El Valle de Tambo es un pedazo del planeta que debemos preservar para la vida |
El discurso del Presidente Humala sobre el proyecto Tia
María ha sido el más elocuente de su mandato. No por el verbo o la brillantez
de sus ideas. Ha sido elocuente porque ha traslucido, ha dejado ver con
transparencia, a quienes gobiernan realmente en el Perú. Y hay que agradecerle
por ese didáctico arranque de sinceridad.
Humala, pese a ver sido elegido por una mayoría importante del pueblo peruano, se ha declarado incompetente para resolver el conflicto más grave que afecta hoy a nuestra patria. Conflicto que sigue matando, hiriendo y enfrentando a peruanos contra peruanos, por la prepotencia de una empresa extranjera. Empresa a la que ha delegado, entre líneas, la capacidad de decidir acerca de un tema de gobierno y soberanía que solo corresponde al Estado Peruano y a sus gobernantes.
Humala, pese a ver sido elegido por una mayoría importante del pueblo peruano, se ha declarado incompetente para resolver el conflicto más grave que afecta hoy a nuestra patria. Conflicto que sigue matando, hiriendo y enfrentando a peruanos contra peruanos, por la prepotencia de una empresa extranjera. Empresa a la que ha delegado, entre líneas, la capacidad de decidir acerca de un tema de gobierno y soberanía que solo corresponde al Estado Peruano y a sus gobernantes.
Y con esta decisión ha renunciado, de hecho, a ejercer el alto cargo para el cual ha sido elegido, poniéndose al margen del mismo estado de derecho que dice defender.
Ningún convenio, ley o acuerdo del Estado Peruano puede mantenerse inconmovible si atenta contra una parte del pueblo peruano, a quien precisamente tiene la obligación constitucional de representar, proteger y defender.
Lo que está ocurriendo con Tía María no es un hecho aislado,
no es un “affaire” peruano. Es la expresión del conflicto global entre las
poblaciones originarias y la voracidad inescrupulosa del capital internacional,
que al borde del abismo ecológico planetario, sigue oponiendo a la preservación
de la tierra agrícola y el agua, el lucro depredador, sin límite alguno. Ellos
son quienes realmente gobiernan.
Y en ese contexto, la llamada corrupción, no es otra cosa,
que la manifestación, a todo nivel, del lucro a cualquier precio, como
principio de conducta y de vida.
De allí, la importancia del certero artículo del teólogo
brasileño Leonardo Boff, cuyo único defecto es, quizás, no subrayar con
mayor énfasis la principal responsabilidad sobre la crisis ecológica de los
grandes dueños del capital, que manejan el mundo a su completo antojo. Manejo
que debe de cambiar de manos, si queremos de verdad salvarnos y salvar al
planeta. ¿Será posible? (Jesús Hubert)
La era de las grandes trasformaciones
15/05/2015
El mercado que predomina se rige por la competición y no por
la cooperación. Lo que se busca es el beneficio económico individual o
corporativo y no el bien común de toda una sociedad. Generalmente este
beneficio se alcanza a costa de la devastación de la naturaleza y de la
creación perversa de desigualdades sociales.
Esta voracidad ha encontrado el límite de la propia Tierra.
Esta ya no tiene todos los bienes y servicios suficientes y renovables. No es
un baúl sin fondo. Tal hecho dificulta si no impide la reproducción del sistema
productivista/capitalista. Es su crisis.
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La segunda Gran Transformación se está dando en el campo de
la conciencia. A medida que crecen los daños a la naturaleza que afectan a la
calidad de vida, crece simultáneamente la conciencia de que tales daños se
deben en un 90% a la actividad irresponsable e irracional de los seres humanos,
más específicamente a la de aquellas élites de poder económico político,
cultural y mediático que se constituyen en grandes corporaciones multilaterales
y que han asumido los rumbos del mundo.
La reflexión ecológica se ha vuelto compleja. No se puede
reducir solamente a la preservación del medio ambiente. La totalidad del
sistema mundo está en juego. Así ha surgido una ecología ambiental que tiene
como meta la calidad de vida; una ecología social que busca un modo de vida
sostenible (producción, distribución, consumo y tratamiento de los residuos);
una ecología mental que se propone criticar prejuicios y visiones del mundo
hostiles a la vida y formular un nuevo diseño de civilización, a base de
principios y valores para una nueva forma de habitar la Casa Común; y
finalmente una ecología integral que se da cuenta de que la Tierra es parte de
un universo en evolución y que debemos vivir en armonía con el Todo, uno,
complejo y cargado de propósito. De esto resulta la paz.
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