Cuántas vidas destruidas por el miedo y la culpa.
La ley humana y divina están hechas para servir al hombre y no a la inversa. Normas, regulaciones y prohibiciones tienen como objetivo preservar el tejido social y evitar la caotizaciòn de las relaciones humanas. Pero nada más.
La norma es exterior al hombre. La decisión es interior y personal de cada ser humano.
De allí el matrimonio, el contrato…”la” obligación…la autorización para poder tener sexo, cuando en realidad el sexo definitivamente no es una base suficiente para instaurar, con solución de continuidad y permanencia, una pareja estable.
Fornicaciòn, adulterio, infidelidad, promiscuidad…diversos calificativos para lapidar la experiencia de dos personas uniéndose sexualmente por necesidad, por placer o…por comunión.
Paradójicamente para saltarse con garrocha las prohibiciones y las resistencias formales o interiores de la otra parte, muchas, infinidad de veces se miente “amor eterno” cuando solo se quiere compartir una relación sexual.
Entonces cabe preguntarse, de dónde surge la mentira, el engaño, la frustración y el dolor. …¿del acto carnal o de la mentira socialmente necesaria para poder compartir sexualmente?.
Adulterio viene de adulterar, de falsificar algo que no se siente. Pero ¿dónde está el “adulterio” o la "fornicaciòn" transgresora: en la pareja circunstancial que se necesita, que se desea sexualmente con transparencia y en libertad, o …en esos matrimonios compulsivos, basados en amores mentidos y falsos?.
Toda relación humana, que no sea filial, en su escala de desarrollo de menos a más, tiende a la plenitud.
Y en ese impulso hacia la unidad suprema, inscrito en nuestros genes, puede surgir en su intensa necesidad de compartirse, el impulso legitimo de compartirse .... tambièn sexualmente.
Si el encuentro es sincero y responsable, ¿dónde está el “pecado”?
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