
Y así debe ser: quizá algunos de nosotros haya sido parte de ese sonido que aleteo en el aire claro de las cumbres andinas cientos de años atrás y también porque no, de aquel español taciturno, valiente y ambicioso que se aventuró hasta estos confines a pesar de sus temores, movido por su sed de riqueza y conquista.
Estamos hechos, pues, de los dos barros: del indio y del español. Lo que deberíamos averiguar de una vez por todas a esta altura, es quienes somos: ¿ los conquistadores o los conquistados? Si estamos en este continente de paso o si formamos parte de él, en definitiva si esta es nuestra casa. Si así fuera, no cabe duda de que nuestra posición es la de los vencidos, ya que hechos como los que aquí narro se han sucedido a lo largo de toda nuestra historia en una interminable repetición de horrores y calamidades sociales, económicas y políticas, que nos hermana inevitablemente con los primeros pobladores de este continente, avasallados desde la conquista.
No trato de ofender a nadie con esta obra: solamente respondo a interrogantes que mi conciencia plantea respecto de mi posición frente al actual estado de las comunidades indias de América.
Quiero saber hasta donde mi sangre puede asumir el compromiso que tengo con mi tierra y mis hermanos frente al dolor de los que, con nuestra ignorancia , inocente en algunos casos , hemos discriminado como si fueran ellos los culpables de su propia desgracia, cuando en realidad son la llama viva de nuestra conciencia, lo poco que queda de nuestra antigua dignidad, de nuestra bella cultura.
No intento hacer aquí anti-hispanismo: únicamente contribuir a conformar un todo agregando la parte que faltaba.
Una abuela india y un abuelo español transitan por mi sangre. Para que naveguen felices quiero darles un curso firme, apoyado en el respeto y el amor por mi propia cultura, tratando de entender por qué festejó todavía fechas que representan la muerte y el aniquilamiento de bellísimas expresiones artísticas que son parte del patrimonio cultural universal, y de sus creadores que fueron justamente mis antepasados.
América vive y yo soy parte de este cuerpo que se niega a festejar cuando en realidad quiere llorar.
Deseo ese respeto. Necesito la autocrítica porque nuestro futuro se erigirá con hombres conocedores de la verdad y fieles a ella.
Si no comprendemos que ya somos libres jamás alcanzaremos la verdadera independencia.
VICTOR HEREDIA
Tomado de la pàgina web: http://www.raicesargentinas.com.ar/
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