lunes, enero 07, 2008

Todos podemos ser "magos"_ Escribe: Virginia Poggi

La creatividad no es algo que se tiene o no se tiene. Es el talento de todos. Hemos sido creados creadores. Es nuestro propósito como seres humanos. Es lo que es natural. Ser creativos es el destino de la humanidad. Por eso en todas las personas hay una búsqueda, a veces muy inconsciente, de poder expresar la creatividad.

La mayoría de las personas no sabe que es creativa. No reconoce este potencial que tiene infinitas posibilidades de desarrollo. En rasgos generales la sociedad no educa para crear, sino para producir-consumir. El ritmo de vida habitual tiende a recluirnos en una rutina, en hábitos, en formalidades, nos enseña a copiar modelos y a repetirnos. Incluso las personas «artistas» poseen un potencial más vasto del que han podido expresar y muchas veces en lugar de crear, recrean. Muchos artistas trabajan la mayor parte del tiempo desde el ego, y el ego humano no es nada creador.

Hace muchos siglos que se ha disociado de la vida el aspecto intuitivo, sensible y mágico de la expresión creativa. Desde niños se nos orienta rápidamente hacia el lado racional, y acabamos creyendo que esto es lo real y lo normal. Crecemos así disociados de nuestra naturaleza esencial.

De espaldas a nuestro infinito talento.

Cuando hablamos de creatividad a veces nos confundimos y pensamos sólo en los artistas. No todos somos artistas. Pero todos somos creadores. Todos tenemos un potencial riquísimo a explorar e infinitas posibilidades de desarrollarlo. En algunas personas este potencial subyace profundamente enterrado, en otras está más a flor de piel. Esta capacidad creativa, independientemente del canal de expresión que se utilice, es la forma como nos manifestamos y movemos por la vida, como nos vestimos y adornamos, como diseñamos y decoramos nuestras casas, como organizamos la sociedad, o una empresa; lo que elegimos vivir o no vivir, la capacidad de poder dar respuestas nuevas a las situaciones planteadas por la vida, es hacer algo nuevo, original. Fluir con la vida como el movimiento del agua o del aire.

Cuando por fin conectamos con nuestra creatividad, ésta se expande; luego podemos aplicarla indistintamente y expresarnos en cualquier faceta: mundana, mística, artística, científica. El punto es cómo reconocerla en nuestro interior. Cómo permitirla y comenzar a manifestarnos como los auténticos seres creadores que somos en verdad.

La creatividad es un movimiento de energía que se expande desde el interior hacia fuera, trayendo algo nuevo. Un movimiento que fluye desde el ser y que está en armonía con la energía vital. Y cuando la vida plantea una situación a resolver, la creatividad nos hace responder con espontaneidad y nos da la habilidad para encontrar la mejor solución. Es descubrimiento, comunicación, diálogo, manifestar a través de contenidos innovadores.

Esta capacidad innata surge cuando se produce una chispa de conexión con nuestro ser interior, que nos traslada de la dimensión ordinaria, donde mora el ego con su mundo de pensamientos de separación y miedo a una dimensión de unidad. Para crear pues, la primera conexión es con uno mismo y desde allí se desencadenan todas las posibilidades.

Expresar la creatividad es profundamente sanador, pues nos conecta con nuestra verdadera naturaleza y nos abre a poder comunicarla. Nos conecta con la dimensión que faltaba, con la parte que estaba reprimida, silenciada debajo de las capas de la «normalidad».

Cada vez que creamos algo nos sentimos plenos, satisfechos. Es una experiencia que nos hace sentir muy felices, porque nos hemos dejado SER. El espíritu que se libera a través de la experiencia creativa es pura medicina. Aunque se trate de momentos aislados o de creaciones pequeñas, ínfimas. No es una cuestión de cantidad. Es un instante de unión con nosotros mismos en nuestra verdadera dimensión espiritual y material.

Ser creativos es sencillo

Al revés de lo que podría parecer experimentar la creatividad es algo sencillo y no requiere conocimientos previos. No hace falta saber nada. Realmente es al revés: aprender las técnicas viene después. Requiere volver a ser como niños. Hay que estar dispuestos a jugar. A permitir que la energía se mueva a través nuestro.

La clave para crear es dejar la mente en silencio, relajarla, para que podamos conectar con el ser interno, con nuestra parte sabia y resplandeciente, ya que la creatividad no surge de la mente racional o del intelecto. Es el resultado de estar presentes, aquí y ahora, fuera del ámbito de la mente y de los pensamientos. El ego no es creador porque es repetitivo, no posee imaginación, no se inspira, tiene respuestas automáticas, es rígido, tiene miedo, depende de lo que ya conoce.

Tal como está diseñada, la mente está en el pasado o en el futuro, pero no puede estar en el ahora. Para crear necesitamos estar en el ahora. Es nuestro Ser el que crea, nuestra chispa divina, nuestro Yo Soy, nuestro espíritu, o como queramos llamarlo. Cuando estamos en el momento presente nos despegamos de la mente racional y nos fundimos con el espíritu. El acto creativo surge de este encuentro. Cuando se produce esta conexión nos inspiramos y sentimos como si nos iluminara un haz de luz. Es como «enchufarse» a otra dimensión, más profunda. Inspiración significa respirar dentro de uno mismo, a la vez que nos hacemos eco de una voz que viene de un espacio más allá de los límites de la propia piel.

Eckhart Tolle nos enseña que cuando necesitamos crear, sea lo que sea, o cuando buscamos una respuesta o la solución de un enigma planteado por la vida, en lugar de pensar, por un instante busquemos enfocarnos en la sensación de la energía dentro nuestro, siendo conscientes de la quietud y del espacio interno. O procurando cualquier otra forma de escucha interior que nos haga sentir esa dimensión de serenidad profunda. Al regresar a nuestro tema, la mente estará fresca y creativa. Estaremos dispuestos y el movimiento que surgirá será algo nuevo, original. Vendrá del Ser. Eckhart Tolle, en su libro «El Poder del Ahora» lo expresa así: «No pienses con tu cabeza, piensa con la totalidad de tu cuerpo».

La creatividad que poseemos habla de nosotros mismos. En qué punto estamos. Pero no sirve juzgarnos o comparar con otra persona o disgustarnos porque lo que conseguimos hacer no posee la calidad que deseamos. O no somos todo lo creativos que soñamos. Hay que calibrar nuestra capacidad como un proceso que se despliega. Y observarnos con total desapego para dejar que el proceso se desarrolle. Aquí tenemos que ser amorosos y tiernos con nosotros mismos para no bloquear la fluidez de nuestra creatividad. El miedo y los juicios cierran el «grifo» automáticamente. Necesitamos valorarnos y alentarnos para poder continuar. La creatividad se va desplegando como si fuera un proceso alquímico, donde la búsqueda del oro=luz comienza de cero, trabajando una materia basta, oscura, rudimentaria, y poco a poco, laboriosamente, se la va refinando hasta hacerla resplandecer como una estrella.

La excelencia viene después de pulir y pulir y volver a pulir. Es un proceso largo, requiere paciencia y gozar del momento presente.

La experiencia de permitirnos ser creativos abre muchas puertas, nos permite manifestar lo que queremos en cualquier área de la vida. Nos permite aprender a transformar/nos, a cambiar, a movernos de lo viejo a lo nuevo, a flexibilizarnos, a sanarnos. Nos permite ser libres y espontáneos. Aumenta nuestra calidad de vida y nos prospera. Toda la riqueza humana viene de la creatividad humana.

La dinámica creativa nos da alternativas insospechadas, nos enseña facetas que permanecían ocultas, por ello es un camino de autoconocimiento. Cuanto más creativos nos volvemos más belleza, aventura y satisfacción obtenemos en la vida. La creatividad es un proceso infinito, no hay un final, nunca.

Crear es canalizar

Canalizar es algo natural. Todos estamos haciéndolo constantemente. Hay una interconexión entre todos los seres, a través de la intuición y de otros sentidos sutiles. Estamos permanentemente captando información que viene de todos los planos dimensionales, y del conjunto humano, del inconsciente colectivo. Formamos parte de un entretejido, de una red con millones de millones de centros pulsantes, emisores y receptores de información, luz.

Hace poco leí un artículo sobre Bob Dylan, que además de músico es un extraordinario poeta; cuenta que «él se ve a sí mismo como una antena donde van a parar rayos, truenos, lluvias y vientos de todos los planetas reales o imaginarios» y luego añade: «Es como si un fantasma las hubiera escrito. Te regala las canciones y desaparece. Tú no sabes lo que significan, solo que el fantasma me eligió a mí para escribirlas».

Canalizamos a nuestro Yo superior, al dios interior, al espíritu del Sol, al espíritu de una piedra, a un antepasado, a una musa o a un fantasma como dice Bob Dylan. Muchas veces sabemos quien viene, otras no tenemos la menor idea. En el juego de la creación podemos invocar a los ángeles o a Picasso. Pero a lo mejor la fuerza que se mueve viene de una galaxia del interior de nuestro estómago. ¿Cómo saberlo? ¿Importa realmente? Si nos abrimos a jugar las sorpresas no es que vengan a guiarnos potestades invisibles, sino que el universo creativo se vuelva fluido, y podamos expresarnos y divertirnos mientras lo hacemos.

La creatividad se manifiesta en el ahora

Steve Rother, canalizador de El Grupo (o canalizador de su propio Yo superior como una vez el mismo sugirió), es muy inspirador y ha lanzado esta visión: «Transformar nuestra acción creativa para mantenerla en un constante fluir, gozando del proceso creativo más que de la obra y su resultado final». Esta nueva perspectiva pone en movimiento la posibilidad de permanecer en un estado creativo en constante fluir, no sujetos a ninguna meta, ya que cuando buscamos el resultado de la obra acabada nos volvemos rígidos. Para conseguirlo necesitamos alinearnos con nuestro ser infinito, creando desde allí creaciones sin final, transformando nuestro quehacer y nuestra vida en una creación fluida en constante movimiento. Interesante propuesta ¿verdad?Poder crear es un regalo, una gracia concedida por la Gran Madre. Un acto de amor.

Imaginemos cuál es el mundo que queremos. Imaginemos cómo hacer de nuestra vida una obra de arte y pongamos manos a la obra.

Tomado de la pàgina web: http://www.revistanatural.com/

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