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domingo, marzo 11, 2012
Hacia el reencuentro del hombre consigo mismo_Entrevista al filósofo Dany-Robert Dufour / Eduardo Febbro / Página 12
El objeto, lo material, ha reemplazado al prójimo. Hoy todo
tiene un precio y las relaciones humanas han dejado de ser tales. Reconstruir
la sociedad humana y salvar al hombre del aislamiento suicida, del egoísmo como
estilo de vida; de eso se trata. Esta interesante entrevista al filósofo
francés Dany-Robert Dufour aborda el tema frontalmente. (Jesús Hubert)
“El liberalismo se plasma como un nuevo totalitarismo”
Para Dufour, la fase última de los procesos “neo” o “ultra”
liberales es totalitaria porque pretende gestionar al conjunto de las
relaciones sociales. Es “la dictadura de los mercados” de la que nadie puede
escapar.
Desde París
Algunos ya lo ven terminado, otros a punto de caer en el
abismo, o en pleno ocaso, o en vías de extinción. Otros analistas estiman al
contrario, que si bien el liberalismo atraviesa por una seria crisis, su modelo
está lejos, muy lejos de abdicar. A pesar de las crisis y sus hondas
consecuencias, el liberalismo sigue en pie, produciendo su lote insensato de
beneficios y desigualdades, sus políticas de ajuste, su irrenunciable
impunidad. Sin embargo, aunque siga aún vivo, la crisis ha desnudado como nunca
sus mecanismos perversos y, sobre todo, puso en el centro de la escena no ya el
sistema económico en el que se articula sino el tipo de individuo que el
neoliberalismo terminó por crear: hedonista, egoísta, consumista, frívolo,
obsesionado por los objetos y por la imagen fashion que emana de él. La
trilogía de la modernidad liberal es muy simple: producir, consumir, enriquecerse.
En su último libro, El individuo que viene después del neoliberalismo, el
filósofo francés Dany-Robert Dufour plantea una pregunta que pocos se hacen:
¿Cómo será el individuo que surgirá tras los cataclismos y las intervenciones
globales del liberalismo?
–El liberalismo, que se presentó como el salvador de la
humanidad, terminó llevando al ser humano a un camino sin salida. Usted plantea
su fin y se pregunta qué tipo de ser humano surgirá después del
ultraliberalismo.
–En el siglo pasado conocimos dos grandes caminos sin salida
históricos: el nazismo y el stalinismo. De alguna manera y entre comillas,
después de la Segunda
Guerra Mundial fuimos liberados de esos dos caminos sin
salida por el liberalismo. Pero esa liberación terminó siendo una nueva alienación.
En sus formas actuales, es decir, ultra y neoliberal, el liberalismo se plasma
como un nuevo totalitarismo porque pretende gestionar el conjunto de las
relaciones sociales. Nada debe escapar a la dictadura de los mercados y ello
convierte al liberalismo en un nuevo totalitarismo que sigue a los dos
anteriores. Es entonces un nuevo camino sin salida histórico. El liberalismo
hizo explotar al ser humano. El historiador húngaro Karl Polanyi, en un libro
publicado después de la
Segunda Guerra Mundial, demostró cómo, antes, la economía
estaba incluida en una serie de relaciones: las sociales, las políticas, las
culturales, etc. Pero con la irrupción del liberalismo la economía salió de ese
círculo de relaciones para convertirse en el ente que buscó dominar a todos los
demás. De esta forma, todas las economías humanas caen bajo la ley liberal, es
decir, la ley del provecho donde todo debe ser rentable, incluidas las
actividades que antes no estaban bajo el mandato de lo rentable. Por ejemplo,
en este momento usted y yo estamos hablando pero no apuntamos hacia la
rentabilidad, sino a producir sentido. En este momento estamos en una economía
discursiva. Pero hoy, hasta la economía discursiva está sujeta al “quién gana
más”. Cada una de las economías humanas están bajo la misma lógica: la economía
psíquica, la economía simbólica, la economía política, de allí el hundimiento
de la política. Lo político sólo existe hoy para seguir lo económico. La crisis
que atraviesa Europa muestra que cuanto más se profundiza la crisis, más la
política deja la gestión en manos de la economía. La política abdicó ante la
economía y ésta tomó el poder. Los circuitos económicos y financieros se
apoderaron de la política. La crisis es, por consiguiente, general.
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–El título de su libro, El individuo que viene después del
liberalismo, implica la doble idea de una fase triunfal y de un fin del
liberalismo.
–Paradójicamente, en el momento de su triunfo absoluto el
liberalismo da signos de cansancio. Nos damos cuenta de que nada funciona y le
gente va tomando conciencia de esta fallo y tiene una reacción de incredulidad.
Los mercados se propusieron como una suerte de remedio a todos los males.
¿Tiene usted un problema? Pues entonces acuda al Mercado y éste le aportará la
riqueza absoluta y la solución de los problemas. Pero ahora nos damos cuenta de
que el Mercado acarrea devastaciones. Así vemos cómo ese remedio que debía
aportarnos la riqueza infinita no trae sino miseria, pobreza, devastación.
Desde luego, el capitalismo produce riqueza global pero pésimamente repartida.
Sabemos que desde hace 20, 30 años las desigualdades han aumentado a través del
planeta. La riqueza global del capitalismo despoja de sus derechos a millones
de individuos: los derechos sociales, el derecho a la educación, a la salud, en
suma, todos esos derechos conquistados con las luchas sociales están siendo
tragados por el liberalismo. El liberalismo fue como una religión llena de
promesas. Nos prometió la riqueza infinita gracia a su operador, el Divino
Mercado. Pero no cumplió.
–En su crítica filosófica al liberalismo usted pone de
relieve uno de los estragos principales que causó el pensamiento liberal: los
individuos están sumidos a los objetos, no a los semejantes, al otro. La
relación en si, la sensualidad, fue reemplazada por el objeto.
–Las relaciones entre los individuos pasan al segundo plano.
El primero lo ocupa la relación con el objeto. Esa es la lógica del mercado: el
mercado puede a cada momento agitar ante nosotros el objeto capaz de satisfacer
todos nuestros apetitos. Puede ser un objeto manufacturado, un servicio y hasta
un fantasma a medida construido por las industrias culturales. Estamos en un
sistema de relaciones que privilegia el objeto antes que el sujeto. Esto crea
una nueva alienación, una suerte de modalidad adictiva con los objetos. Este
nuevo totalitarismo que es el liberalismo pone en manos de los individuos los
elementos para que se opriman a sí mismos a través de los objetos. El
liberalismo nos deja la libertad de alienarnos nosotros mismos.
–Usted sitúa el principio de la crisis en los años ’80 a
través de la restauración de lo que usted llama el relato de Adam Smith. Usted
cita una de sus frases más espantosas: para esclavizar a un hombre hay que
dirigirse a su egoísmo y no a su humanidad.
–Adam Smith remonta al siglo XVIII y su moral egoísta se
expandió un siglo y medio después con la globalización del mercado en el mundo.
De hecho, Smith tardó tanto porque hubo otro mensaje paralelo, otro Siglo de
las Luces, que fue el del trascendentalismo alemán. Al contrario de las Luces
de Smith, las alemanas proponían la regulación moral, la regulación
trascendental. Esta regulación podía manifestarse en la vida práctica a través
de la construcción de formas como las del Estado a fin de regular los intereses
privados. A partir del Siglo de las Luces hay dos fuerzas que se manifiestan:
Adam Smith y Kant. Estos dos campos filosóficos coexistieron de manera
conflictiva a lo largo de la modernidad, es decir, a través de dos siglos. Pero
en un momento el trascendentalismo alemán se hundió y le dejó el lugar al
liberalismo inglés, el cual adquirió una forma ultraliberal. Se puede fechar
ese fenómeno a partir del principio de los años ‘80. Hay incluso una marca
histórica que remonta al momento en que Ronald Reagan en Estados Unidos y
Margaret Thatcher en Gran Bretaña llegan al poder e instalan la libertad
económica sin regulación. Esa ausencia de regulación destruyó inmediatamente
las convenciones sociales, es decir, los pactos entre individuos.
–De allí proviene la trilogía “producir, consumir,
enriquecerse”. Usted llama a esa trilogía la pleonexía.
–El término de pleonexía lo encontré en la República de Platón y
quiere decir “siempre tener más”. La República griega, la Polis, se construyó sobre la
prohibición de la pleonexía. Puede decirse entonces que, hasta el siglo XVIII,
toda una parte de Occidente funcionó en base a esa prohibición y se liberó de
ella en los años ’80. A partir de allí se liberó la avidez mundial, la avidez
de los mercados, la avidez de los banqueros. Recuerde el discurso que pronunció
Alan Greenspan (ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos) ante la Comisión norteamericana
después de la crisis de 2008. Greenspan dijo: “Pensaba que la avidez de los
banqueros era la mejor regulación posible. Me doy cuenta de que eso no funciona
más y no sé por qué”. Greenspan confesó de esa manera que lo que guía las cosas
es la liberación de la pleonexía. Y ya vemos ahora adónde conduce.
–Llegamos ahora al después, al hipotético ser humano del
después del liberalismo. Usted lo ve bajo los rasgos de un individuo simpático.
¿Qué sentido tiene el término simpático en este contexto?
–Nadie es bueno al nacer como lo pensaba Rousseau, ni
tampoco malo como lo pensaba Hobs. Lo que podemos hacer es ayudar a la gente a
ser simpática, es decir, a no pensar sólo en sí misma y a pensar que para vivir
con el prójimo hay que contar con él. El otro está en mí, las imágenes de los
otros están en mí y me constituyen como sujeto. La idea misma de un individuo
egoísta es un sinsentido porque esto obliga a que nos olvidemos de que el
individuo está constituido por partes del otro. Y cuando hablo de un individuo
simpático no empleo el término en su acepción más común, digamos alguien
simplemente simpático. No. Se trata del sentido que tenía la palabra en el
siglo XVIII, donde la simpatía era la presencia del otro en mí. Necesito
entonces la presencia del otro en mí y el otro necesita mi presencia en él para
que podamos constituir un espacio donde cada uno sea un individuo abierto al
otro. Yo cuido del otro como el otro cuida de mí. Eso es un individuo
simpático.
–Vamos con la simpatía, pero sobre qué bases se construye el
individuo que viene después del liberalismo. ¿La razón, la religión, el
deporte, el ocio, la solidaridad, otra idea del marcado?
–En este libro hice un inventario sobre los relatos
antiguos: el relato del logos, de la evasión del alma de los griegos, el relato
sobre la consideración del otro en los monoteísmos. Me di cuenta de que en
ambos relatos había cosas interesantes y también aterradoras. Por ejemplo, la
opresión de las mujeres en el patriarcado monoteísta equivale a la opresión de
la mitad de la humanidad. ¿Acaso queremos repetir esa experiencia? No, por
supuesto. Otro ejemplo: en el logos, para que haya una clase de hombres libres
en la sociedad es preciso que haya una clase oprimida y esclavizada. ¿Queremos
repetir eso? No. Refundar nuestra civilización luego de los tres caminos sin
salida que fueron el nazismo, el stalinismo y el liberalismo requiere una
refundación sobre bases sólidas. Por eso llevé a cabo el inventario, para ver
qué podíamos recuperar y qué no, cuánto del pasado podía servirnos y cuánto no.
La segunda consideración atañe a aquello que podría ayudar al individuo a ser
simpático antes que egoísta. Para ello es preciso reconstruir un medio donde se
pueda ser simpático y no egoísta. En este contexto, la idea de la
reconstrucción de lo político, de una nueva forma del Estado que no esté
dedicado a conservar los intereses económicos, sino a preservar los intereses
colectivos, es central.
–¿Cuál es entonces el gran Relato que podría salvarnos?
–Hemos dejado en el camino los grandes relatos de antes y
creemos cada vez menos en el gran relato del mercado. Estamos a la espera de
algo que una al individuo, es decir, un gran relato. Yo propongo el relato de
un individuo que ha dejado de ser egoísta, que no sea tampoco el individuo
colectivo del stalinismo, ni tampoco el individuo ahogado en la raza que se
cree superior como en el nazismo y el fascismo. Se trata de un relato
alternativo a todo esto, de un relato que persiste en el fondo de la
civilización. Creo que el valor de civilización occidental radica en que puso
el acento en la individuación, es decir, la idea de la creación de un individuo
capaz de pensar y actuar por sí mismo. No hay que olvidar la noción de
individuo, sino reconstruirla. Contrariamente a lo que se dice, no creo que
nuestras sociedades sean individualistas, no, nuestras sociedades son
lamentablemente egoístas. Esto me hace pensar que al individuo como tal le
queda mucho margen de existencia, que hay muchas cosas de él que no conocemos.
Tenemos que hacer existir al individuo fuera de los valores del mercado. El
individuo del stalinismo fue disuelto en la masa del colectivismo, el individuo
del nazismo y del fascismo fue disuelto en la raza, el individuo del
liberalismo fue disuelto en el egoísmo. El individuo liberal es un esclavo de
sus pasiones y sus pulsiones. Debemos elevarnos de este camino sin salida
liberal para recrear un individuo abierto al otro, capaz de realizarse
totalmente. Hay textos filosóficos de Karl Marx que no soy muy conocidos y en
los cuales Marx quería la realización total del individuo fuera de los
circuitos mercantiles: en el amor, en la relación con los otros, en la amistad,
en el arte. Poder crear lo máximo a partir de las disposiciones de cada uno.
Tal vez habría que recuperar ese relato del Marx filósofo y olvidar el del Marx
marxista.
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