miércoles, abril 13, 2011

Pueblos árabes luchan por libertad, sin estados religiosos _ Una entrevista con el poeta sirio Adonis





Cuando éramos niños asociábamos el mundo árabe con Aladino, su lampara maravillosa y los cuentos de Las Mil y Una Noches, pero hoy, para el imaginario mundial, árabe es sinónimo de fanático religioso y “terrorista”.

Para cambiar esta visión, sirve esta reveladora entrevista de la Revista O´Globo, en la que el poeta árabe Adonis, explica lo que está detrás de la efervescencia de masas que conmociona en esta hora al mundo árabe y, lo que es más valioso, analiza cómo la religión ha sido una cadena para el pueblo árabe. Lo cual no lo lleva a negar la dimensión espiritual, sino mas bien a separar y distinguir la institucionalidad religiosa, comprometida con el poder y el dinero, de la otra espiritualidad, aquella que sirve para afirmar la libertad del hombre en una conciencia de verdadera unidad con Dios, visión cabal que encontramos,explica Adonis, en los poetas místicos.

Podremos comprobar así, que asistimos -tanto en Oriente como en Occidente- a la crisis de las religiones y al resurgimiento de una espiritualidad, sin tutelajes ni intermediarios, la cual ahora si está permitiendo empoderar nuevamente al ser humano, en la conciencia de que su yo esencial es colectivo y está unido a todo lo que existe... sin excepción alguna. (Jesús Hubert).

Defensor histórico de la creación de democracias laicas en el mundo árabe, aunque también opositor irreductible de las intervenciones extranjeras en los asuntos internos, el poeta sirio Adonis (Ali Ahmad Said Esber) –varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura y una de las voces literarias más relevantes del mundo árabe– reconoce en las demandas de los movimientos actuales algunas de las banderas que defendió a lo largo de su vida y se muestra optimista, incluso ante la reacción brutal de dictadores como el libio Muammar Kadafi


–Usted siempre se ha manifestado en contra de la injerencia extranjera en asuntos árabes y ha dicho también que “si queremos tener sistemas democráticos, tenemos que tomar las riendas de la situación”. ¿Qué opina de las manifestaciones populares que se han esparcido por Túnez, Egipto, Libia, Yemen y otros países de la región en las últimas semanas?

–Lo que hoy día sucede en los países árabes es importante no sólo en el plano contemporáneo, sino histórico. Son eventos atípicos en la historia árabe, por cuatro razones básicas. Primero, porque esas manifestaciones no son ideológicas, no fueron lideradas por una clase, ya sea de trabajadores, militares o burgueses. Segundo, por la gran participación de las mujeres, sobre todo las jóvenes, algo completamente nuevo en la sociedad árabe. Tercero, porque, salvo en el caso de Libia, son revueltas sin violencia. Cuarto, porque no son manifestaciones volcadas hacia el exterior, no son en contra o a favor de ningún otro país o pueblo, su única demanda es la libertad. Estamos ante un movimiento que va a durar, porque su espíritu es nuevo. Aun cuando haya algunos obstáculos en estos instantes, ese movimiento va a continuar y se va a extender a otros países.

–¿Existen condiciones para la democracia laica en los países árabes? ¿Cuál es el papel que la religión debe tomar en esas sociedades?


–La cuestión no es propiamente la religión, sino el monoteísmo, que para mí es esencialmente antidemocrático. Sea cristiano, musulmán o judío, el monoteísmo cree que posee la verdad última. Así, el individuo no tiene nada que aportar a la sociedad, sólo debe creer y obedecer. ¿Cómo puede haber democracia en esas condiciones? Sobre todo en sociedades mixtas como las de nosotros, donde hay practicantes de todas las religiones y también muchos ateos. Sólo podemos ser demócratas si las creencias religiosas se vuelven hábitos individuales. Musulmanes, cristianos y judíos deben tener su espacio, pero la sociedad no puede tener religión, ella pertenece a los seres humanos, con sus derechos y libertades. Es necesario separar la política de la religión, lo cual suena simple, pero no lo es. Cuando entendamos eso, abriremos un nuevo horizonte en nuestras sociedades. Pero será un combate largo, porque la democracia es un tema de educación y cultura, y exige antes que nada un reconocimiento del otro. Lo que está sucediendo ahora es un comienzo. En vez de disputar quién ostenta la verdad última, debemos creer que la verdad es una búsqueda común y que está en el futuro y no en el pasado.

–Usted acostumbra decir que la cultura árabe está basada en dos cosas esenciales pero opuestas: la religión y la poesía. ¿Qué papel tuvieron esos dos elementos en la formación de la cultura árabe?


- La cultura árabe se fundó en la poesía, en el período preislámico. Tras el surgimiento del Islam, la religión intentó sustituirla como base del pensamiento. Toda nuestra historia es un conflicto entre esos dos lenguajes, y ese conflicto continúa. En nuestra cultura, todos los grandes creadores eran antirreligiosos. Incluso los poetas místicos defendieron una concepción de Dios que nada tiene que ver con la concepción islámica tradicional. Mientras el Dios del Islam es una fuerza cósmica separada del ser humano, establecida en un lugar incognoscible, el Dios de los poetas místicos forma parte de nuestra existencia. Son definiciones antípodas. Siempre hubo ese choque entre poesía, en el sentido amplio de la palabra, y religión. Pero como la religión se conecta con la política y el dinero, siempre gana. Y el pensamiento, la creación y la cultura terminan siendo marginalizados.

–¿Cómo es hoy esa relación entre poesía y religión? ¿Existe un espacio para artistas e intelectuales que no celebran el status quo religioso y político?


–Si lo que uno quiere es crear poesía verdaderamente nueva, es necesario combatir las ideas heredadas de la religión, porque crear es ser libre de toda ideología y de todo pensamiento a priori. En nuestra cultura actual, encontramos una gran influencia de la religión en todos los estratos de la sociedad, porque la educación, la familia, las relaciones sociales, la universidad, todo está fundado o influido por el espíritu religioso. Si comprendemos la poesía como visión del mundo, y no sólo como cantos o versos, entonces hoy no encontramos gran poesía entre nosotros. Los grandes pensadores y artistas que rechazan los valores vigentes son mal vistos y malditos.

–Su obra se halla ligada siempre a la idea de “modernismo árabe”. ¿Cómo se relaciona su trabajo con la tradición poética árabe?


–Tengo una relación profunda con el lenguaje de grandes creadores que hicieron una abstracción de la religión como visión del mundo. La cultura árabe tiene muchos de esos poetas: Abu Nuwas, Abu Tammam, Al-Ma’arri, los grandes místicos. Todos eran antirreligiosos. Intento hacer una lectura de la tradición que rehabilite a esos grandes personajes, porque considero que no podemos ser modernos y religiosos al mismo tiempo. Las sociedades árabes fallaron, esencialmente, porque aprovecharon sólo los subproductos de la modernidad. Tenemos carros, aviones y todo aquello que superficialmente indica progreso. Pero no podemos tomar un avión y rechazar el espíritu que lo inventó. Los árabes adoptamos los productos de la racionalidad moderna, pero rechazamos los principios de la razón que los hizo posibles. O repensamos nuestra relación con la religión o jamás seremos modernos.

–¿Qué opina de la obra de los modernistas occidentales, como T.S. Eliot y James Joyce? ¿Qué autores occidentales fueron importantes en su formación?


–Poéticamente, Eliot era modernista, pero en el plano del pensamiento era conservador. Adoptó una forma moderna de expresión, pero lo que expresaba no era moderno. En Occidente hay muchos poetas así. En nuestra tradición, el gran moderno fue Al-Ma’arri, que categóricamente refutó a la religión. En ese sentido, el gran poeta moderno de Occidente fue Rimbaud, que hizo algo parecido en la tradición occidental, al criticar la cultura dominante y el cristianismo. Lo mismo hizo Nietzsche, el más moderno de los pensadores europeos, alguien a quien deberíamos tener muy en cuenta. Nietzsche desmanteló la visión religiosa de la verdad e insistió en que el individuo era más importante que las creencias heredadas de una sociedad. Él abrió el camino de la libertad al ser humano. Soy muy criticado no sólo por fundamentalistas religiosos, sino también por políticos de izquierda, pues ellos también creen que la religión puede ser importante para la sobrevivencia de los árabes. Pero la religión no puede liberarnos ni acepto ser liberado por ella.

–Usted vive en Francia desde los ochenta. ¿Cómo ve la evolución (involución) del diálogo entre Occidente y Oriente en ese período?


–Civilización es apertura, diálogo e intercambio. Pero hoy sólo hablamos de intercambios que poco tienen de humanos, basados en el interés y en la política. Si mi creencia es una negación de la suya, ¿cómo podemos dialogar? Podemos convivir, mantener relaciones comerciales, pero un verdadero intercambio es imposible. El diálogo que tenemos hoy no sirve para nada. El único diálogo eficaz es aquel que da entre creadores, porque no hay prejuicios ni verdades a priori. Es eso lo que crea unidad entre los seres humanos. Es necesario insistir en el diálogo cultural, no sólo en el comercial, político y militar. En vez de pensar en el mundo como un mercado, deberíamos pensar en él como una universidad.

–¿Está de acuerdo con las teorías de Edward Said sobre el “orientalismo”? ¿Cuáles serían hoy las mayores limitantes de Occidente para comprender la historia y la cultura árabes?


–Said fue un gran amigo y un pensador brillante, lo admiro mucho. Pero no estoy de acuerdo con todo lo que escribió. Creo que hizo algunas generalizaciones respecto a los orientalistas. En lo que él correctamente pone énfasis es en un estereotipo de Oriente que se da en Occidente, pero a mi modo de ver eso está relacionado con una visión política y no cultural. Muchos intelectuales de Occidente combatieron esos estereotipos. Algunos de ellos conocen la cultura y la historia árabe mucho mejor que la mayoría de los árabes y dejaron obras monumentales. Por ejemplo, el alemán Carl Brockelmann, que escribió una historia de la literatura árabe, así como los franceses Louis Massignon, autor de un gran libro sobre el poeta místico Al-Hallaj, y Jacques Berque, que revolucionó ese campo al mostrar la cultura árabe como una cultura del presente y no del pasado, como a menudo se le retrata. Aún hoy, hay muchos intelectuales en Occidente que denuncian esos estereotipos con más energía que en el mundo árabe. El mayor obstáculo para esa comprensión continúa siendo la memoria histórica. Hay muchas cosas enraizadas en los espíritus occidentales que actúan en contra de los árabes y el Islam, y se necesitará de un largo trabajo para deshacer todo eso.

* Publicada el 19 de marzo de 2011 en Prosa e verso, suplemento literario de O Globo.


Traducción del portugués de Iván García para el suplemento SEMANA del diario La Jornada - México - Edición del 10/04/2011

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