viernes, mayo 08, 2009

Entre la gripe porcina y la cochinada financiera _ Escribe: Guillermo Giacosa / Perù 21




Hablar claro, pensando con cabeza propia. Ese es el gran mérito y el ejemplo del periodista argentino Guillermo Giacosa.

Vivimos en un tiempo en que solo una mirada atenta y reflexiva, sin dejarnos envolver por lo que vemos y oímos, nos permitirá orientarnos en un mundo en crisis cada vez mas evidente en todo orden de cosas.

Las “chanchadas”, en este tiempo, no vienen solamente de los chiqueros sino de muchas conciencias… o inconciencias. (Jesús Hubert)



En varios puntos del planeta, la población comienza a expresar, no sin cierta vehemencia, su desencanto porque, una vez más, el futuro de chorreo que les habían prometido vuelve a posponerse hasta nuevo aviso. Es que esto de tener conciencia de la propia muerte incita a la impaciencia, a apurar los tiempos antes de que sea demasiado tarde y solo podamos dedicarnos a gozar de los improbables goces celestiales. Son varias las generaciones de postergados que murieron en vísperas de ingresar a la tierra prometida.

Murieron sin llegar a ser nunca ciudadanos de primera clase. No digo privilegiados, pues esos viajan en burbujas VIP, solamente ciudadanos con igualdad de oportunidades y derecho a gozar de bienes elementales e imprescindibles, como salud, educación, alimentación y vivienda. Gozarlos ya es ser un ciudadano de primera clase. Los demás viajan hacinados en el furgón de cola repartiéndose carencias, enfermedades y desesperanza.

Ese malestar, que en algunas ciudades se manifiesta con marchas masivas, cartelones agresivos y caras de pocos amigos, ha coincidido con la aparición de otro motivo de preocupación: la peste mal llamada porcina o, más propiamente, peste norteamericana que, de alguna manera, les ha venido de perlas a quienes tienen que mantener el injusto orden establecido. La recomendación de no juntarse con otros, de permanecer lo más aislados posible para evitar el contagio, es una maravillosa ayuda para evitar protestas callejeras y cualquier otro tipo de manifestación de masas que pueda inquietar a los gobernantes de turno. Colijo que un extraño sentimiento de fraterna familiaridad entre la gripe porcina y las cochinadas olímpicas que nos condujeron al caos actual era inevitable. Ambas se originan en la cochina voluntad de destruir la vida. La gripe obedeciendo a procesos biológicos que queremos suponer naturales (aunque no pocas veces el hombre mete, solapada y malignamente, sus garras) y la crisis obedeciendo a los mandatos de la codicia, el desenfreno y la pérdida de la orientación social que la naturaleza ha grabado como impronta (hoy transitoriamente relegada o descuidada) de nuestra conducta en tanto que seres humanos.

Encajan tan como anillo al dedo una circunstancia con la otra que uno no puede dejar de formularse preguntas tales cómo: ¿Es realmente tan peligrosa esta gripe como la pintan? ¿Por qué tanto despliegue informativo? ¿Por qué tanta insistencia en evitar las aglomeraciones? ¿Por qué tantas informaciones contradictorias? ¿Por qué tanta publicidad a un par de muertes en EE.UU. cuando en ese país mueren anualmente, por la gripe común, alrededor de 40 mil personas? ¿Por qué el Tamiflu, del cual es beneficiario el hiperconspirador y promotor de torturas Donald Rumsfeld, aparece como la droga salvadora?

Habiendo tantos intereses en juego, y siendo conscientes de las inconsistencias éticas tanto de los medios de comunicación como de los gobernantes, nos resistimos a aceptar sin objeciones las historias que nos están contando.
Tomado del diario "Perù 21" del dia 06/05/2009