martes, octubre 09, 2007

VOLVERSE COMO NIÑOS_ Escribe: Elena G. Gomez

Hace tiempo leí que desde un punto de vista evolutivo nuestra civilización era considerada aún muy niña. Es decir, que le faltaba mucho y que muchas de las cosas que nos sucedían eran consecuencia de eso, de que estábamos sin hacer.

Yo, a medida que pasa el tiempo estoy más convencida de ello, de eso y de que se vive superficialmente, de que cada uno sólo mira para sí mismo, y lo hace de una forma egoísta, pensando en lo que le gusta, no en lo que realmente necesita, pero sobre todo segura de que los mayores males vienen de no pensar, de no reflexionar, de no pararse ante las cosas y estudiar su significado.

Dice mi médico que la salud física se apoya en tres pilares básicos: la alimentación, la hidratación y el descanso. Después de algunas conversaciones con él, estoy convencida de que a pesar de ser tres principios básicos que realizamos todos los días, los hacemos sin conocimiento, sin una educación correcta en ellos, bombardeados de ideas creadas por una sociedad de consumismo, en nuestro caso como sociedad privilegiada que somos, pero sin conocimiento de lo que realmente debemos darnos. Prueba de ello es que no somos una sociedad saludable que vivimos mejorando la salud, sino que somos una sociedad enferma que vivimos prisioneros de la enfermedad, buscando solucionar las enfermedades, no estudiando la salud, por ello sólo acudimos al médico para que nos solucione las enfermedades cuando, en realidad, deberíamos acudir a él para conservar la salud y adelantarnos a las enfermedades. Pero eso de adelantarnos no es una actitud que esté implantada aún en nuestras consciencias, porque siempre vivimos por detrás.

Y si la hidratación, alimentación y descanso son pilares para nuestro cuerpo físico, la observación, la sencillez, y la curiosidad, lo son para nuestra mente.

Es muy positivo, y proporciona una perspectiva distinta, situarse ante los acontecimientos de la vida cotidiana como espectador y no como protagonista, eso permite mirar las cosas desde fuera, poder mover una situación y tratar de verla en el espacio, verla desde distintos ángulos para ver cuál puede ser más positiva.

Esto constituye un auténtico ejercicio mental que requiere disciplina con uno mismo, porque al principio, acostumbrados como estamos a ser tan protagonistas, resulta difícil quitarse del medio, pero la realidad es que ese protagonismo limita la visión global, la comprensión de las cosas.

Es un ejercicio muy interesante y muy constructivo, y con la práctica se llega a experimentar realmente que uno no es el epicentro de la creación, sino una parte insignificante de ella. Eso hace que la perspectiva cambie, y que la mente, acostumbrada hasta ese momento a mirar sólo hacia el "ombligo", se expanda, y como consecuencia de la expansión empiece a contemplar otras posibilidades, otros enfoques, otras ideas.

Y, desde el sillón de espectador, lo primero que hay que hacer es convertirse en observador.

Aprender a observar en silencio, sin sacar conclusiones superficiales, tratar de ver dentro de las cosas, de las personas, de los acontecimientos. Y para ver dentro de las cosas hay que volverse como niños y comprender que en realidad uno no sabe nada.

Entonces, podríamos decir que en el sillón del observador, tú, quien realmente está sentado es un niño.

Y ¿qué es lo que hacen los niños?Los niños lo que hacen es preguntar, preguntar sobre todo, sobre todos, preguntar el porqué de las cosas que le rodean. Ellos, los niños, no sienten vergüenza por preguntar, no tienen prejuicios, ni esquemas, ni ideas preconcebidas.Y los niños preguntan todo porque tienen curiosidad, porque quieren conocer, porque quieren descubrir.En realidad, la curiosidad, la necesidad, es lo que marca la diferencia entre las personas.

Los que se conforman con lo que son, con lo que tienen, con lo que hacen, son los muertos en vida, y en su muerte tratan de que otros también estén muertos, o de culpar de su muerte a los demás.Seremos una humanidad niña, no lo niego, pero no tenemos las cualidades de los niños, es más, yo diría que cada día se trata de matar al niño que hay dentro de cada uno.

Al final, volvemos siempre a las palabras del Cristo, para entrar en el Reino de mi Padre hay que volverse como niños.Pero ese Reino no está en ninguna iglesia, ni en ninguna religión, ni en ninguna creencia.Ese Reino está dentro de cada uno.Cada uno decide dónde quiere vivir, pero, si alguien se pregunta cómo, simplemente, que se vuelva como niño…

Tomado de la edición internet de la Revista FUSIÓN / Octubre, 2007

Deja fluir...Escribe: Julio Andrés Pagano

Por más diminuta que parezca, cada gota de conciencia, que se suma, expande y eleva la vibración planetaria.

Unas tras otras, las gotas van cayendo. Nada parece transformarse. El goteo es casi imperceptible. El cansancio y la desolación dicen presente. El paisaje desértico de esperanzas crea la falsa ilusión de que nada va a cambiar. El vacío interior se agiganta. Las gotas siguen cayendo. Expanden su vibración. La mente sostiene que todo está perdido. El corazón no se deja engañar, escucha cómo las gotas continúan brotando y ríe de felicidad. Su sabiduría le anuncia que el río está emergiendo. Libere sus compuertas. Ayude a que el agua corra. Sume para que el río de la conciencia espiritual irrumpa y limpie el valle de lágrimas que embarra nuestros piés.

Las gotas son todas aquellas cosas que nos ayudan a ser más humanos y nos permiten armonizar con la existencia. Los buenos actos son gotas. Las caricias son gotas. Los pensamientos positivos son gotas. Los abrazos, las palabras de aliento, los rostros felices... Gotas... Las acciones con conciencia, las oraciones, las meditaciones, la ayuda desinteresada, los gestos de sensibilidad... Gotas... El saber compartir, aprender a valorar, el respeto por uno mismo.... Gotas... La fe, la humildad, la confianza, la esperanza, el amor... Gotas... Todas son gotas que reflejan una nueva humanidad. Son gotas que acrecientan y vivifican el río de la conciencia espiritual que está transformando la vibración del planeta.

El futuro nace del presente. Nuestras decisiones de hoy co-crean nuestro mañana. Si en nuestra cotidianidad sólo sembramos discordia, odio, pesimismo, sufrimiento y frustración ¿qué cree que cosecharemos? Sus gotas, aunque parezcan simples, aunque las perciba insignificantes o débiles, hacen la diferencia. Son como semillas crísticas que aportan transformación. Irradia luz. Ayudan a que el futuro no se manifieste de manera desalmada.

Fluir con esta corriente, que conduce al océano de la existencia, entraña desafíos que nos permiten crecer y nos impulsan a continuar evolucionando. Implica aventurarse en terrenos desconocidos. El río nos invita a desaprender para seguir aprendiendo, porque sólo lo que se vacía puede volver a llenarse. Sus piedras no son dificultades, sino oportunidades disfrazadas que nos ayudan a elevar.

¿Comprende lo que le estoy diciendo o simplemente piensa que se trata de palabras armónicamente entrelazadas para que puedan sonar bien? Sepa que las casualidades no existen. Si usted está leyendo esta nota es porque su espíritu necesitaba recordar.

No permita que estas frases queden sólo en el plano mental. Tírese al agua. Arriésguese. Cuando se sumerja en este río de conciencia verá cómo las vivencias se transforman en maestras multidimensionales que le ayudarán a experimentar una realidad que transformará su vida.

Existen innumerables formas de contribuir a que este incipiente caudal se torne aún más cristalino. Si nos animamos a reconocer nuestro lado más oscuro, si trascendemos nuestras limitaciones y transmutamos los miedos que nos mantienen cautivos ya estamos ayudando. Lo mismo si ponemos conciencia en cada uno de nuestros actos y desplegamos, sin reservas, nuestro potencial para materializar una realidad que esté acorde con lo más puro de nuestro ser.

¿Por qué se preocupa tanto? Haga lo que haga, los demás siempre hablarán. Recuerde que a este mundo vino solo y se irá del mismo modo. Absolutamente solo. Rompa la careta social, tírela. Deje que su ser interno lo guíe y lo instruya. Escuche la voz que emana desde el centro de su pecho. Siga sus consejos, son inmaculados. No importa que algunas personas se le rían en la cara y lo desacrediten. Muchos disfrazan de ese modo el temor que les provoca el cambio. No saben lo que hacen. El tiempo les mostrará quién terminó riendo último.

Vamos... Anímese. Juegue. Suéltese. Disfrute. Recupere su inocencia. Mire a la vida con ojos nuevos. Explore su interior. Conózcase. Restablezca su vínculo con la naturaleza. Aliviane su mochila. Expanda su divinidad. Despierte. Redescubra su magia interna. Equilíbrese. Ayúdese a cambiar. Permítase soñar. Sáquele el polvo a sus talentos. Multiplique sus dones. Respete su sentir. Empiece a sanar. Viva.

No se distraiga. Preste atención. Sienta cómo el río de la conciencia late con cada pensamiento de luz que recorre su cuerpo. El agua renueva y purifica. Inhale su perfume, es pulsión de vida. Observe con el corazón y comprobará que no existen las divisiones. El río se compone de millones y millones de gotas que danzan en la unidad, más allá de todo ego.

Transforme su desierto. No deje que sus gotas se esfumen bajo el sol abrasador de la indiferencia y el desgano. Viértalas en el río de la existencia. Cierre sus ojos y facilite que el murmullo de las aguas guíe sus pasos. Descubra que nunca puede encontrar afuera lo siempre estuvo dentro. Sí, ya lo sabía, es cierto. Simplemente lo había olvidado. El río está en su interior.

Permita que el agua corra. Derrumbe sus compuertas. No tema. Abra su corazón de par en par. Deje que el agua penetre y lave sus heridas. Renazca. La existencia, agradecida: una gota más.

Tomado de la web: http://www.proyecto-despertar.com.ar/home.htm