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A 3.500 msnm, cerca de la ciudad del Cusco, se encuentra
Moray,
posiblemente, el centro de investigación agrícola de los Incas
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“No, no hay país más diverso, más múltiple en variedad
terrena y humana; todos los grados de calor y color, de amor y
odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos, utilizados e inspiradores.
No por gusto, como diría la gente llamada común, se formaron aquí Pachacamac y
Pachacútec, Huamán Poma, Cieza y el Inca Garcilazo, Tupac Amaru y Vallejo,
Mariátegui y Eguren, la fiesta de Qoyllur Riti y la del Señor de los Milagros;
los yungas de la costa y de la sierra; la agricultura a 4,000 metros; patos
que habitan en lagos de altura donde todos los insectos de Europa se
ahogarían; picaflores que llegan hasta el sol para beberle su fuego y
llamear sobre las flores del mundo. Imitar desde aquí a alguien resulta
algo escandaloso.”
José María Arguedas, en su discurso “Yo no soy un aculturado”
500 años antes de que el alemán Ernst Haeckel introdujera el
término Ökologie (Ecología), compuesto por las palabras griegas oikos (casa,
vivienda, hogar) y logos (estudio o tratado), ya la civilización inca tenía
como política de estado la relación armónica del hombre con la naturaleza.
Ante esta evidencia de superioridad esencial de nuestra
cultura ancestral, es necesario rectificar. Volver los ojos hacia nuestras raíces,
pródigas en aportes fundamentales para la humanidad. Y, reconocer también, que
los continuadores de esa sabia tradición, no están entre los ciudadanos cosmopolitas
de nuestro Perú, sino en los campos y aldeas andinas, donde aun siguen latiendo,
al unísono, los corazones del hombre y la tierra. (Jesús Hubert)
La ecología en tiempos del incario
Recordar la herencia cultural de nuestros antepasados debe
ser parte de un análisis que facilite recuperar nuestro sentido de pertenencia
e identidad y, además, revalorar los conocimientos de los antiguos peruanos
sobre el patrimonio ambiental. En ese contexto, es interesante estudiar las
crónicas de Pedro Cieza de León, Garcilaso Inca de la Vega y de los padres José
Acosta y Bernabé Cobo. Sus documentados escritos detallan el reconocimiento de
estos pobladores hacia la vida silvestre, los camélidos y la utilización
integral de los recursos naturales, entre otros detalles reveladores. Estos
informes revisten un trascendental aporte histórico.
Cieza de León en su obra “La crónica del Perú”, destaca la
numerosa población de guanacos y vicuñas en el Imperio de los Incas y su
disminución con la llegada de los españoles. Es importante añadir que Garcilaso
de la Vega, en
su libro “Comentarios reales de los Incas” describe como utilizaban la fibra de
la vicuña extraída mediante “El chaco”, cuyas simples técnicas para su captura
y esquila son empleadas en la zona andina hasta nuestros días. El Padre Acosta,
en su libro “Historia natural y moral de las Indias”, precisa: “…Los incas
tenían prohibido el cazarlas a no ser en sus grandes fiestas y que
su manera de cogerlas fue mediante el chaco o cacería en que se juntaban muchos
miles de hombres que iban cercando un gran espacio de monte y que solían
coger 300 y 400. Estos animales son trasquilados y de la lana se hacen cubiertas
y frazadas de mucha estima, por que la lana es como una seda blanda y muy
durable, de color natural, perpetua”.
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