En un mercado-mundo, en el que a todo se le pone etiqueta y precio, Víctor eligió tan solo ser también Hijo del Hombre, Hijo del Pueblo |
Mil guitarras vibrarán al unísono este 20 de Setiembre, a las 10 de la mañana, en el Cementerio General de Santiago de Chile, como metáfora viva de que la guitarra y el canto de Víctor Jara se siguen multiplicando al infinito.
¡Que cercano está Víctor, cuando se cumplen 41 años de su asesinato! Alguien que obtuvo la consagración mundial por caminos distintos al “glamour” del espectáculo. Alguien de quien se ha dicho y se seguirá diciendo tal vez nunca lo suficiente, ni todo, porque su legado fluye no solo de la letra y la melodía de sus canciones sino de la entrega misma de su vida.
“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos y ustedes son mis amigos…”, lo dijo Jesús y Víctor Jara también lo ha testimoniado. El pueblo del pueblo, era su amigo cotidiano, de quien recogía su sentimiento y su palabra.
Transitando ya su vía crucis, escribió su último poema-canción “Somos 5,000…”, como voz encarnada de los chilenos prisioneros en el Estadio de Chile.Bebamos las letras de su último aliento y también leamos las “coincidencias” cristianas de este músico chileno y universal, que murió-es un decir- comunista y que alguna vez quiso ser cura católico. No llegó a serlo, pero el sacerdocio entendido como ofrenda viva del amor supremo, nunca lo abandonó.
Cuando un hombre se eleva a la condición de Hijo del Hombre, ya nunca podrá morir. ¡Compañero Víctor Jara!.... ¡Presente! (Jesús Hubert)
¡Que cercano está Víctor, cuando se cumplen 41 años de su asesinato! Alguien que obtuvo la consagración mundial por caminos distintos al “glamour” del espectáculo. Alguien de quien se ha dicho y se seguirá diciendo tal vez nunca lo suficiente, ni todo, porque su legado fluye no solo de la letra y la melodía de sus canciones sino de la entrega misma de su vida.
“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos y ustedes son mis amigos…”, lo dijo Jesús y Víctor Jara también lo ha testimoniado. El pueblo del pueblo, era su amigo cotidiano, de quien recogía su sentimiento y su palabra.
Transitando ya su vía crucis, escribió su último poema-canción “Somos 5,000…”, como voz encarnada de los chilenos prisioneros en el Estadio de Chile.Bebamos las letras de su último aliento y también leamos las “coincidencias” cristianas de este músico chileno y universal, que murió-es un decir- comunista y que alguna vez quiso ser cura católico. No llegó a serlo, pero el sacerdocio entendido como ofrenda viva del amor supremo, nunca lo abandonó.
Cuando un hombre se eleva a la condición de Hijo del Hombre, ya nunca podrá morir. ¡Compañero Víctor Jara!.... ¡Presente! (Jesús Hubert)
Somos 5,000
Lo “sagrado” en Víctor Jara
Por: Juan Pablo Espinosa Arce, Licenciado en Educación
(UC del Maule). Profesor de Religión y Filosofía. Docente de Ética IP Santo
Tomás Sede Rancagua., septiembre 15, 2014
El 16 de Septiembre se recuerda un año más del
asesinato de Víctor Lidio Jara Martínez. Víctor fue tomado prisionero el día 11
de Septiembre del 73’ en la Universidad Técnica del Estado y desde allí
conducido al Estadio Chile, hoy Estadio Víctor Jara, en donde sería
interrogado, brutalmente torturado y despiadádamente asesinado cinco días
después. El propósito de estas líneas es realizar una hermenéutica a lo sagrado
en dos de sus canciones icono: La plegaria a un labrador y Vientos
del pueblo. Es también un homenaje para uno de los grandes referentes de la
música popular y comprometida de nuestro país.
La cercanía de Víctor con lo sagrado, lo religioso o la fe
cristiana posiblemente haya comenzado gracias a su madre Amanda, quien le
pudiera haber enseñado las primeras oraciones y el canto popular propio de los
campos de Chillán. Es más, él ingresó de joven al seminario de los Padres de la
Congregación del Santísimo Redentor, vocación al sacerdocio que terminó
desistiendo.
Ahora bien, si queremos acercarnos a la comprensión que
Víctor Jara tiene de lo sagrado debemos reconocer cuál es la comprensión que la
sociedad de su tiempo tiene de ésta dimensión. Entre el 60 y el 70’ comenzaban
a gestarse en América Latina procesos de revolución y de creación de nuevas
corrientes teológicas como la recordada Teología de la Liberación. El propósito
de estas nuevas creaciones era interpretar el Evangelio desde las luchas
concretas de los pobres apelando a la liberación que debían conseguir,
especialmente de los sistemas capitalistas o de las dictaduras que comenzaban a
surgir en el continente. Desde esta perspectiva Víctor canta incorporando
elementos propios de la religión cristiana en sus letras.
La plegaria: Oración al Dios liberador de los pobres
Le plegaria es justamente eso, una oración, y es una que se
hace desde los pobres hacia el Dios que les libera. Podríamos dividirla en tres
áreas propias de la teología cristiana: a) Creación; b) Sentido Eclesial; c)
Escatología.
En cuanto a la creación se dice que Dios maneja “el
curso de los ríos” y que va constantemente sembrando el “el vuelo de
tu alma”. El labrador, pobre y creyente, sabe que Dios ha ido creando
aquello que es puesto a su servicio para trabajarlo y compartirlo con sus
hermanos.
Desde allí aparece el sentido eclesial o comunitario: “levántate
y mírate las manos para crecer estréchala a tu hermano. Juntos iremos unidos en
la sangre hoy es el tiempo que puede ser mañana”. La liberación que se
espera es una profundamente social y se realiza junto al hermano con el cual
hay que estrechar las manos para construir una sociedad más humana.
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Finalmente aparece el sentido escatológico, es decir,
la esperanza en el Reino de Dios o en una sociedad renovada. Es el centro
medular de la canción y es casi una oración al estilo del Padre Nuestro. Las
estrofas nos hablan de la súplica por la liberación del dominador por medio de
un “reino de justicia e igualdad”, lo cual representa el corazón
mismo del Evangelio de Jesús de Nazaret. Ahora bien, el labrador pide que Dios
esté con él en sus luchas, en el “cañón de su fusil”, en el “combatir”. La
plegaria termina con la fórmula cristiana “ahora y en la hora de nuestra
muerte. Amén”, para confirmar aquello que se ha pedido.
Vientos del Pueblo: La cruz de Jesús, la multiplicación de
los panes y la esperanza
Esta canción posee variadas expresiones propias de la fe cristiana.
Una resalta: “Los que quieren dividir a la madre de sus hijos y quieren
reconstruir la cruz que arrastrara Cristo”. Lo que se puede interpretar en
estos versos es que el signo de la división en el temor a un posible conflicto
social, significa que la cruz de Jesucristo seguirá prolongándose en los pobres
que sufren el dominio del opresor. Los teólogos latinoamericanos hablarán años
después de los pueblos crucificados, es decir, la experiencia de opresión que
los últimos padecen. Víctor lo expresó poéticamente.
En la misma canción se habla de un milagro de Jesús, de la
multiplicación de los panes (Mt 14,13-21): “Ya fueron miles y miles los
que entregaron su sangre y en caudales generosos multiplicaron los panes”. La
sangre derramada, signo también del mundo bíblico, representa que la lucha
social de los grupos comprometidos convoca a otros. Personalmente pienso en
Tertuliano, escritor cristiano del siglo II que sostenía bellamente: “la sangre
de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.
Finalmente una mención a la esperanza, virtud teologal y
aspecto fundante de la escatología la cual vimos en la Plegaria a un labrador.
Víctor la nombra cuando canta: “la estrella de la esperanza continuará
siendo nuestra”. ¿Qué quiere expresar el autor? Significa que a pesar de
que algunos quieran seguir reconstruyendo el martirio de Cristo que se prolonga
en la suerte de los pobres, la esperanza no puede ser arrebatada. El compromiso
social de Víctor Lidio Jara Martínez fue justamente un llamado a la esperanza y
la conciencia de que otro mundo era posible.
Quizás Víctor no fue un cristiano practicante, pero si
mantuvo su fe en un Dios que optaba por los pobres, a los que llamaba “benditos
de su Padre” (Mt 25,35-40) y a los cuales se les había prometido una Tierra Nueva,
un Reino de libertad e igualdad, un futuro pleno. Víctor así supo interpretar
la fe de los sencillos que se expresaba en sus poesías y en la vivencia de una
religiosidad de corte popular.
La escalofriante confesión del asesino de Víctor Jara
ARTÍCULO | MAYO 30, 2009 - 11:41PM | POR LUIGINO
BRACCI
Un autor material del asesinato del cantautor confiesa y
apunta a otros culpables. Señala al ex oficial Nelson Haase como El Príncipe ,
el autor intelectual. Gracias a su confesión se han reconstruido los momentos
anteriores y posteriores al crimen.
Si el asesinato del cantautor chileno Víctor Jara fuera un
rompecabezas, la detención hace unas horas de uno de los soldados que
presuntamente apretó el gatillo aquel día sería la pieza magistral, la que pone
la resolución en bandeja. La noticia, desvelada ayer por La Nación, de que el
ex conscripto (soldado recibiendo instrucción militar obligatoria), José Adolfo
Paredes Márquez, detenido días antes junto a su compañero Francisco Quiroz
Quiroz, era procesado por la muerte de Jara, ha conlvusionado a la sociedad
chilena y ha precipitado una investigación varada después de 36 años.
Quién iba a decir que hace tan sólo unos meses un juez
desganado estuvo a punto de cerrar para siempre el caso con un solo procesado,
el comandante César Manríquez Bravo, jefe del improvisado campo de prisioneros
que se instaló en el Estadio de Santiago de Chile durante los primeros meses de
la dictadura de Pinochet en 1973. Paredes Márquez, no sólo ha confesado que
participó en el crimen, sino que ha dado nombres y relatado lo que ocurrió
aquella noche del 15 de septiembre.
Tres mil personas corrieron la misma suerte que el autor de
Te recuerdo Amanda .
Cristóbal Peña, miembro del Centro de Investigación
Periodística (CIPER) y experto en el caso de Víctor Jara, considera que hay que
ser "cautos" a la hora de analizar estos acontecimientos, ya que se
trata de un caso que "ha durado muchos años y ha pasado por las manos de
varios jueces", a pesar de que, como señala Peña, es uno de los asesinatos
que "ha contado con más testigos" de la historia (en referencia a las
5.000 personas que estaban retenidas en el Estadio de Chile en esos momentos).
Sin embargo, no niega la importancia del hito ya que
"es la primera vez que se acusa a un involucrado directo" en la
muerte de Jara, aunque sólo se trate del "último eslabón de la
cadena", ya que sólo así se han conseguido resolver los casos de Derechos
Humanos.
A pesar de la cautela mostrada en los primeros momentos por
todos los conocedores del caso, los resultados de esta detención han sido impresionantes
y, en menos de un día, han permitido reconstruir las últimas horas del mítico
cantautor y, lo más importante, dar un paso más hacia El príncipe , un
personaje envuelto en una nebulosa de realidad y leyenda, al que se le atribuye
la orden de torturar y acribillar a Víctor Jara debido a sus ideas políticas.
A partir de la declaración de Paredes y otros conscriptos,
unido a otros testimonios, entre ellos el de Joan Turner, viuda de Jara, el
CIPER ha reconstruido lo que ocurrió antes y después del asesinato, que hoy
está más cerca de resolverse. Paredes confiesa que, estando como centinela en
una habitación de la cárcel del estadio, vio llegar a los prisioneros y, detrás
de ellos, a un teniente, Nelson Edgardo Haase, y a otro subteniente.
También presenció las torturas y vejaciones a las que fue
sometido, ensañándose en especial con sus manos, con las que tocaba la
guitarra. El ex conscripto detenido sostiene que "fue testigo del minuto
preciso en que el mismo subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su
revólver apoyado en la sien del cantautor".
Según su relato, el disparo le atravesó el cráneo y lo dejó
al borde de la muerte. Fue entonces cuando el subteniente le ordenó a él y a
otros compañeros que vaciaran sus cargadores en el cuerpo de Jara. En su
autopsia se contabilizaron hasta 44 heridas de bala, que le remataron. En su
confesión, Paredes asegura que "todo lo que ocurrió fue presenciado por
Nelson Haase, quien se encontraba sentado detrás del escritorio de
interrogación.
Pocos minutos después, el mismo subteniente que le disparó
en la cabeza solicitó el retiro del cuerpo. Llegaron unos enfermeros con
camilla, lo levantaron y metieron al interior de una bolsa y luego lo cargaron
hasta la parte trasera de un vehículo militar estacionado en el patio trasero
del recinto, al costado nororiente", recoge el CIPER en un artículo.
La prensa chilena sostiene que José Alfonso Paredes Márquez,
de 55 años, puso mucha resistencia a su confesión. Sin embargo, una vez que se
derrumbó ante el juez contó, en tiempo récord, todo lo que había mantenido en
secreto durante más de tres décadas, ocultándoselo incluso a su propia esposa.
"También hizo una aclaración ante el juez: durante los días posteriores al
golpe, y como trabajaban casi 24 horas al día, la oficialidad les entregaba
estimulantes para evitar el sueño y el hambre, por lo cual su relato podía no
ser exacto en las fechas", explica el CIPER.
La figura del Príncipe : una leyenda desdibujada
Pero, a pesar de la magnitud de la confesión, lo cierto es que, por ahora,
Paredes, que en el momento del asesinato contaba con 18 años, es el único
implicado. "No tengo la sensación de que un joven de 18 años pueda tener
toda la culpa", aseguraba ayer Joan Turner tras conocer los hechos.
En la misma línea se pronunciaba el abogado de la acusación,
Nelson Caucoto. "No es nuestro interés perseguir a los conscriptos, y a mí
me interesa dejarlo muy claro, los conscriptos son una parte dentro de todo el
eslabón, que es la parte más débil y más vulnerable y a quienes no podemos
hacer responsables, a mí me interesan los jefes", entre los que se
encontraría El Príncipe .
El mito acerca de un desalmado oficial del Ejército,
fornido, de más de 1,80 metros de alto, con ojos claros y pelo rubio, ha
crecido a lo largo de los años. El apodo vendría supuestamente de una anécdota
ocurrida en el Estadio de Chile en los días posteriores al golpe, cuando el
alto mando militar habría asegurado que no necesitaba micrófono para referirse
a los más de 5.000 presos, porque tenía "voz de príncipe".
En estos años, la identidad del sujeto ha sido atribuida a
varios ex militares que tuvieron alguna relación con la prisión política que se
instaló en el estadio chileno. Algunas acusaciones cobraron tanta fuerza que,
en los últimos años, se daba casi por hecho que El Príncipe era el soldado
Edwin Dimter Bianchi, cuyas características físicas se correspondían con las
del cruel personaje.
En respuesta a estos señalamientos, el mismo Dimter se
encargó de dar pistas de otros oficiales del ejército con rasgos parecidos a
él. Uno de ellos fue precisamente Haase Mazzei, hoy ya considerado como el
autor intelectual del asesinato.
Demostrar su culpabilidad podría ser difícil ya que, para
empezar, él lo niega. "Yo nunca estuve en el Estadio Chile y no conozco a
ese caballero", sostuvo en una entrevista en el diario La Nación. Según
él, el día de la muerte de Víctor Jara, estaba en el sur del país.
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