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¿Quién mata, quién muere? Pudo ser viceversa, también. |
Si existiera un solo ser humano que defendiese la razón de
cualquier guerra, tendría que ver la película que vamos a compartir con ustedes
a continuación.
Y creo que, más allá de la guerra extrema que desgarra sociedades enteras, la
película se refiere también a la raíz de todas, a esas pequeñas pero
desastrosas “guerras” interpersonales, que matan con el veneno de la
maledicencia, la calumnia y, finalmente, con el juicio y la condena, siempre
gratuita y letal.
Todos amamos, y todos también somos capaces de llegar a odiar. He allí el
peligro. Por ello, vacunémonos a tiempo, viendo este film excepcional, que
certeramente comenta desde el punto de vista cinematográfico, el blog: SOLO CINECLÁSICO y que reproducimos debajo de la pantalla del film.
Si hay películas trascendentes en nuestras vidas, tengan la seguridad de que
ésta, será una de ellas. (Jesús Hubert)
-Cuando miles de hijos ajenos fueron asesinados, lo llamamos
victoria y lo celebramos con cerveza. Y cuando miles de nuestros hijos fueron
asesinados, ellos lo llamaron victoria y lo celebraron con vino. (Papá Holderin, padre del soldado alemán asesinado por el soldado francés, también
personaje de la película)
En 1930, Lewis Milestone dirigió toda una obra maestra del
género bélico basado en la Primera Guerra Mundial, Sin novedad en el frente. Un claro film antibelicista, como
lo son todas las buenas películas de guerra, en la que asistíamos a la
evolución de un grupo de jóvenes soldados alemanes de ansiar la guerra por
causas patrióticas, a odiarla y rechazarla. Dos años después, Ernst Lubitsch
continua la tarea de Milestone en contar las secuelas de Paul Renard, un
soldado francés que es incapaz de perdonarse a sí mismo, un año después del
desenlace del conflicto, tras haber asesinado a un soldado alemán en un
trinchera. Sus remordimientos van a más tras encontrar y leer las cartas del
germano en las que escribía a su prometida confesando que no sabía que hacía
allí, que no era su deseo matar franceses, y su miedo ante una más que segura
muerte. Paul descubre que el joven al que mató amaba la vida y la música, al
igual que él. Que había vivido en París, y que incluso habían ido a la misma
academia de música.
Ante la imposibilidad de encontrar consuelo, decide ir hasta
el pueblo alemán de donde provenía el joven para pedir el perdón a sus padres.
Sin embargo, las cosas no saldrán como Paul tenía previsto, iniciándose en una
de las pruebas más difíciles de su vida.
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A lo largo de la historia del cine encontramos genios del
celuloide que trabajaron casi siempre en un único registro y es por lo que se
les recuerda. Lubitsch está catalogado como maestro absoluto de la comedia, y
bien merecido además. Mas, en “Remordimiento”, encontramos la que podríamos
catalogar como su película anómala. Un film bélico, o anti-bélico si lo
preferís, en el que el director alemán hace uso de su característico toque
Lubitsch, para ponerlo al servicio de la historia que cuenta. Una historia que
en manos de otro director podría haber acabado en desastre. Un melodrama sobre
el dolor por ante la pérdida, y la necesidad del perdón. Para ello se sirve de
todo un monstruo de la actuación al que habría que rendir homenaje cada día del
año, Lionel Barrymore. Este da vida al doctor Holderlin, padre del soldado
alemán, quien cegado por el odio hacia los franceses por la pérdida de su único
hijo en la guerra, compagina su carácter bondadoso y amable, con un fuerte
resentimiento ante todo lo francés. Se muestra como un claro reflejo de la
sociedad alemana, quien, tras perder la guerra, a millones de jóvenes, parte de
su territorio, y ser víctima de una continua humillación por parte de los
franceses, comienza a rezumar un fuerte sentimiento anti-francés, que tendrá
como resultado algo que la historia denomina como "La Segunda Guerra
Mundial". No es hasta la llegada de Paul, cuando Holderlin empezará a ver
las cosas de otra manera, con la ayuda del perdón y el amor a la vida.
El resto del reparto cumple con sus respectivos papeles,
siendo únicamente Phillips Holmes, en el papel de Paul Renard, quien no acaba
de cuajar en su actuación, pecando de excesiva teatralidad y sobreactuación. Un
personaje de mucha más importancia que podría haber ganado más con otro actor.
Curiosamente, Holmes murió durante la segunda guerra mundial cuando su avión
fue derribado cerca de Ontario, Canadá. Al comienzo de la película se confiesa
a un sacerdote asustado ante la posibilidad de una nueva guerra. Al final sus
palabras resultaron proféticas.
Toda una joya de film imprescindible para todo amante del
cine clásico, antibélico, y especialmente, de los trabajos de Lubitsch.
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