lunes, octubre 10, 2011

El “Che” Guevara declama “Los Heraldos Negros” de César Vallejo



"Hay golpes en la vida, tan fuertes...Yo no se!"
Los Heraldos Negros (César Vallejo)


La historia sigue su paso incesante. Algunos de sus pasos resuenan en la prensa, escrita o hablada… o viajan por la red de redes, imparables. Mientras otros, se perderán anónimos en su autoría, pero sus frutos animaran nuevas vidas e iluminarán nuevos amaneceres.

La historia sigue…pero antes de continuar auscultándola, es necesario hacer un alto, para recordar a quien sembró su vida como una semilla de esperanza. Para dar fe, que el hombre puede ser superior a si mismo, tan elevado y extenso, como para fundirse con el destino de la humanidad.

Como dicen, para muestra un botón. Más allá de los discursos y las elegías, el Che mismo nos enrostra su hondura, en esta página, hasta hace poco inédita de su vida.

El Che, en una cinta magnetofónica de despedida dirigida a su esposa, declama “Los Heraldos Negros”, del poeta peruano César Vallejo.

Hace 44 años y dos días, Ernesto Guevara La Serna, pagó el precio de ser un hombre cabal, cuyo mayor pecado fue, como señala certeramente Eduardo Galeano, actuar como pensaba; hoy lo recordamos así. (Jesús Hubert)





Fragmento del documental "Che, un hombre nuevo"
co-producción argentina, cubana y española


César Vallejo
(Perú, 1892-Paris, 1938)

Los Heraldos Negros
(1918)


Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé.

Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!