martes, abril 13, 2010

La llamada telefónica que salvó a 584 personas_ Escribe: Luis Neyra / La República

Jueves Santo 2010, 7 de la noche, dos barrios son arrasados por un alud de lodo y piedras.

¿El lugar? Ambo, un pequeño distrito del departamento de Huanuco, en el Perú, pero pudo ser en cualquier latitud del mundo.

El fragmento de esta nota periodística del diario “La República” da cuenta de un hecho que definió no solo la vida de un hombre, sino la de muchos.

Una decisión movida por la amistad que salvó a 584 personas. Una muestra de cómo la tecnología bien utilizada, movida por el corazón, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.(Jesús Hubert)


Pablo Briceño y Marcelino León se han convertido en los agricultores que más abrazos y besos de agradecimiento han recibido desde ayer por familias que lograron sobrevivir al alud que sepultó –la noche del jueves último– el asentamiento humano 16 de Noviembre, situado en el distrito huanuqueño de Ambo.

Ambos son los responsables de que en esta trágica Semana Santa muchos sonrieran y le agradecieran a Dios por estar sanos y salvos. Una hora antes de que se produjera el alud que enterró a la comunidad entera (al promediar las 7.30 de la noche), Pablo llamó desde su teléfono celular a su inseparable amigo Marcelino para que huya con toda su familia.

“Estuve en las alturas de Ambo y me percaté de que el cerro Yanacocha, ubicado en medio de un arroyo que cruza el asentamiento humano, se estaba desprendiendo por las fuertes lluvias. Por eso, lo llamé, pues tuve el presentimiento de que algo malo iba a suceder. Y no me equivoqué”, agrega.

584 personas se salvaron

En efecto, Marcelino tomó a su familia y salió corriendo de su casa no sin antes avisar a sus vecinos con desesperados gritos.

“¡Se viene un huaico, huyan rápido!”, fue el llamado de alerta.

“Muchos de ellos me hicieron caso y ahora están bien”, relató el agricultor, mientras se limpiaba las lágrimas que corrían por sus mejillas. Lágrimas que expresaban dolor y cólera, pues no todos los pobladores escucharon su ronca voz de advertencia. Sin embargo, esa valerosa acción permitió que 584 personas, unas 130 familias proximadamente, se pusieran a buen recaudo y que, en vez de llorar de pena, estén celebrando una segunda oportunidad.

“Todo es gracias a Pablo y a su teléfono celular”, añade en son broma Marcelino, quien dice que agradecerá eternamente a su amigo por pensar en él y con quien se perdió en un eterno y estrecho abrazo.

Tomado de la edición del 04/04/2010 del diario “La República” de Lima, Perú