viernes, enero 09, 2015

Dividir para reinar _ Escribe: Mirko Lauer / La República



Unidos en la intolerancia

Intolerancia- violencia-miedo. El clima perfecto para que el poder de cualquier signo cumpla mejor sus designios de someter a los pueblos.

A estas alturas, cualquier membrete religioso no deja de ser una increíble y absurda coartada para el crimen. Cada vez es más evidente que las religiones dejaron de “religar” a los hombres entre sí y con Dios, y más bien cumplen con el objetivo contrario: dividir a la humanidad.

“Mi reino no es de este mundo”. El mensaje de Jesús de Nazareth, es el mejor antídoto para todos los fundamentalismos, hambrientos de poder temporal y de todos los excesos que la materia insufla en el ser humano.

Particularmente, nos encontramos es un momento oportuno para volvernos hacia dentro de nosotros mismos y preguntarnos cuánto de lo que ocurre hoy en el mundo, no lo venimos incubando en nuestros corazones con la ambición desmedida por imponernos a los otros.

Mirko Lauer, desde el diario La República, de Lima,  nos ayuda a entender el carácter y las proyecciones de los trágicos sucesos que enlutan hoy al periodismo mundial (Jesús Hubert)

Musulmanes entre la espada y la pared

Este siete de enero el imam Hassem Chalgoumi declaró para el diario Le Figaró: “¡No tenemos el mismo profeta! ¡El profeta de ellos es el del odio y del horror! El de sus páginas en Internet”. Estas palabras transmiten bien la incomodidad de los musulmanes de Francia en este momento, o más bien en todo momento desde que empezó la crisis económica.

Cada vez más grupos racistas militantes se están especializando en atacar a las comunidades musulmanas de Europa. Este último atentado fundamentalista en París les proporciona argumentos para confundir las cosas, y pintar a todos los musulmanes como fanáticos religiosos potencialmente asesinos. El terrorismo también trabaja con estas oscuras confusiones.

Una infografía preparada por el semanario The Economist muestra que en las encuestas los europeos creen erróneamente que en su país hay un porcentaje de musulmanes tres y hasta cinco veces mayor del que hay en la realidad. En Francia, por ejemplo, son 8%. Pero los encuestados opinan que son 31%. En España son 2%, pero la encuesta da un quizás atávico 16%.

El anterior error de percepción engrosa las filas de los grupos antiislámicos. En Alemania las crecientes marchas de PEGIDA (Europeos patrióticos contra la islamización de occidente) ya son una seria preocupación del gobierno, y el modelo viene siendo replicado en varios países de Europa. El objetivo del terrorismo islámico es avivar esa confrontación.


Las grandes líneas estratégicas del fundamentalismo terrorista son conocidas. Inicialmente se trató de ilegitimar y así debilitar a los gobiernos musulmanes prooccidentales del Medio Oriente, con miras a su derrocamiento. En Europa se trata de aislar y luego enemistar a las comunidades musulmanas con las sociedades en que conviven pacíficamente.

Estamos, pues, ante una situación en que dos extremos ideológicos ocupan porciones crecientes del escenario político europeo. Ambos coinciden en un interés por sacar de en medio a los elementos moderados y moderadores: comunidades, gobiernos, partidos, ideas. Guardando distancias, un esquema que evoca las tragedias europeas de los años 30.

Es sintomático lo sucedido en 48 horas con Marine Le Pen, del Frente Nacional francés, de extrema derecha. En el primer día repudió el atentado contra la revista de ultraizquierda. En el segundo día ha propuesto la convocatoria de un referendo sobre la pena de muerte. Lo cual sería un acelerador de todos los peligros de estos tiempos.

La comunidad musulmana de Francia, unos cinco millones de personas en buena medida ciudadanos franceses, ahora se encuentra entre dos fuegos. Para sus dirigentes en este atentado, como en todos, el Islam no es sino un pretexto para practicar la violencia. Hoy contra Charlie-Hebdó, mañana contra los dirigentes musulmanes opuestos al violentismo.