domingo, agosto 05, 2007

Tico Tico_ Dirige: Daniel Barenboim

La magia de Daniel Baremboim, un director de orquesta que aplica el lenguaje universal para lograr la anhelada paz entre judios y palestinos.

Daniel Barenboim: música para la paz

Circunstancialmente, me enteré por una amiga residente en España, que hoy 05 de Agosto, daba un concierto gratuito en la Plaza Mayor de Madrid, Daniel Barenboim y la West-East Divan Orchestra, que integran 117 músicos, de los cuales 47 son israelíes, 45 árabes y los 25 restantes, españoles.

La verdad es que no sabía de quién se trataba y me interesó mucho saber que Daniel Barenboim es un famoso pianista y director de orquesta, argentino-judio-español, que junto al escritor estadounidense de origen palestino Edward Said, constituyo en 1999, la orquesta la West-East Divan, integrada como describimos arriba, por jóvenes músicos israelíes y árabes.

Daniel Barenboim ha recibido en el año 2002, el premio Principe de Asturias de la Concordia y en Mayo del 2006, el Premio de la Paz de la Fundación Korn y Gerstenmann, por esta maravillosa labor en pro de la paz en el medio oriente

Para conocer mejor su pensamiento hemos seccionado algunos párrafos de dos entrevistas que concedió en años anteriores. (Jesus Hubert)


¿Qué es el Taller Diván?

Es un proyecto muy importante ya que se trata de un trabajo no político en un contexto muy político. El Taller Diván lo comenzamos en el año 1999 en Weimar, Alemania. Por aquel tiempo, Weimar era la capital cultural de Europa. Bernd Kauffmann, responsable del programa cultural de la ciudad, me propuso participar de un taller en el que tocasen juntos árabes, palestinos e israelíes. Más de 200 jóvenes respondieron a nuestra convocatoria. Para los integrantes se trata de una experiencia increíble y no exenta de dificultades pues para algunos significa tocar junto al enemigo. Es una oportunidad para que aprendan cosas juntos y para aprender cosas el uno sobre el otro ya que gran parte del conflicto, como todos los conflictos, nace en la ignorancia que tienen los unos sobre los otros.

Lo que me pareció extraordinario fue cuánta ignorancia había acerca del otro –dijo Barenboim–. Los chicos israelíes no podían imaginar que había gente en Damasco, Amman y El Cairo que podía tocar el violín o la viola; y creo que los árabes sabían que había vida musical en Israel, pero no conocían mucho acerca de ella. Un muchacho de Siria me dijo que nunca antes había conocido a un israelí y que, para él, un israelí es alguien que representa un ejemplo negativo de lo que puede ocurrirles a su país y al mundo árabe. Este mismo muchacho se encontró luego compartiendo un ensayo con un chelista israelí. Ambos procuraban tocar la misma nota. Trataban de hacer algo juntos, tan simple como eso; algo que a los dos les importaba y los apasionaba. Habiendo logrado esa nota, ya no podían mirarse el uno al otro de la misma manera porque habían compartido una experiencia. Eso era, para mí, lo importante de aquel encuentro.

¿Qué condiciones tiene que tener el músico del Taller?

Ante todo ser buen músico. Y segundo, debe creer que no existe solución militar al conflicto.

¿No se ha topado con conflictos dentro del grupo?

No, la gente que viene sabe por qué viene. Sabe las razones por las que quiere estar juntos y la forma en la que quiere encontrar un camino a la conciliación. Hay que tener bien claro si uno cree que este conflicto tiene una solución militar o no. Si se cree que sí, entonces no tiene nada que hacer en este taller pero si se cree que no, como lo entiendo yo desde hace años, se hace todo mas fácil.

¿Qué frutos ha logrado hasta el momento?

Yo no soy tan iluso de creer que un taller puede solucionar el conflicto o ayudar a solucionarlo todo pero el trabajo en conjunto desmitifica. Cuando un sirio y un israelí se esfuerzan en tocar el mismo acorde algo los cambia. Yo pretendo que ellos entiendan que en muchos puntos nuestros destinos están unidos y que no existe otro camino que encontrar el modo de vivir juntos en la zona. Yo creo que nuestro trabajo ha modificado la vida de todo aquel que ha participado.

¿Música y política?

No exactamente. Yo confío que a la corta o a la larga habrá un acuerdo de paz. ¿Eso qué significa? Que al día siguiente van a comenzar a ver qué tipo de contactos van a haber. Pueden lograrse contactos culturales, económicos, científicos... Yo digo: ¡por qué tenemos que esperar cuando podemos empezar con los contactos que pueden existir a través de la música!

¿El Taller interpretará música de Wagner?

Seguro. No hacemos política y tampoco caeremos en la demagogia. Lo nuestro es un proyecto humano, humanitario y artístico. Lo nuestro es la música, de ahí que en el repertorio no haya composiciones árabes ni tampoco judías. Y no por nada, sino porque las piezas de Beethoven son, sencillamente, mucho mejores.

¿Qué secuelas dejó el trauma provocado por el nazismo?

Como la nación judía no hizo el autoanálisis que debía, tampoco pudo realmente dialogar con la otra minoría. Porque si se hubiese hecho eso –y ahora no hablo de moral, sino puramente de estrategia, desde el punto de vista de Israel–, no estaríamos donde estamos. Si se hubieran devuelto los territorios ocupados, ahora el problema palestino sería un problema jordano, no israelí, porque ocurriría en territorios jordanos. Hubo una total falta de visión desde el punto de vista estratégico. Y a partir de allí se produjeron hechos donde entran también elementos de justicia y de moral, que no se pueden tolerar por parte de ningún pueblo, y menos del judío, que sufrió tanto.

¿Cómo se pueden acercar posiciones tan distantes?

Es una situación muy compleja. Pero la diferencia entre Israel y los palestinos hoy es que las ambiciones nacionalistas judías, bien, mal o regular, fueron cumplidas en 1948, y las ambiciones nacionalistas palestinas, no: ni bien, ni mal, ni regular, ni nada. Y en ese punto estamos. Israel y el pueblo judío sólo estarán a salvo cuando sean aceptados por los palestinos. El día que los palestinos entiendan que los atentados y la violencia no les sirven y opten por una política de lucha no violenta, a lo Gandhi o a lo Mandela (y no estamos lejos de ese día, porque ya hay muchas fuerzas palestinas que están hartas de la corrupción del sistema), Israel se va a encontrar en una situación mucho más difícil, porque la presión moral y política será mucho más fuerte. Los palestinos tienen mucho en común con los judíos. Son un pueblo inteligente y secular en su gran mayoría. Y si Israel encontrase la forma de convencerlos de que vivan en paz con ellos, algo que no es fácil, los palestinos, directa o indirectamente tendrían una influencia muy positiva sobre el resto del mundo árabe, porque allí podría haber una democracia. Una unión política entre Israel y Palestina sería un gran contrapeso a favor de Occidente y de los Estados Unidos frente al mundo árabe. Del modo en que los Estados Unidos intervienen en la región, en cambio, se produce lo contrario: indirectamente se da más fuerza al fundamentalismo.

¿Considera que los Estados Unidos desarrollan una política exterior equivocada?

El último paso adelante y muy positivo de la política exterior norteamericana fue el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa, después de la Segunda Guerra mundial. Pero luego creo que ha habido errores graves y reiterados en los últimos cincuenta años de la política exterior de los Estados Unidos, especialmente en América latina, Vietnam y Medio Oriente: es como si los norteamericanos, que todo lo tratan como una forma de negocio, tuvieran un talento especial para respaldar siempre a la persona equivocada.

Usted visitó Cuba en 1998, ¿qué impresión se llevó?

Viajé allí por pura curiosidad en muchos aspectos, entre ellos, el hecho de que un país tan pequeño pudiera contra la más poderosa potencia del mundo. Fidel Castro es uno de los ejemplos más claros de los errores de la política exterior estadounidense, porque fueron los Estados Unidos los que crearon el mito de Castro: ¿qué pueblo no estaría de rodillas, admirado ante un hombre que es capaz de enfrentar con éxito a la potencia más poderosa del mundo? Durante mi visita a Cuba me encontré con personas de diferentes campos; entre ellas, un periodista disidente que había estado preso y había sido torturado aparentemente como consecuencia de su postura política. Esta persona me contaba todas esas cosas terribles hasta que le pregunté: "Bueno, usted que es periodista, cuál cree que es la solución para Cuba". "¡Ah!, ése es otro tema –me dijo–. La única solución es Fidel Castro."

¿A qué atribuye los errores?

Los norteamericanos están convencidos de que todos quieren vivir como se vive en los Estados Unidos, la cantidad de inmigración que han tenido y tienen los ha llevado a pensar esto, pero es un concepto equivocado: hay mucha gente en el mundo que tiene otros gustos y otras maneras de pensar, no digo que sean mejores o peores. ¿Los ataques a Nueva York y Washington ocurridos el 11 de septiembre de 2001 son el resultado de esas tensiones ? Lo que pasó ese día fue algo horrible para lo que no hay justificación, que aterrorizó no sólo a los Estados Unidos, sino a todo el mundo, y quién sabe lo que nos espera porque, lamentablemente, tengo poca fe en la capacidad de análisis de los norteamericanos. No hubo autocrítica, y nadie sabe cuál puede ser el futuro de los Estados Unidos. Creo y temo que puede haber una desintegración de ese país.

¿Por el surgimiento de un bloque económico más poderoso?

No, los grandes imperios, desde el romano en adelante, aun los que fueron derrotados, nunca cayeron porque hubiera otro más fuerte, sino por desintegración interna. Y con todos los latinos y asiáticos que tiene Estados Unidos, creo que un día algún puertorriqueño se va a preguntar seriamente qué tiene que ver con un esquimal de Alaska, por ejemplo. Hasta ahora, tanto el puertorriqueño como el esquimal obtenían grandes ventajas económicas por pertenecer a la misma organización política; pero el día en que esas ventajas no sean tan evidentes el separatismo puede llegar a ser muy fuerte. Quién sabe lo que va a pasar cuando se muera Fidel Castro entre Puerto Rico y Cuba, que están tan cerca y tienen tanto en común.