Los espacios religiosos son lugares de encuentro gregario, escenarios de socialización, que terminan muchas veces al conocerse a la pareja buscada.
El “conocimiento” se circunscribe a la repetición cuidadosa –temerosa, diría mas bien- de frases hechas, sacralizadas por la institución.
Palabras unidas a otras palabras, siempre exteriores a la persona. Referencias de conducta, de juicio o de culpa…
El sonido, la grafía…son, como dice el Maestro Osho, medios limitados para expresar realidades ilimitadas.
El tomar conocimiento de algo a través de las palabras es como ingresar a través de una puerta... pidamos de corazòn al Padre, de toda sabiduria, que nos permita entrar. (Jesús Hubert)
Es algo muy esencial comprender esto, porque siempre ha sucedido y va a suceder siempre en el futuro también. No va a haber ningún cambio. Cada enseñanza inevitablemente se corromperá; está en la naturaleza misma de las cosas. Del mismo modo en que todo niño ha de envejecer un día y todos los que nacen van a morir un día, cada enseñanza, por necesidad, inevitablemente, ha de ser corrompida. No puede evitarse. No es que los grandes Maestros no lo hayan intentado; han hecho lo posible, pero no puedes ir en contra de las leyes de la naturaleza. Nadie puede ir en contra de las leyes de la naturaleza.
Hay siete cosas a tener en cuenta:
La primera es la experiencia del Maestro mismo. Cuando él experimenta la verdad no hay mente en absoluto. Es un estado de no-mente, o como lo llama Dionysius un estado de agnosia - inocencia absoluta, ni un sólo pensamiento se mueve en la mente. Por eso el sistema de la memoria no está funcionando; la mente está en un estado completo de no funcionamiento. Está congelada, está absolutamente quieta.
Éste es el momento en que la enseñanza es perfecta, pero nada ha sido enseñado. La enseñanza todavía no se ha vuelto enseñanza, nada ha sido dicho, nada se ha oído. De hecho, ni siquiera el Maestro es todavía consciente de lo que ha sucedido.
Algo ha sucedido, pero él está simplemente tan perdido en ello que no hay posibilidad de que se dé cuenta de esto. Darse cuenta de algo significa división, el observador y lo observado; la experiencia se ha dividido. Cuando la experiencia sucede es indivisible. No hay alguien que conoce, y no hay algo que conocer...no hay sujeto...no hay objeto...todo es silencioso. Ésta es la enseñanza más perfecta.
La segunda etapa es cuando el Maestro se hace consciente de lo que ha sucedido -ha comenzado la corrupción, aun dentro del Maestro. No ha dicho ni una sola palabra, pero una vaga consciencia ha comenzado a surgir en él. La experiencia ya no es indivisa; está dividida, ha sido de uno a dos. No es más la misma, no es el todo. Parte de ella se ha vuelto subjetividad - el que conoce, el observador, la consciencia- y la otra parte se ha vuelto el objeto - lo conocido, lo experimentado. Ésta es la primera corrupción, y sucede dentro del Maestro.
La tercera es: el Maestro formula su experiencia, empieza a hacerla más clara, más expresable. Ahora hay no solamente dos sino tres cosas. Uno es dividido en tres: el sujeto, el objeto y la mente, porque sin la mente nada puede ser articulado. La mente es el experto. Hay que usar el lenguaje, hay que usar la lógica. Hay que despertar a la mente de su profundo sueño, la mente tiene que ser convocada. Del mismo modo en que un día el Maestro había luchado duramente para poner la mente en un estado de profundo congelamiento, ahora lucha duramente para descongelarla, porque sin mente no hay posibilidad de ser absolutamente claro acerca de lo que ha sucedido. Tiene que ser conceptualizado.
Ahora bien, en el momento en que la experiencia última se conceptualiza ocurre una gran corrupción, porque lo que no tiene palabras es forzado a entrar en la palabra. Y las palabras son cosas pequeñas, y la experiencia es tan vasta como el cielo... ni siquiera el cielo es su límite. Lo ilimitado tiene que ser puesto dentro de límites. Naturalmente, se perderá mucho.
Primero era todo el cielo con todas las estrellas... con todo su infinito y su eternidad. Ahora es solamente una pequeña ventana con un marco, un marco hecho por el hombre. Ahora estás mirando a través de la ventana: ya no es más todo el cielo sino sólo una pequeña parte de él.
Y la cuarta cosa por entender es la expresión. Por gran compasión... por amor, al Maestro le gustaría compartir con otros lo que ha sucedido, porque puede ver millones de personas buscando a tientas en la oscuridad del mismo modo en que él buscaba a tientas un día. Puede ver a todos buscando a tientas en la misma oscuridad, con la misma confusión, con la misma desdicha, y ahora él está en un estado en el que puede ayudar. Por lo menos puede indicar el camino, por lo menos puede mostrar algo del más allá. Puede hacer que algo suceda, puede poner en marcha algún proceso.
Tiene que usar el arte de la sincronicidad. Tiene que cantar la canción para que tu canción que está en estado de semilla comience a extenderse hacia el cielo, para que tu semilla se quiebre, para que tu canción también comience a tener un anhelo. Tu corazón tiene que ser conmovido.
El Maestro habla, pero en el momento en que habla, aún más se pierde, porque conceptualizar dentro de ti mismo es una cosa, comunicarlo a otro es totalmente diferente. Ahora tienes que mirar a la otra persona, a lo que él puede entender; solamente eso puede ser dicho. Tienes que llegar a la posibilidad más baja porque es allí donde existen las personas. Tienes que usar un lenguaje que ellos puedan entender.
El Buda no puede usar el lenguaje que solamente otros Budas pueden entender. Ha llegado a las cimas bañadas por el sol, pero tiene que regresar; tiene que descender a la oscuridad del valle. Tiene que usar tu lenguaje, tus expresiones, tus modos de decir las cosas. Y naturalmente, casi el noventa y nueve por ciento se pierde; solamente uno por ciento es expresado, y eso también necesita de un Maestro muy hábil. No todos los Maestros han logrado expresar ni siquiera el uno por ciento; muchos han permanecido en silencio al ver que no tienen la destreza.
Cuando yo decidí volverme profesor en la universidad, algunos de mis amigos que estaban conscientes de lo que me había sucedido, me preguntaron, "¿qué vas a hacer?".
Yo les dije: "será bueno si puedo ser profesor durante algunos años, me ayudará tremendamente: me dará la destreza. Ahora tengo algo que expresar, tengo algo que compartir, pero es necesaria la destreza. El mejor profesor es el que puede ayudar a que lo entienda la última persona que lo esté oyendo, la persona más inferior en inteligencia. Por supuesto que los mejores comprenderán fácilmente, pero tienes que tener en cuenta a esos que no son tan inteligentes".
Y la humanidad, la mayor parte de la humanidad, no es inteligente en absoluto. Vive de un modo muy estúpido; vive en la mediocridad. Su consciencia está tan cubierta de polvo y de óxido que su cualidad de reflejar se ha perdido completamente. No puede reflejar nada, no puede hacer eco a nada. Es necesaria una gran destreza; sólo entonces puede ser expresado el uno por ciento de la experiencia.
Y la quinta cosa es oír la experiencia. Ahora que el Maestro ha hablado ya no es más el amo de lo que ha dicho. Ahora la persona que ha oído se vuelve el amo, ahora es su posesión. Hasta ahora la corrupción estaba sucediendo dentro del Maestro, porque él estaba llevándolo al nivel de la mente. Una vez que él ha hablado entonces entra en una mente que nunca ha experimentado nada de lo desconocido, nada de lo del más allá. En la entrada misma, de ese uno por ciento se pierde casi el noventa por ciento. Es inevitable que sea así porque cada uno comprende las cosas a su propio modo, según su propio condicionamiento, sus experiencias pasadas, su filosofía, su religión, su ideología.
Nadie escucha en silencio. Si escuchas en silencio, entonces hay una posibilidad de que puedas atrapar el uno por ciento, y eso es suficiente para que seas transformado. Una vez que una pequeña llama entre en tí... todo el bosque se encenderá pronto. Ese uno por ciento es suficiente... ¡Es fuego puro! Te encenderá.
Pero ni siquiera ese uno por ciento entra alguna vez. Entra solamente en los que son devotos, los que son totalmente devotos del Maestro, los que no ponen condiciones, no tienen obstáculos, los que son casi como sombras, los que se han puesto de lado completamente. De no ser así, comúnmente la sexta cosa sucederá inevitablemente: la interpretación. La persona que oye va a interpretarlo.
En el momento en que tu mente se encuentra con cualquier palabra, inmediatamente la interpreta, no puede permitir que permanezca tal como es.
Mirando una rosa tu mente inmediatamente dice: ¡una hermosa flor!"... no puedes resistir la tentación de decirlo. Puede ser que no lo digas a nadie, pero en lo profundo te lo has dicho a ti mismo: "¡qué hermosa flor!". No podías permanecer en silencio con esta belleza. Es inevitable que suceda la interpretación.
Ahora ustedes están aquí, cristianos, judíos, musulmanes, jainas, budistas, parsis, sikhs, todo tipo de ideologías, todo tipo de filosofías están en sus mentes. Cuando oigas algo, le darás tu color. Entonces ni siquiera queda el cero coma uno por ciento. ¿Qué hablar de uno por ciento? Ni siquiera queda el cero coma uno por ciento. Se ha diluido tanto, se ha contaminado tanto, que casi es otra cosa.
Y está la séptima posibilidad: en el momento en que el oyente comienza a decirle a otros lo que él ha oído...
Todos los sutras budistas comienzan con: "Yo he oído al Bendito decir esto...". Buda nunca escribió un libro, ni lo hizo Cristo, ni Lao Tse; todos dependieron de la palabra hablada. Hay una razón para esto: porque mientras yo estoy hablando, la palabra es una cosa, pero las pausas son mucho más plenas, los silencios son mucho más significativos; mis gestos pueden tocar tu corazón más fácilmente que mis palabras. Es inevitable que mis palabras entren en tu sistema de memoria, ellas darán vuelta ahí. Pero mi presencia, mis ojos pueden penetrar en ti mucho más profundamente.
Por eso todos los grandes Maestros han usado la palabra hablada. Ninguno jamás ha escrito un libro, y no creo que vayan a escribir un libro nunca. En el momento en que escribes algo se vuelve muerto. En el momento en que dices algo no es sólo una palabra: detrás de ella hay un ser vivo, lleno de alegría, lleno de experiencia, tan lleno que está desbordante. Sus palabras pueden llevar muchas, muchas cosas hacia ti... cruzando todas las barreras; hay una posibilidad de llegar...
Pero cuando la persona que lo ha oído de otra sigue contándoselo a otros, está simplemente repitiendo como un loro.
Es por eso que todas las grandes enseñanzas, todas las enseñanzas que eran perfectas, se volvieron corrompidas con el paso del tiempo. Se volvieron corrompidas incluso en la presencia del Maestro.
Éstos son los siete pasos de la corrupción. Y si te mantienes alerta entonces algo puede salvarse -solamente algo, pero ese algo es suficiente. Si puedes salvar solamente una semilla eso será suficiente, porque de esa semilla puede hacerse verde toda la Tierra.
Suficiente por hoy.
Osho- Desiderata.
Capítulo El Círculo Virtuoso.
Discurso 6
Guía Espiritual.
Págs. 125,131
Selecciòn: Gustavo Bazo
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