domingo, noviembre 02, 2008

EE.UU. en A. Latina… ¿potencia impotente?_ Escribe: Rodrigo Lara Serrano / Revista América Economía

Parafraseando aquello de que “cuando el gato no está, los ratones bailan”, podríamos decir que la crisis financiera de USA solo pone una interrogante al dominio del imperio norteamericano sobre lo que siempre se ha considerado su patio trasero y al parecer, aun es prematuro para que los “ratones” latinoamericanos puedan iniciar la fiesta por su cuenta. (Jesús Hubert)
Pasó inadvertido en medio de la crisis. Nicaragua reconoció a Osetia del Sur y a Abjasia como Estados independientes, a sugerencia del gobierno ruso. Parece poco, pero es algo excepcional. "A esto no se atrevieron ni Hugo Chávez ni Raúl Castro", remarca el analista internacional y de defensa Juan Toklatián, en Buenos Aires. Para quien es una nueva señal del momento de máxima autonomía que vive Latinoamérica frente a EE.UU., si se miran los últimos cien años.

Ya nadie duda que, desde que Washington inició su saga de guerras en el Golfo Pérsico e intento de dominio de Asia Central, la región ha vivido los días de menor intervencionismo. Ahora, en medio de las turbulencias del derrumbe de la burbuja financiera de Wall Street, muchos se preguntan si no es el comienzo del capítulo siguiente: el fin de la hegemonía estadounidense global. Y si ello redundará en más libertad para las naciones latinoamericanas. O, paradojalmente, no.

En cuanto a la preeminencia estadounidense en el mundo, expertos como Jeremy Rifkin lo ponen blanco sobre negro: "EE.UU. hoy es una economía quebrada". Y un Estado quebrado rara vez puede sostener un dominio imperial. Para el autor de El sueño europeo, además, la globalización está suspendida del hilo cada vez más tenue de lo que llama "cantidad de crudo disponible per cápita" (a nivel planetario), el cual ha estado en franco descenso desde 1979. Y cuya baratura es el fundamento de la interconexión económica mundial dominada por las instituciones estadounidenses.

Pero Toklatián, autor de Globalización, narcotráfico y violencia, estima que decir que ya estamos en un nuevo mundo multipolar es apresurado. "La misma semana en que se aprobó el paquete de rescate de US$ 700.000 millones, se votó, por 318 contra 40, el presupuesto militar 2009". Son US$ 612.000 millones. "Equivale a la suma de los presupuestos de defensa de los otros 191 países que tienen asiento en las Naciones Unidas".

También en esas horas, las FF.AA. de ese país crearon, por primera vez, un "African Command", el cual controlaría operaciones eventuales en el continente negro. Si hay una debilidad, los militares la disimulan muy bien.

Para el analista brasileño Rubens Barbosa, ex embajador de Brasil en Washington y presidente de Rubens Barbosa y Asociados, es más razonable esperar un cambio de estilo que de vigor. "La economía americana es muy fuerte y va a recuperarse antes que las europeas", dice. "Creo que van a estar más abiertos al multilateralismo y menos arrogantes". Siempre dentro de la visión de que EE.UU. es una nación única. Con una misión: "No creo que la visión del destino manifiesto desaparezca. Será quizás menos agresiva", dice.

Precisamente, que los estadounidenses crean desde el comienzo de su historia en su "destino" privilegiado (que su democracia es mejor que las otras y que el país es un faro de la libertad en el mundo), puede llevar a una transición violenta si su poder disminuye. "Si miras la historia rusa no hay un componente de ambición global, excepto en el período de la URSS, que se lo dio la ideología", dice Toklatián. Eso fue muy bueno, porque -fenecida la ideología "casual"- "esta tradición cultural hizo que el colapso fuera sencillo: a nadie en el Kremlin se le ocurrió apretar el botón o iniciar una guerra en Europa". Pero en el caso de EE.UU. "me parece que el soft landing no sería el mismo". Gran ironía. A diferencia del soviético "común" ya desaparecido, el estadounidense "común" está dispuesto a creer cosas inverosímiles del mundo exterior por amor a su América.

En este escenario de vacilación, algunos piensan que Brasil tenderá a ocupar el rol de país dominante en la región. Inicialmente, con el apoyo de EE.UU. "Que potencias regionales como Brasil jueguen un mayor rol, no es del desagrado de EE.UU., en la medida en que se orienten hacia políticas que este país favorece", dice Boris Yopo, investigador del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile. La razón es que "EE.UU. no puede, más que nunca ahora, distraer recursos que necesita en otras partes". Por eso es que "habla de apoyar a 'sus socios' en la región (Brasil, Chile, etc.), así asegurar estabilidad con esfuerzos mínimos".

Barbosa, por su parte, estima que "en los primeros años de la (eventual) presidencia Obama, alguna iniciativa habrá (Cuba), pero en general el tono actual no va a cambiar respecto de la región". La consecuencia práctica de ello "será la emergencia continua e influencia brasileña, seguida de cerca de la presencia china, especialmente en el comercio e inversiones".

Toklatián coincide en que "EE.UU. lo que está tratando de pasar a Brasil no es el comando, sino una serie de tareas". Obviamente, "esto va a ser aceptado por Brasil, que también obtiene sus propios objetivos estratégicos con ello".

Esta pareja de conveniencia se mantendrá, siempre y cuando EE.UU. no se debilite más o Brasil se fortalezca demasiado. Sobre ello, Carlos Acuña, analista político y profesor de la Universidad de San Andrés, en Buenos Aires, destaca que "no es verdad que cuando un poder se debilita, se debilita igual en todas las regiones". De hecho, "puede concentrarse en alguna y allí no se debilitará". ¿Elegirá la Casa Blanca una estrategia de control obsesivo sobre Latinoamérica una vez que cesen las turbulencias actuales? La reactivación de la IV Flota destinada a patrullar mares "y ríos" en Sudamérica puede ser vista así. ¿No le convendría a EE.UU. establecer una relación privilegiada con Brasil, como la que tiene con el Reino Unido? "No creo que EE.UU. esté dispuesto a otorgarle cierta paridad a un país de la región", evalúa Acuña. Es más, a la larga, "creo que lo pueden ver (a Brasil) como amenaza a su seguridad". Y ello, indica, es mutuo. "Las élites brasileñas, más allá de que sean de centro derecha o centro izquierda, coinciden en que -más tarde o más temprano- su autonomía está destinada a confrontar con las grandes potencias y, en particular, con EE.UU."

Como señal de esto, Acuña menciona el proyecto del submarino nuclear brasileño. Y comenta que las autoridades del país han sido claras para indicar que "está destinado a impedir que las rutas marítimas del Atlántico Sur puedan ser amenazadas por potencias externas, no por sus vecinos sudamericanos".

Se vienen tiempos movidos. No es aventurado adelantar que unos EE.UU. que no quieran o no puedan sostener la Doctrina Monroe (la política del presidente de EE.UU. James Monroe de "América para los americanos"), no necesariamente ayudarían a la paz regional. Naciones de Asia o Europa podrían sentirse tentadas de reemplazar ellas a Washington, al menos en algunos países, si no emerge un consenso o alianza medianamente fuerte liderada por Brasil.

Aunque tal temor quizás sea algo prematuro. Con una sonrisa, Toklatián concluye: "América Latina hoy está más cerca de decirle adiós a la Doctrina Monroe. Eso no quiere decir que los norteamericanos le vayan a decir adiós".

Tomado del news letter internet de la Revista América Economía, ed.367, 02/11/2008

La cultura de lo inmediato _ Escribe: Daniel Innerarity(*) / Revista Fusión



Uno de los grandes mitos de la vida moderna es “aprovechar el tiempo”. Quien no corre y se agita, es un ocioso o “poco aspirante”.

Correr, apurarse, es sinónimo de progreso y éxito... ¿qué hay detrás de este concepto?. (Jesús Hubert)


Vivimos en una época fascinada por la velocidad y superada por su propia aceleración.

Las nuevas tecnologías han propiciado una cultura del presente absoluto sin profundidad temporal. El origen de esta relación con el tiempo se encuentra en la alianza establecida entre la lógica del beneficio inmediato propia de los mercados financieros y la instantaneidad de los medios de comunicación. Vivimos en una época fascinada por la velocidad y superada por su propia aceleración.

Chaplin ya había parodiado la invención de la máquina de comer, gracias a la cual podía alimentarse al trabajador sin necesidad de interrumpir el trabajo, o sea, de perder tiempo.

Sin embargo, existen fenómenos de desaceleración, menos presentes en la opinión pública que las desaceleraciones económicas, pero no menos reales y decisivos en nuestras vidas. Nuestra época parece caracterizarse por el hecho de que nada permanece pero tampoco cambia nada esencial, un tiempo en el que pasan demasiadas cosas y, a la vez, estamos llenos de repeticiones, rituales y rutinas. Tras la dinámica de aceleración permanente hay un paradójico estancamiento de la historia en el que nada realmente nuevo comparece. “No se trata de luchar contra el tiempo o desentenderse de él sino, como decía Walter Benjamin, de ponerlo a nuestro favor”. Probablemente nuestra época no sea comprensible desde la alternativa entre aceleración y desaceleración; habría que tener en cuenta el fenómeno de la falsa movilidad. En última instancia, las sociedades combinan su resistencia al cambio con una agitación superficial. La utopía del progreso se ha transformado en movimiento desordenado, “neofilia” frenética, agitación anómica y disipación de la energía.

Esta fatalización del tiempo se traduce en la exigencia de aumentar la aceleración, la movilidad, la velocidad y la flexibilidad. Lo vemos a diario en el lenguaje que nos exhorta a “movernos”, acelerar el propio movimiento, consumir más, comunicar con mayor rapidez, intercambiar de una manera rentable.

Se ha llevado a cabo una transferencia semántica que explicaría muchos desplazamientos ideológicos desde la izquierda hacia la derecha: donde había progreso y revolución, ahora hay movimiento y competitividad. El adjetivo “revolucionario” forma parte del vocabulario transversal de la moda, el management, la publicidad y la pospolítica mediática. El fantasma de la revolución permanente se pasea ahora como caricatura neoliberal. Pero, en el fondo, el imaginario político actual tiene un discurso prescriptivo minimalista, muy pobre conceptualmente: el discurso de la adaptación al supuesto movimiento del mundo, el imperativo de moverse con lo que se mueve, sin discusión, ni interrogación, ni protesta.

Lo que puede estar ocurriendo es que, en muchos aspectos de la vida, el movimiento sea superficial y que, en el fondo, haya una parálisis radical. En última instancia se trata de una idea que se corresponde con la experiencia personal de que la mayor agitación es perfectamente compatible con una inmovilidad temporal; es posible estar paralizado en el movimiento, no hacer nada a toda velocidad, moverse sin desplazarse, incluso ser un vago muy trabajador. Para llevar a cabo un movimiento real no basta con acelerar, del mismo modo que la transgresión no es necesariamente creativa, ni el cambio es siempre innovador.

Como principio general, la llamada a desacelerar y la lentitud compensatoria, tan celebrada en muchos libros de autoayuda para la gestión del tiempo, como principios generales, son poco realistas y atractivas si tenemos en cuenta las circunstancias políticas, económicas, sociales y culturales en las que vivimos. No tiene ningún sentido querer calculadoras más lentas, mayores colas o transportes con retrasos. La cuestión central consiste en determinar en qué consiste exactamente una ganancia de tiempo, lo que unas veces implicará desaceleración y otras todo lo contrario, pero que también puede conseguirse mediante la reflexión, la anticipación o combatiendo la falsa movilidad.

No se trata de luchar contra el tiempo o desentenderse de él sino, como decía Walter Benjamin, de ponerlo a nuestro favor. Se trataría de reintroducir el espesor del tiempo de la maduración, de la reflexión y de la mediación allí donde el choque de lo inmediato y de la urgencia obliga a reaccionar desde el impulso.

(*)Daniel Innerarity. Profesor de Filosofía en la Universidad de Zaragoza.
Centro Colaboraciones Solidarias.


Tomado de la actualización Internet de la Revista Fusión del 02/11/2008.

Soy Pan, Soy Paz, Soy Mas_ Autor e interprete: Piero

Hay canciones síntesis. De autores que se dejan decir, desde el infinito, lo que sienten decir y lo dicen.

La melodía ayuda a decirlo y nuestro corazón a recibirlo…la razón sobra. (Jesús Hubert)




Yo soy, yo soy, yo soy, yo soy

Soy agua, playa, cielo, casa blanca
soy mar Atlántico, viento de América
soy un montón de cosas santas
mezclado con cosas humanas
¿Còmo te explico? cosas mundanas.

Fui niño, cuna, teta, pecho, manta
más miedo, cuco, grito, llanto, raza
después cambiaron las palabras
y se escapaban las miradas
algo paso?, no entendí nada

Vamos, contame, decime, todo que
a vos te está pasando ahora.
por que si no, cuando está tu alma sola llora
hay que sacarlo todo afuera, como la primavera
nadie quiere que adentro algo se muera
hablar mirandose a los ojos, sacar lo que se puede afuera
para que adentro nazcan cosas nuevas, nuevas, nuevas

Soy pan, soy paz, soy más… soy el que esta por acá
no quiero más de lo que quieras dar
hoy se te da y hoy se te quita
igual que con las margaritas
igual el mar, igual la vida, la vida, la vida.