miércoles, octubre 07, 2009

"Yo le vi convertirse en doctor de pueblos" _ Entrevista a Alberto Granado, amigo del Ché / Víctor-M. Amela, “La Vanguardia" (España)



Alberto Granado y Ernesto "Che" Guevara cuando recorrían América

Estamos en la víspera. Mañana se cumplirán cuarentaidos años de que el médico argentino Ernesto Guevara La Serna, bautizado para la eternidad simplemente como “el Ché”, fue asesinado cobardemente.

Lo que fue, lo que es y seguirá siendo está en la memoria de los pueblos. Pero hoy queremos comenzar nuestro homenaje, cediéndole la palabra a su amigo entrañable, Alberto Granado, con quien recorrió América antes de ser político y convertirse en el personaje mítico.

Lo hacemos porque queremos que conozcan como se forjó un ejemplo de humanidad, desde sus primeros años. Y podamos comprobar así que un hombre de verdad no se hace en un dia. (Jesús Hubert)



“Tengo 82 años. Nací en Córdoba (Argentina) y desde 1967 vivo en Cuba. Soy bioquímico y farmacéutico. En 1952, Ernesto Guevara y yo viajamos en moto por Latinoamérica. Tengo tres hijos y cinco nietos. Lucho por un mundo mejor. Soy ateo. He asesorado Diarios de motocicleta, película sobre nuestra aventura que se estrena mañana ” Alberto Granado (4/11/2004)



-Recuerda el primer día que vio usted a Ernesto ché Guevara?

-¡Sí! Me lo presentó mi hermano menor. Eran compañeros de clase. Ernesto tenía 14 años. Yo tenía ya 20 años y entrenaba un equipo de rugby. Y Ernesto quería jugar...

-¿Le vio usted aptitudes para el rugby?

-No. No las tenía. Además, Ernesto era asmático... Pero yo tenía mucha fe en el deporte como terapia, y le entrené.

-¿Y qué tal?

-Ernesto era muy tenaz, muy cabezota. Era de los que discuten cosas a los profesores. Nos hicimos muy amigos. Al ser yo mayor, le adopté: me convertí en su protector. Hasta le enseñaba a bailar... Nunca lo hizo bien.

-¿Les unió el rugby y el baile?

-Ernesto era un buscador: leía mucho, tenía una enorme sensibilidad, y nos unieron las lecturas, nuestras inquietudes y sueños...

-¿Qué sueños?

-Los dos teníamos alma gitana: queríamos conocer el mundo, queríamos viajar hasta que la vida dijera basta, vivir viajando...

-¿Por dónde querían viajar?

-Por todo el mundo. Pero empezaríamos por Latinoamérica: aun siendo argentinos, ¡sabíamos más de Europa que de nuestro propio continente! Y quisimos palpar América.

-¿A qué se dedicaban por entonces?

-Yo me había licenciado como bioquímico y farmacéutico, y Ernesto estudiaba Medicina. Queríamos también visitar leproserías de Latinoamérica, para ayudar.

-Pero ¿con qué medios contaban para hacer ese gran viaje?

-Con una moto Norton 500 del año 39 que le compré a una enfermera por 800 dólares. Y, como no teníamos ahorros, decidimos que trabajaríamos por el camino.

-¿En qué?

-Hicimos de todo: lavaplatos, transportistas, braceros, pinches de cocina...

-¿Cuándo partieron?

-En 1952. Yo tenía 29 años y Ernesto 23. Su madre me culpó a mí de arrastrar a su hijo. Y los míos, a él... Me encomendaron que lo cuidara... Y su padre nos dio una pistola...

-¿La usaron alguna vez?

-Una vez nos sentimos amenazados por unos bandidos, y disparamos contra unos patos, por amedrentar. Nos dejaron en paz.

-¿Dejaban ustedes novias atrás?

-Sí, los dos. Mi moto se convirtió en mi novia. ¡Cómo amaba yo a esa moto!

-¿No tuvieron otras novias por el camino?

-De todo hubo... Ernesto era agudo, irónico, sardónico, resultaba muy atractivo a las mujeres... Y eso nos dio algún susto...

-¿Susto?

-Estábamos en un baile nocturno en un pueblo de Chile, y una mujer se le insinuó...

-¿Guapa?

-Muy sensual. Habíamos bebido, Ernesto entró al trapo... y tuvimos que salir corriendo: ¡era la mujer del gobernador! Quisieron pegarnos! Allí pudo acabar el viaje...

-¿Quién pilotaba la moto?

-Yo, y Ernesto iba detrás. Pero también manejaba él a veces, ¡le encantaba!

-¿Qué ruta seguían?

-Por carreteras y pistas de tierra rodamos hacia el sur, luego hacia el oeste y entramos en Chile, cruzando los Andes... Afrontamos tempestades de nieve, pero pasamos...

-¿Y qué momentos fueron más peligrosos?

-El peor fue en una carretera peruana: se rompió el eje del camión en el que íbamos y quedó la mitad oscilando sobre un precipicio de mil metros... Ahí sí vimos la muerte.

-¿Iban en un camión? ¿Y la moto?

-Se había roto en Chile. Lloré al despedirme de ella... Luego fuimos de polizones en un barco, de Valparaíso a Antofagasta, para visitar allí unas enormes minas de cobre...

-¿Por qué?

-Por conocer cómo vivían los mineros.

Nos indignamos mucho al ver el trato inhumano y explotador que recibían. Ernesto increpó a uno de los capataces y, furioso, arrojó una piedra contra uno de los camiones...

-¿Nació en ese viaje su conciencia política?

-Yo presencié cómo Ernesto crecía durante el viaje: al principio lideraba yo, pero desde la mitad del viaje, el líder era él.

-¿Qué fue lo que más marcó al futuro Ché?

-Además de las minas, una anciana agonizante en Valparaíso, una obrera: él la atendió, la consoló... Y dos mineros en paro, despojados: Ernesto les dio una de nuestras dos mantas, y él y yo compartíamos la otra...

-Palparon ustedes la pobreza...

-Palpamos las injusticias, los abusos y explotaciones, la miseria en que los gobiernos tenían a sus pueblos. En Lima nos acogió el doctor Pesce, que nos dio a leer al poeta Vallejo, a Gramsci... Eso nos influyó. Después descendimos por el Amazonas en una balsa...

-¡Qué gran aventura!

-En Iquitos nos demoramos ayudando en una leprosería. El último día, cuando todos acudían a despedirnos entre lágrimas, miré a Ernesto ¡y lo vi!: el médico de cuerpos se había convertido en doctor de pueblos...

-Guevara sería luego un icono del siglo XX.

-Eso nos disgustaba a los dos: que su rostro fuera idolatrado... ¡Pero así son las cosas!

-¿Cómo acabó aquel viaje?

-Fuimos a Colombia y Venezuela... Allí, nueve meses, y 8.000 kilómetros después, nos separamos: él voló a Argentina para examinarse de Medicina. Pero aquel gran sueño nos había cambiado ya para siempre. Años después nos encontramos en Cuba, donde he fundado muchos hospitales y donde moriré.

-Cuando mataron al Ché, ¿qué sintió?

-Que me arrancaban la vida. Que ya no podría seguir viviendo. Pero aquí estoy...

-Si hoy viviera, ¿qué haría el Ché?

-Estaría luchando por mejorar el mundo.
Tomado del diario español La Vanguardia, edición del 04/11/2004

Puede descargar gratuitamente “Diario de Motocicleta” de Ernesto Gurevara a través de la siguiente página: http://www.bibliotheka.org/?/ver/28351