sábado, marzo 15, 2008

Si no te gustan las respuestas que recibes, cambia tus preguntas_Escribe: Dr. Camilo Cruz

EL PODER DE LA PALABRA.

"Te convertirás en aquello en lo que pienses constantemente. Cada día, cada minuto, cada segundo de tu vida estás construyendo tu futuro con tu manera de pensar". Earl Nigthingale.

La persona promedio habla consigo misma más de la mitad de su día. Gran parte de ese diálogo interno ocurre con preguntas y respuestas. Cuando enfrentamos cualquier situación que requiera una respuesta de nuestra parte, ya sea que estemos evaluando una propuesta que alguien nos presente, buscando las causas de una caída que sufrimos, o que estemos experimentando un dolor físico, nuestra mente evaluará dicha situación preguntándose: ¿Qué quiere decir esto? ¿Por qué me está sucediendo a mí? ¿Qué debo hacer y cómo debo responder?

Sin importar la naturaleza de la situación que estés enfrentando, éstas tres preguntas parecen ser siempre la manera en que tu mente busca comprender lo que está sucediendo: ¿Qué es esto?, ¿Por qué yo?, ¿Qué hago? Y para responder a estos interrogantes, tu mente simplemente buscará en los archivos de tu subconsciente la respuesta más acertada posible, basada en la información que allí encuentre -sea cierta o no-.

Si después de sufrir una derrota -así haya sido una caída menor- te preguntas: ¿Por qué será que a mí todo me sale mal? Inmediatamente tu cerebro comenzará a buscar respuesta a esta pregunta. Entiende bien; no dije que tu mente comenzará a buscar la causa de aquella derrota, sino que buscará la respuesta a la pregunta que formulaste.

Lo primero que tu mente seguramente encontrará es que, basado en tus experiencias anteriores, ésta no es una apreciación real, ya que no todo lo que has intentado en tu vida te ha salido mal. Así que, a falta de evidencia real que respalde la exageración implícita en tu pregunta, continuará examinando otra información que se encuentre en tu subconsciente. Tomará en cuenta todo aquello que hayas escuchado de otras personas respecto a las caídas; lo que tú mismo te hayas dicho; lo que hayas leído, visto en televisión, o escuchado en algún lado, y basado en todo este caudal de información, precisa o imprecisa, real o ficticia, te dará una respuesta. Y a lo mejor la respuesta es: ¡Esto te pasa porque no sirves para nada!

¿De dónde salió esta respuesta? Es difícil determinarlo con exactitud; a lo mejor fue un comentario que alguien te hizo tiempo atrás cuando experimentaste otra caída, o lo escuchaste una y otra vez en tu casa, o quizás lo leíste esa mañana en el horóscopo. De donde quiera que haya salido, lo cierto acerca de esta respuesta es que lo único que ha logrado es que ahora te sientas peor de lo que te sentías antes. Es simple, si formulas una pregunta estúpida, seguramente recibirás una respuesta estúpida.

La ley de la atracción explica claramente que si las respuestas que recibes, ciertas o erradas, están creando sentimientos y emociones negativos es porque estás formulando las preguntas equivocadas.

Por ejemplo, piensa por un momento en las siguientes preguntas que muchas personas se hacen con sorprendente regularidad:

¿Por• qué esto siempre me sucede a mí?
¿Por• qué me es tan difícil aprender cualquier cosa?
¿Por• qué será que el dinero nunca me alcanza?
¿Por• qué tengo tan mala suerte?
¿Por• qué seré tan gordo?

¿Cómo afectan estas preguntas tu actitud? Recuerda que la calidad de vida que experimentas depende de la calidad de las preguntas que te hagas.

Por ejemplo, si te preguntas, ¿por qué seré tan gordo?, prácticamente te estás condicionando para seguir así, y tu cerebro así lo asume. De manera que la única respuesta que puede darte es: "Eres gordo y estás gordo porque comes continuamente, sin ningún control".

Ahora, ¿cómo te hace sentir la respuesta que tu mente te dio, mejor o peor? ¿Te da alguna idea para solucionar tu problema? ¿Te impulsa a asumir el control de la situación o, por el contrario, te hace sentir más incapaz? Lo errado de esta pregunta es que en ella está implícita la idea de que tú eres tu gordura, que ése eres tú, que eso no es circunstancial sino que es parte de tu naturaleza, lo cual no es necesariamente cierto.

Si quieres perder peso, la pregunta que debes hacerte es: ¿Qué puedo hacer para adelgazar y llegar a mi peso ideal? ¿Ves la diferencia?

Es más, puedes ir un poco más lejos y decir: ¿Qué me comprometo a hacer para adelgazar y llegar a mi peso ideal, empezando hoy mismo y disfrutando mi decisión? En esta pregunta está implícito, no sólo que es posible lograrlo, sino que es posible disfrutar del proceso. Estás expresando un compromiso, y le estás pidiendo a tu mente ideas claras que puedas poner en acción inmediatamente.

¿Ves la enorme diferencia que hace la calidad de las preguntas que formules? Es sencillo, si haces mejores preguntas, obtendrás mejores respuestas. Asegúrate también que tus preguntas vayan orientadas a buscar los recursos que ya se encuentran dentro de ti y que te pueden ayudar a solucionar cualquier situación que enfrentes.

Veamos otra pregunta que con frecuencia se hacen muchas personas: "¿Será que puedo hacer esto?"

Esta pregunta lleva implícito un sentimiento de duda e inseguridad acerca de tu propio potencial. Da como un hecho la posibilidad de que las habilidades que necesitas para lograr lo que quieres no se encuentren dentro de ti. ¿Cuál es el resultado? Si preguntas con duda, sólo tendrás acceso a los estados mentales de duda que se encuentren en tu cerebro, y sólo obtendrás respuestas que justifiquen esa duda. Inmediatamente, tu mente buscará enfocarse en todas las debilidades que existan en tu vida que justifiquen esa duda, en los posibles fracasos, en las graves consecuencias de intentar algo sobre lo cual no estás absolutamente seguro.

¿Qué clase de respuesta crees que recibirás? Seguramente algo así como: "¡Estás loco! Tú no sabes nada de eso. Mejor no hacer nada que arriesgarte a enfrentar un fracaso seguro".
Así que, ¡haz preguntas que te fortalezcan!

Cuando sufras una caída, en lugar de hacerte las mismas preguntas debilitantes de siempre, formúlate preguntas que te fortalezcan, que atraigan hacia tu vida respuestas que te den orientaciones más claras. He aquí algunas de ellas:

¿Qué• lección puedo aprender de este revés?
¿Cómo• puedo utilizar esta caída para crear más poder en mi vida?
¿Qué• puedo obtener de esta situación para que me ayude a crear una mejor vida?
¿Qué• nuevas oportunidades me brinda el tropiezo que acabo de sufrir?

La decisión es tuya, ¿vas a utilizar tu diálogo interno para crear limitaciones en tu vida o para crear oportunidades? Porque este diálogo influirá en ti y te afectará mucho más de lo que te imaginas y no hay nada que puedas hacer para evitarlo. La opción que tienes es escoger entre utilizarlo como una herramienta de programación positiva o como un arma de autosabotaje.

EL EXTRAORDINARIO PODER DE LAS AUTOAFIRMACIONES

Hace algún tiempo, en un seminario sobre el desarrollo de la autoestima, el doctor Alan Zimmerman, del Management Center de la ciudad de Miniápolis, en los Estados Unidos, realizó un experimento que dejó muy en claro el poder de las autoafirmaciones.
El doctor Zimmerman pidió a un joven de la audiencia que saliera al frente, extendiera sus brazos hacia los lados, y los sostuviera en dicha posición lo más rígido posibles, mientras él trataba de empujarlos hacia abajo. Con cierta dificultad, logró moverlos unos pocos centímetros. Lo que buscaba era tener una idea clara de la fuerza que este joven tenía en sus brazos.
Posteriormente, le pidió al joven que durante unos treinta segundos repitiera en voz alta una serie de afirmaciones negativas como: ¡Soy feo! ¡Soy un perdedor! ¡Soy un estúpido! ¡No sirvo para nada!, y otras cosas por el estilo. Inmediatamente después le pidió sostener nuevamente sus brazos extendidos y rígidos, y de nuevo comenzó a empujarlos hacia abajo. Lo sorprendente es que esta vez logró doblarle los brazos con una facilidad impresionante.

Todo lo que se necesitó fueron treinta segundos de programación negativa para afectar la autoestima de este joven al punto que perdió inclusive su fuerza física. Mi espíritu científico me obligó a probar personalmente este experimento y lo hice en una de mis presentaciones. Los resultados fueron exactamente los mismos. Yo sabía el efecto que las afirmaciones negativas podían tener sobre la actitud de una persona, pero me impresionó ver lo que podían hacer sobre el nivel energético del cuerpo.

Al respecto, Napoleón Hill observaba que uno llega a creer cualquier cosa que se repita a sí mismo, así sea una afirmación verdadera o falsa. Si alguien repite una mentira una y otra vez, con el tiempo la aceptará como algo cierto. De ahí en adelante, la mente comenzará a aceptarla como una verdad absoluta, y actuará de acuerdo a esta nueva realidad que ha programado.
¿Qué puedes hacer con esta información? Empieza por cambiar las afirmaciones negativas que has utilizado hasta el momento, por afirmaciones positivas que dibujen en tu mente los resultados que deseas obtener. Formúlalas en tiempo presente, como si ya estuvieran ocurriendo o fueran a ocurrir en un futuro inmediato. Recuerda que cuentas en este momento con todo lo que necesitas para triunfar. Tú tienes que creer esto. Ésta es la única manera de utilizar el poder que se encuentra guardado en el interior de tu subconsciente.

Si estás seriamente interesado en descubrir cómo utilizar este poder, los siguientes pasos te ayudarán a redireccionar tu diálogo interno:

1. Toma unos minutos para examinar algunas de las expresiones que sueles utilizar con mayor frecuencia, especialmente aquellas que te están limitando y debilitando. Escríbelas y léelas un par de veces. Examina cada expresión y piensa si estas afirmaciones te están ayudando o perjudicando. Cuestiónate si están contribuyendo a construir una mejor autoestima o si te están debilitando como persona.

2. Descubre por qué comenzaste a utilizarlas. ¿Cómo llegaron estas ideas a ser parte de tu diálogo interno? ¿Quién las puso en tu mente? ¿Qué propició el que comenzaras a sentirte de esa manera? Te vas a sorprender de la manera tan absurda en que muchas de estas ideas que nos limitan han llegado a nuestra mente. Quizás fue un amigo de la escuela a quien admirabas quien te dijo que no servías para nada, y desde entonces has vivido con esa idea enterrada en tu subconsciente. Es posible que hoy, esa misma persona, ya no sea tu amiga, o sea una persona inestable, incapaz de mantener un trabajo por más de seis meses desde que salieron de la escuela y sea ella quien no ha logrado mucho con su vida. Pero, absurdamente, tú aún sigues guardando su opinión personal en tu subconsciente, y has terminado por aceptarla como una verdad absoluta.

Imagínate lo que habría sucedido si Albert Einstein hubiera escuchado a aquel médico que diagnosticó que era un retrasado mental debido a su aparente dificultad para articular las palabras, o al profesor que lo criticaba por sus continuas ausencias mentales durante la clase y que sugirió a sus padres que lo sacaran de la escuela ya que era una distracción para los demás alumnos. Nadie recuerda el nombre o los logros de aquellas dos personas, pero todos sabemos quien fue Albert Einstein y cuales fueron sus contribuciones en el campo de la ciencia, Así que la próxima vez que alguien emita una crítica acerca de tus habilidades no te apresures a aceptarla sin cuestionar su validez.

3. Pregúntate si estas afirmaciones que son parte de tu diálogo interno son ciertas o simplemente son de esas expresiones que se dicen muchas veces sin saber por qué, o si aún tienen alguna validez.

¿Te has puesto a pensar que quizás cuando tu profesor de cuarto grado te dijo que "tú eras la persona menos creativa del mundo", fue porque, en realidad, a esa edad era poco creativo, o peor aún, porque él estaba de mal genio y lo primero que se le vino a la mente fue esa exageración? ¡Pero eso fue hace más de veinte años! Entonces, ¿por qué hoy, siendo todo un profesional, cuando debes desarrollar una nueva campaña de mercadeo en tu trabajo, permites que esa idea que ha reposado en tu mente desde aquella época te paralice y sabotee tus posibilidades de triunfar? Te aseguro que si realizas este ejercicio, te vas a deshacer de la mitad de tus limitaciones.

4. El cuarto paso es el más importante. Elimina estas ex presiones de tu vocabulario. ¿Cómo? Toma la decisión de no volver a utilizarlas, teniendo cuidado con la manera como te expresas y, si un día sin querer repites alguna de estas expresiones, corrígete inmediatamente.

5. Escribe una serie de expresiones que reafirmen tu verdadero potencial y dibujen las imágenes mentales que quieres ver. Si la idea que siempre sabotea tu éxito es "no soy nada creativo", y éstas son las primeras palabras que salen de tu boca siempre que alguien te pide que crees algo, entonces, detén ahora mismo este autosabotaje y cámbialo por una afirmación como: "¡Soy una persona creativa! No un poco creativo, sino muy creativo; tengo excelentes ideas y disfruto creando nuevos conceptos".

Sin embargo, cuando leas el enunciado de tu deseo, recuerda que la sola lectura de estas palabras no traerá ninguna consecuencia, a menos que las expreses con fe y convicción. Las palabras indiferentes, recitadas sin emoción, no influyen en el subconsciente. Por mucho que quieras, no podrás engañarte a ti mismo. Tu subconsciente reconoce y actúa sólo en los pensamientos impregnados y magnetizados con emociones positivas. Tu mente tiene la habilidad de percibir la verdadera intención detrás de tus palabras. De igual manera, recuerda que el universo sólo premia el esfuerzo persistente.

Es posible que todo esto suene tan simple y tan extraño que creas que no va a funcionar. Hazlo de todas maneras. Si lo haces, tienes fe en que funcionará y te das tiempo para cambiar, te puedo asegurar que cambiarás.

LAS AUTOAFIRMACIONES SON PROFECÍAS HECHAS REALIDAD.

No hay mejor manera de poner a prueba la ley de atracción que cuando le dejamos saber al mundo sobre una meta que pretendemos lograr. Cuando sin temores y poniendo nuestra reputación y nuestro ego en la línea, anunciamos en voz alta, con convicción y sin ninguna duda, que nos proponemos lograr algo.

Eso fue lo que hizo Roger Bannister. Durante más de cinco décadas de competencia olímpica, ningún atleta había podido acercarse a la marca impuesta en 1903 para la carrera de la milla. En aquella ocasión, Harry Andrews, entrenador olímpico del equipo británico había profetizado: "el récord de la milla de 4 minutos, 12.75 segundos, nunca será superado".

Existían aún menos posibilidades de correr algún día dicha carrera en menos de cuatro minutos. De acuerdo a muchos, esa era una hazaña imposible de realizar.

Los atletas escuchaban de los "expertos" una multitud de razones que respaldaban la afirmación hecha por Andrews. Inclusive la comunidad médica advertía a los atletas sobre los peligros asociados con intentar la absurda proeza de correr una milla en menos de cuatro minutos. Como resultado de esta creencia, en los siguientes cincuenta años los mejores atletas del mundo llegaron muy cerca de este récord, pero ninguno logró superarlo. ¿Por qué? Porque los médicos habían dicho que era imposible. Los científicos opinaban lo mismo y afirmaban que el cuerpo no soportaría tal esfuerzo y que el corazón literalmente podría explotar.

Muchos de nosotros, con frecuencia, somos víctimas de las influencias negativas de otras personas; aceptamos su programación negativa sin cuestionamientos. Al hacer esto, permitimos que otros siembren en nuestra mente falsas creencias que nos limitan física, emocional e intelectualmente.

Todo cambió el día en que el joven corredor británico Roger Bannister hizo un anuncio público: Él correría la milla en menos de cuatro minutos. En realidad, la decisión de lograr tal hazaña era algo que le venia dando vueltas en su cabeza desde dos años atrás. En 1951, Roger había capturado el título británico en la carrera de la milla y sintió que estaba preparado para la competencia olímpica. Infortunadamente, cambios de último minuto en el horario de las competencias de los Juegos Olímpicos de 1952 lo forzaron a competir sin suficiente descanso entre sus dos eventos y terminó en cuarto lugar. Como era de esperarse, el joven atleta debió soportar todas las críticas de la prensa deportiva británica quien culpó su estilo de entrenamiento poco ortodoxo por su pobre actuación.

Al escuchar esto, el joven atleta resolvió reivindicar su nombre anunciando públicamente que rompería la aparentemente imposible barrera de los cuatro minutos. Todo el mundo pensó que había perdido la razón, desde la prensa deportiva hasta la comunidad médica.
Su oportunidad llegó el seis de mayo de 1954, después de varias caídas y decepciones. En la Universidad de Oxford, Roger logró lo imposible; corrió la milla en menos de cuatro minutos y sobrevivió. El mito se había roto.

Cuando esta noticia le dio la vuelta al mundo algo sorprendente sucedió. En menos de un año, 37 atletas ya habían superado esta misma marca. El siguiente año, más de 300 atletas registraron marcas por debajo de los cuatro minutos. Hoy, inclusive estudiantes de escuela secundaria rompen con facilidad la marca de los cuatro minutos para la carrera de la milla.

Cuando le preguntaron a Bannister cómo era posible que tantas personas hubiesen aprendido a correr tan rápido en tan poco tiempo, él respondió: "Nada de esto ocurrió porque de repente el ser humano se hubiese convertido en un ser más rápido, sino porque entendió que no se trataba de una imposibilidad física sino de una barrera mental". Lo único que hicieron estos atletas fue desalojar de su mente las creencias limitantes que los habían detenido para utilizar su verdadero potencial durante más de cinco décadas.

Todos tenemos muchas de estas mismas barreras mentales. Muchos de nosotros simplemente decidimos deshacernos de ellas en algún momento a lo largo de nuestra vida, con la esperanza de descubrir nuestro verdadero potencial. Tú puedes hacer lo mismo. Lo único que necesitas es identificar las falsas creencias que han limitado tu vida hasta ahora y reemplazarlas por ideas que te fortalezcan y te permitan utilizar el poder que ya reside en tu interior y que sólo espera ser utilizado para ayudarte a alcanzar tus metas más profundas.

Lo que quiero que entiendas es que muchas de tus limitaciones no son físicas, ni tienen que ver con tu capacidad mental, tus dotes o tus talentos, sino con creencias limitantes, que en su mayoría son ideas erradas acerca de tu verdadero potencial y de lo que es o no es posible.

¿QUÉ TAN CIERTO ES NUESTRO DIALOGO MENTAL?

La programación negativa es el resultado de expresiones o generalizaciones que utilizamos a menudo, sin detenernos a calcular su validez. Recuerdas la anotación de Napoleón Hill: "uno llega a creer cualquier cosa que se repita a sí mismo, ya sea una afirmación verdadera o falsas". Afirmaciones como: "Nada me sale bien", "nunca me tienen en cuenta" "siempre me toca lo peor", Iodos se burlan de mí", te desarman y te limitan aunque no sean apreciaciones válidas de la realidad.

Porque lo cierto es que cuando alguien dice "nada me sale bien" generalmente lo que quiere decir es las dos últimas cosas que he intentado no me han salido como hubiese querido.
Sin embargo, cuando tú afirmas que "nada te sale bien" lo que tu mente realmente escucha es: "Eres un fracasado", "date por vencido", "entiende que tú no sirves para nada". Así que después de escuchar esto, no es de extrañar que te sientas abatido. Piensa por un momento en las implicaciones de una expresión como "nada me sale bien". Si en realidad nada te sale bien; ¡absolutamente nada!, pues, la verdad es que lo único que puedes hacer es admitir que eres un fracasado.

Pero antes de apresurarte a aceptar esta nefasta realidad, la próxima vez que te sientas tentado a utilizar esta expresión, pregúntate: "En verdad, ¿nada me sale bien? ¿No ha habido nunca en mi vida una situación en la que algo me haya salido bien? o ¿qué es exactamente lo que me ha salido mal?"

Si cambias tú diálogo interno puedes ser mucho más objetivo y aprender de los errores cometidos. Si tu diálogo interno es "nada me sale bien y lo aceptas como una realidad, la siguiente pregunta que tu cerebro se hará es: "¿Por qué será que a mí nada me sale bien?" La única respuesta posible que el cerebro puede darte ante una generalización como ésta es "porque eres un fracasado". ¿Qué aprendiste de esta respuesta? Absolutamente nada, y ahora te sientes peor que antes.

Pero si adoptas el diálogo interno adecuado y aceptas que en el pasado has hecho muchas cosas bien, podrás replantear tus interrogantes y preguntarte: "¿Qué fue exactamente lo que no salió bien en esta ocasión? ¿Cómo puedo hacer esto mejor la próxima vez para obtener los resultados que deseo? ¿Dónde estuvo el error específicamente y qué puedo aprender para no cometer el mismo error otra vez?" Cualquiera de estas preguntas te ayudará a convertir esta caída en una experiencia de la que puedes aprender, en lugar de permitir que defina quién eres como persona. Porque haber fracasado no es sinónimo de ser un fracasado.

De igual manera, cuando digas: "todos me rechazan", piensa qué tan cierto es lo que dices. ¿Quieres decir que hasta la fecha, todos te han rechazado en tu vida? Eso no puede ser cierto, de lo contrario ya estarías muerto. Entonces, la próxima vez que te encuentres diciendo "todos me rechazan" quiero que observes la imagen mental que genera esta afirmación. ¿Cuántas personas hay en la imagen mental que tu mente ha creado cuando afirmas esto? ¿Miles de personas dándote la espalda? ¿Cientos? ¿Una docena? Quizás sólo hay una persona o tal vez ninguna.

Cuando dices Iodos me rechazan", o "nadie aprecia mi trabajo", tu mente debería poder instantáneamente dibujar una imagen en la que se encuentren todas las personas que te han rechazado al mismo tiempo. No obstante, si cuando dices esto, sólo ves la imagen de tu amigo que acaba de rechazar una propuesta que le hiciste o la de dos compañeros de trabajo que, justo recién, rechazaron el plan que les presentaste, entonces esa afirmación es obviamente una exageración. En tal caso deberías ser un poco más objetivo y preguntarte: "¿Quién me ha rechazado específicamente? Entonces te darás cuenta que no es todo el mundo sino sólo una persona. Lo significativo de esto es que es mucho más fácil lidiar con el rechazo de una persona que responder al rechazo de cientos o miles de personas. Una persona es mucho más manejable.

Ahora bien, si deseas ser aún más objetivo, entiende que lo que tus compañeros de trabajo rechazaron no fue a ti sino a tu plan. En lugar de cuestionarte: ¿Por qué será que todas las personas siempre me rechazan? Pregúntate: ¿Qué fue específicamente lo que mis compañeros rechazaron de mi plan? ¿Por qué lo hicieron? ¿Tienen la razón? ¿Puedo cambiarlo? ¿Ves la enorme diferencia? De estas preguntas sí puedes aprender. Todos estos interrogantes pueden aumentar tu poder y fortalecerte, mientras que la pregunta anterior te limitaba y te hacía más débil. Si no te gustan las respuestas que tu mente te está dando o si no estás aprendiendo mucho de ellas, es hora de aprender a replantearlas. Recuerda, tu mente siempre te dará lo que le pidas.
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