El Perú resurge preguntándose...por qué...cómo..hacia dónde... |
viernes, enero 30, 2015
Es urgente una visión de conjunto de la sociedad peruana y de sus posibilidades históricas_Escribe: Rolando Rojas / Revista Argumentos
Siempre me había preguntado por qué en un país, como el Perú,
tan estudiado desde todos sus ángulos por los científicos sociales, no surgía
una visión unificadora que pudiese servir de base a un proyecto político
que apunte certeramente a un cambio de fondo en la sociedad peruana.
Hoy, que los jóvenes nos han sacudido con su
victoria contra la llamada “Ley Pulpín” y con su reencuentro, vivo y
militante con la historia, consideramos oportunísimo reproducir este artículo del historiador
Rolando Rojas, en la revista ARGUMENTOS, del Instituto de Estudios Peruanos,
quien lucidamente da respuesta a la interrogante que menciono al principio de
la nota.
Nuevos vientos soplan también en la historiografía peruana y
en las ciencias sociales; pongámonos en marcha hacia esos nuevos horizontes(Jesús Hubert).
A FAVOR DE LA REHISTORIZACIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES
Quisiera empezar llamando la atención acerca del reciente
debate en torno a la mesa “Racismo y desigualdad en la historia del Perú”, así
como sobre el concurso “Narra la independencia desde tu pueblo”, en relación
con la coincidencia del reclamo de los historiadores: desde los otros predios
disciplinares se estaría reflexionando sin conocer exhaustivamente los avances
de la investigación histórica de las últimas dos décadas.1 Creo que este
reclamo expresa un tema de fondo sobre el cual vale la pena detenernos: el
divorcio entre la Historia y las ciencias sociales, o lo que puede llamarse
como la “deshistorización” de las ciencias sociales. Claro que así como el
gremio de historiadores reclama que las otras ciencias sociales leen poco de
historia, también puede decirse que los historiadores intervienen escasamente
en el debate de los problemas de actualidad.
Así, el problema refiere un doble movimiento centrífugo. Por
un lado, el retraimiento de las ciencias sociales en el presente como un tiempo
autorreferencial, que se explica por sí mismo. Por otro lado, el
enclaustramiento de los historiadores en el pasado, casi como una disciplina
especializada en auscultar y analizar ciertos periodos históricos. En este
artículo propongo que esta situación se configuró en la década de 1990, y
canceló el periodo de diálogo interdisciplinar entre la Historia y las ciencias
sociales, el cual, si bien fue algo inestable, caracterizó los años sesenta,
setenta y ochenta, cuando los historiadores eran también protagonistas de los
debates de actualidad y cuando las otras disciplinas de las ciencias sociales
incorporaban en sus reflexiones la dimensión histórico-temporal para analizar y
tratar de comprender el curso de los problemas del presente. Empecemos por
situar el periodo de confluencia de la Historia y las ciencias sociales.
La historización de las ciencias sociales
Alberto Flores Galindo señaló en alguna parte que el Perú,
debido a la densidad de su pasado y al peso de lo andino, no podía entenderse
seriamente prescindiendo de la Historia. Esta idea, en realidad, era compartida
por la comunidad de las ciencias sociales en las décadas de 1960, 1970 y 1980
del siglo XX, cuando la disciplina histórica y los historiadores eran voces
destacadas de los debates sobre los problemas nacionales. Pablo Macera, para
ilustrar con un ejemplo, fue uno de los historiadores más mediáticos de
aquellas décadas. Considerado por los medios de prensa como el “oráculo” y la
“consciencia crítica” del Perú, ejercía de analista de la coyuntura política y
de proveedor de frases lapidarias sobre el porvenir de la sociedad peruana. Sus
análisis sobre las reformas velasquistas, acerca del segundo gobierno de
Fernando Belaunde y sobre el primer Alan García pueden leerse —me parece que
todavía con provecho— en las entrevistas reunidas en su libro Las furias y las
penas.2
Este reclamo expresa un tema de fondo sobre el cual vale la
pena detenernos: el divorcio entre la Historia y las ciencias sociales, o lo
que puede llamarse como la “deshistorización” de las ciencias sociales.
Heraclio Bonilla es otro caso representativo. Sus librosGuano
y burguesía y Un siglo a la deriva estaban estrechamente vinculados a la agenda
de discusión social y política de los años setenta.3 A Bonilla se debe, entre
otras, la idea del carácter rentista de la burguesía nacional, aquella que en
el siglo XIX habría desaprovechado la oportunidad de industrializar la economía
con la “acumulación originaria” que brindó el negocio del guano. Él también hizo
popular la noción según la cual la clase dominante peruana no era una “clase
dirigente” en el sentido que careció de un proyecto nacional que movilizara a
otros grupos sociales en la modernización de la economía y la construcción de
la nación. En su momento estas ideas contribuyeron a la tesis, cara a los
sectores de la izquierda, de que no había que esperar que ocurriera una
revolución democrático-burguesa; la revolución socialista, de acuerdo con esta
perspectiva, tendría que llevar a cabo las reformas que la burguesía
revolucionaria había realizado en el mundo europeo.
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