jueves, abril 17, 2014

Somos la conciencia de la Tierra y el Cosmos_ Escribe: Leonardo Boff / Revista FUSIÓN






Las parábolas fueron pequeñas historias que empleó Jesús de Nazareth para enseñar. Y vivimos un tiempo en que la misma vida de Jesús, controvertida en el detalle de su verosimilitud, se ha convertido en la gran parábola de la humanidad. Que su vida fue así o fue asá, que caminó de esta forma o que dijo exactamente esto o lo otro, es lo menos importante. Jesús es expresión precisamente de la vocación esencialmente crística del hombre. Vocación llevada hasta el extremo y hasta sus últimas consecuencias por muchos seres, famosos y conocidos, o anónimos y humildes, como el mismo Jesús del pesebre.

El imperativo esencial de dar, de servir, de comulgar con el próximo congénere y aun con el más distante y desconocido. O crear y luchar porque las condiciones de ese compartir sean posibles. Razón por la cual, como al mismo  Jesús, muchos fueron matados en su cuerpo, pero dejando intacto sus espíritus, que marcan la estela cósmica por donde marchamos hacia la autoconciencia de quienes somos y hacia dónde vamos.


Leonardo Boff, es precisamente un avanzado en ese camino de autoconciencia de la humanidad. Y leerlo es verdaderamente ingresar a una  nueva era del ser. Lean este escrito suyo,  un verdadero regalo de Semana Santa, de trascendencia y de divinidad para el siglo XXI (Jesús Hubert)


Reintegrarse en el espacio y en el tiempo
Escrito por Leonardo Boff 15 Abril 2014

Desde los años 70 del pasado siglo, quedó claro para gran parte de la comunidad científica que la Tierra no es solamente un planeta sobre el cual existe vida.

La Tierra se presenta con tal balance de elementos, de temperatura, de composición química de la atmósfera y del mar que solamente un organismo vivo puede hacer lo que hace ella. La Tierra no contiene simplemente vida. La Tierra está viva, es un superorganismo viviente, denominado por los andinos Pachamama y por los modernos Gaia, el nombre griego para la Tierra viva.

La especie humana representa la capacidad de Gaia de tener un pensamiento reflejo y una conciencia sintetizadora y amorosa. Nosotros los humanos, hombres y mujeres, damos la posibilidad a la Tierra de apreciar su lujuriante belleza, contemplar su intrincada complejidad y descubrir espiritualmente el Misterio que la penetra.

Lo que los seres humanos son en relación a la Tierra lo es la Tierra en relación al cosmos por nosotros conocido. El cosmos no es un objeto sobre el cual descubrimos la vida. El cosmos es, según muchos cosmólogos contemporáneos, (Goswami, Swimme y otros) un sujeto viviente que se encuentra en un proceso permanente de génesis. Caminó 13,7 miles de millones de años, se enrolló sobre sí mismo y maduró de tal forma que en un rincón suyo, en la Vía Láctea, en el sistema solar, en el planeta Tierra emergió la conciencia refleja de sí mismo, de dónde viene, hacia donde va y cuál es la Energía poderosa que sustenta todo.

Cuando un ecoagrónomo estudia la composición química de un suelo es la propia Tierra la que se estudia a sí misma. Cuando un astrónomo dirige el telescopio hacia las estrellas, es el propio universo el que se mira a sí mismo.

Mirando la Tierra desde fuera, nos descubrimos como una de las 100 mil millones de galaxias, la Vía Láctea.

El cambio que esta lectura debe producir en las mentalidades y en las instituciones solo es comparable con el que se realizó en el siglo XVI al comprobar que la Tierra era redonda y giraba alrededor del sol. Especialmente la consideración de que las cosas todavía no están terminadas, están continuamente naciendo, abiertas a nuevas formas de autorrealización. Consecuentemente la verdad se da en una referencia abierta y no en un código cerrado y establecido. Sólo está en la verdad quien camina con el proceso de manifestación de la verdad.

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