jueves, febrero 28, 2008

Ser "buèn samaritano" puede ser contagioso_Escribe: Guilermo Giacosa / Perù 21


¡Cuántas veces hemos escuchado decir que la gente no es solidaria, que uno puede ser asaltado o aun morirse en medio de la calle sin que nadie se dé por enterado! En los varios países donde he vivido, atribuyen esta actitud a una suerte de 'espíritu nacional' que ellos creen que no existe en otras latitudes. Nada menos cierto, se trataría de una actitud humana, ajena a las nacionalidades, que los sociólogos contemporáneos han designado con el curioso nombre de 'trance urbano'.

Este comportamiento, según la ciencia, es frecuente cuando nos hallamos en calles atestadas de personas, vehículos y movimiento. El 'trance urbano' es un tipo de ensimismamiento que, raramente, nos permite tomar en cuenta la situación de las personas que nos rodean.

Es como si el exceso de estímulos nos obligara a refugiarnos en un cascarón como forma de preservarnos ante la inquietud que nos provoca todo aquello que no podemos controlar.
Más que de egoísmo basado en la indiferencia, estaríamos hablando de autoprotección, que constituye una forma moderada y sana de egoísmo.

Por otro lado, los prejuicios y los estereotipos, que son como muletas para atravesar este mundo que raramente la mayoría podría explicarse sin recurrir a ellos, no nos permiten ver sino aquella porción de realidad que hemos escogido como buena y digna para nuestra atención. Una cantautora mexicana decía que en su país eran indiferentes al dolor del indígena que mendigaba en la calle, pero atendían a cualquier gringo que se había quedado sin dinero 30 metros más allá del nativo.

Daniel Goleman, autor de los libros Inteligencia emocional e Inteligencia social, cuenta que en una oportunidad vio, en una escalera del subterráneo, a un hombre "tirado, sucio, sin camisa, inmóvil y con los ojos cerrados". Nadie le prestaba atención hasta que él se detuvo.

A partir de ese momento, muchas personas se acercaron al desamparado y ofrecieron ayudar. Uno trajo agua; otro, comida; un tercero llamó una ambulancia.

De ello se desprende que las actitudes individuales sí tienen valor. No solo porque socorren al necesitado sino, muy especialmente, porque quiebran la cadena de aparente indiferencia en la que suele sumirnos el llamado 'trance urbano'.

Asegura Goleman, apoyado en trabajos neurocientíficos, que los seres humanos estamos especialmente diseñados para la empatía y la solidaridad, y que ese diseño se ha forjado en millones de años durante los cuales la naturaleza seleccionó y sigue seleccionando todo aquello que es útil a la supervivencia. Las ciudades superpobladas son, para nuestra especie, una experiencia relativamente reciente, y de allí la indiferencia que jamás se haría presente en un pequeño grupo aunque no haya lazos de afecto.

No somos indiferentes, solo desconfiamos de lo que no podemos controlar. La actitud que relata Goleman incita a los otros a conducirse de la misma manera. La solidaridad, felizmente, es tan contagiosa como la violencia, aunque menos exitosa para resaltar periodísticamente.

Este artìculo ha sido publicado con el tìtulo "El trance urbano" en el Diario Peru 21 del 27/02/08

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