domingo, mayo 09, 2010

¿”Creer” en Dios o Crear en Dios? _ Editorial de la Revista Fusión / Abril, 2010



Creer en Dios. Más que un punto de convergencia, de unidad y armonía, ha devenido en la historia en un factor de división, conflicto y aun, muerte.

Ser ateo, agnóstico o creyente aun nos alinea –aunque ahora con menor drasticidad que antes- a cada quien en un bando, por lo general, irreconciliable.

Afortunádamente las riendas de las iglesias y las religiones se han ido aflojando, especialmente gracias al intercambio libre de información a través del Internet, lo cual está posibilitando que las mentes se abran a nuevos entendimientos acerca de lo que concebimos como Dios.

Esta editorial que reproducimos de la Revista FUSIÓN, de España, es como un “electroshock”, algo dura, pero necesaria para sacudirnos del marasmo de la rutina, la repetición y los dogmas que nos tienen atados a condicionamientos ideológicos en nombre de “dios”.

Los invitamos al sacudón. (Jesús Hubert)

Con motivo de la anterior editorial en la que nos preguntábamos porqué se había caído tan bajo, una lectora nos comenta que no hay que ser tan pesimistas y, aunque nosotros no creamos en Dios, hay que tener esperanza.

Me gustaría saber en qué se basa para suponer que nosotros no creemos en Dios y, de paso, me gustaría saber qué significa para ella 'creer en Dios', así también como qué es para ella Dios y qué implica el hecho de 'creer'.


Durante siglos se ha utilizado a la ligera esa expresión, “creer en Dios”, hasta el punto de que ha forzado una separación entre creyentes y no creyentes. Pero, curiosamente, muchos hemos conocido a personas que se declaraban no creyentes y eran mucho más honestas, limpias y puras que otros que presumían de creyentes.

También se debería tener en cuenta que lo que significa e implica el concepto Dios, no ha evolucionado nada en la historia de la humanidad. O se cree o no se cree. Pero profundizar en dicha creencia y someterla a un análisis con la razón y con el corazón, en realidad nunca se ha hecho, porque ya se encargó la Iglesia, velando sus intereses, de marcar con una cruz roja a aquellos que pretendían ir más allá y poner en duda los argumentos del Vaticano. Para ellos “Dios” es lo que ellos deciden que es y punto.

Porque ellos, los jerarcas de la Iglesia, nos han educado en una creencia ciega, obediente, sumisa y sin derecho a hacerse preguntas. Pero hoy es imposible mantener esa actitud, y ello conlleva que se busque la Verdad, sobre todo porque Jesús dijo que la Verdad nos haría libres. Y Jesús sí que es de fiar.

Pero Jesús nos habló de su Padre, y de su amor por El, y del Amor de El por todos sus hijos, sin excepciones.

Por tanto, sí que existe un Dios, Padre de Jesús, y, según Jesús, Padre de todos.
Es algo que El afirmó. Es algo real porque El fue real. Jesús fue y sigue siendo real.

Pero, ese Dios Padre… ¿Es el mismo del que habla la Iglesia? No, rotundamente no.

La Iglesia, y con ello millones de “creyentes”, siguen a un “dios” creado por ellos, a su imagen y semejanza, a su conveniencia.

Y no es un “dios” de Amor, porque el verdadero Amor lo mostró Jesús. Tampoco es un “dios” de Esperanza, ni de Justicia, ni de Verdad. ¿Por qué?, pues porque no hay Esperanza en la Iglesia, ni Justicia, ni Verdad. Y tampoco hay Amor.

Quien vive, experimenta, el Amor, lo refleja en su cara, en su mirada, en sus actos. Si alguien encuentra alguna señal visible en los rostros y en los actos de los jerarcas de la Iglesia, le agradecería que la señalara.

Otra cosa diferente son aquellos que, aun estando dentro de la Iglesia, viven o tratan de vivir las enseñanzas de Jesús.

Por ello, si queremos, o deseamos, o necesitamos, creer en Dios, debemos buscarle en el Padre de Jesús, en el Ser a quien Jesús llamaba Padre.

Pero, ojo, es posible que lo que encontremos no nos agrade demasiado, porque nos lo va a pedir todo, porque nos va a mostrar otro tipo de Esperanza, otro tipo de Justicia, otro tipo de Verdad. Y ahí no tiene cabida el moderno Sanedrín, ni los que quieren seguir entendiéndose, cohabitando y aprovechándose de sus influencias con el Sanedrín, que son los modernos fariseos.

Y volviendo al principio, “Creer en Dios” es algo mucho más profundo, mucho más mental, mucho más comprometido que la superficialidad con la que se manifiesta y con la que se vive. Todo aquel que diga o piense que “cree en Dios”, debería preguntarse hasta dónde está dispuesto a llegar, porque a Jesús su Padre le pidió todo.

Y sentarnos a esperar que El, Dios, nos saque de apuros o nos resuelva nuestros problemas, es la mayor estupidez que existe, porque lo que precisamente El, como Padre, espera de nosotros es que seamos maduros, conscientes, responsables y hermanos entre nosotros.

Creo que la historia de la humanidad ya se encargó de demostrar con creces que tenemos lo que creamos. Si creamos guerras, sufriremos guerras. Si creamos paz y progreso, disfrutaremos de la paz y del progreso.

Tenemos un planeta maravilloso. Tenemos una mente poderosa. Nos tenemos los unos a los otros, ¿Qué más queremos? ¿No estará esperando Dios a que lo usemos todo con inteligencia y así demos un paso evolutivo? ¿Vamos a seguir pidiéndole más de lo mismo?

Creer en Dios es creer en Su diseño, en Su idea, en Su proyecto. Pero Su diseño, Su idea y Su proyecto es, precisamente, el Hombre, la criatura Hombre.

Usemos, por tanto, lo que tenemos para dejar de ser egoístas e ignorantes. Pero, hasta la fecha, no lo hemos hecho. Por eso, y volviendo a la editorial anterior, hemos caído tan bajo y lo vamos a pagar muy caro. Y no sería la primera vez.

Pero no lo vamos a pagar muy caro porque Dios nos castigue, sino porque vamos a recoger los efectos de lo que hemos creado, las consecuencias de nuestros actos y de nuestros pensamientos. Es, sencillamente, una Ley, la Ley de causa y efecto.

¿Esperanza en que Dios nos lo arregle? No, El ya nos dio las herramientas y nos toca a nosotros usarlas. Es más, sería tremendamente injusto que lo hiciera.

La evolución se basa en corregir los errores y aprender de ellos. Y como somos criaturas diseñadas con una mente capaz de reflexionar, de deducir, de pensar y de sacar conclusiones, pues lo que nos queda es hacerlo o no hacerlo. Pero ese es nuestro problema, no el de Dios. Dios no tiene prisa, sabe que su Idea se acabará cumpliendo.

Y, personalmente, sí que creo en Dios. Pero no es el de la Iglesia y tampoco espero que me solucione nada.

Sin embargo le agradezco mucho que sea así, porque gracias a ello puedo crecer y ser más libre cada día, que es lo que El espera de mí. Y de todos.

Es más importante cumplir con lo que El espera de ti que tener esperanza en que te solucione tus problemas.

Para mí, creer en Dios es creer en mi capacidad, en mi potencial, como diseño suyo.

Para mí, cumplir con Dios es desarrollar esa capacidad, en la que, por supuesto, va incluido el Amor hacia todo lo que me rodea, sean personas o sea todo lo que existe en la Naturaleza.

Y también va incluida la búsqueda permanente de la Verdad, porque, como dijo el sabio…”sólo sé que no se nada”.

Publicado en la Revista FUSIÓN de Abril con el título: “Creer en Dios”

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