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En la imagen, el candidato socialista durante su cierre de campaña en Toulouse. AFP |
El director de Le Monde Diplomatique, con la claridad y
contundencia que lo caracteriza, pone los puntos sobre los ies. Nuevamente en
Francia la voluntad popular se pone a prueba.
El pueblo francés ha votado para salir de la crisis y no para
reflotar y acrecentar las ganancias de los bancos y financieras, a costa de
desempleo, recortes y privaciones para las mayorías, como ha venido ocurriendo
en Europa.
¿Hollande tendrá la convicción y el coraje para hacerlo? Veremos.
Como dice Ignacio Ramonet “cuando el mandato del pueblo coincide con una firme
voluntad política no hay objetivo que no se pueda alcanzar” (Jesús Hubert)
Salir de la austeridad
"La mejor fortaleza
de los tiranos, es la inacción de los pueblos” (Maquiavelo)
Como una sensación de asfixia. Es lo que padecen muchos ciudadanos en varios
países de la Unión
Europea (UE), afectados por tanta reducción, tanto recorte y
tanto ajuste. Una sensación agudizada por la comprobación de que la alternancia
política no modifica la "furia austeritaria” de los gobernantes.
En España, por ejemplo, a una sociedad vapuleada por las
brutales medidas de ajuste adoptadas a partir de mayo de 2010 por el Presidente
(socialista) José Luis Rodríguez Zapatero, el candidato del conservador Partido
Popular (PP) Mariano Rajoy prometió, durante la campaña de las elecciones
generales del pasado 20 de noviembre, el "cambio” y "devolver la
felicidad”. Venció con mayoría absoluta. Pero nada más tomar posesión de su
cargo, emprendió a su vez la más agresiva operación de recortes sociales de la
historia reciente de España.
Lo mismo ocurrió en otros Estados; en Grecia, por ejemplo, o
en Portugal. Recordemos que, en este país, en junio de 2011, el socialista José
Sócrates, después de imponer cuatro impopulares programas de "disciplina
fiscal” y aceptar un no menos detestado plan de rescate de la troika, perdió
las elecciones. Pero el vencedor conservador, Pedro Passos Coelho, actual
Primer Ministro, muy crítico antes con las políticas de recortes de los
socialistas, no tardó en afirmar, una vez elegido, que para cumplir con las
exigencias de la UE,
su objetivo era "aplicar una dosis aún mayor de austeridad”.
¿De qué sirven entonces las elecciones si en lo esencial, o
sea las políticas económicas y sociales, los nuevos gobernantes hacen lo mismo
(incluso en peor grado) que los precedentes? Quienes se hacen esta pregunta
dudan, de hecho, de la democracia. En el marco de la Unión Europea, se ha
perdido el control ciudadano sobre una serie de decisiones que determinan la
vida de la gente. En realidad, las exigencias –prioritarias– de los mercados
están limitando seriamente el funcionamiento democrático. Muchos gobernantes
(de izquierda y de derecha) están convencidos de que los mercados tienen
siempre razón. Y de que el problema, según ellos, es precisamente la
democracia, el debate público. Prefieren inversores competentes a
"electores inconscientes”.
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