfico de venta de mujeres y niñas;
la guerra es un gran negocio para las mafias sirio-libanesas dedicadas a la
trata de personas.
http://www.sinembargo.mx/opinion/31-07-2014/25937
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