miércoles, enero 18, 2012

"José Maria Arguedas es el Perú", así lo recuerda su compañera Sybila Arredondo / Diario Los Andes


Sybila: "A José María Arguedas lo conocí, (...) en la casa de Pablo Neruda.
(....)Entonces en algún momento él cantó y a mí me impresionó muchísimo."

Pocos conocieron a Jose María Arguedas como ella, detrás de la imagen pública. Y como nadie, continuó su obra por otros caminos. Aquí su valioso testimonio gracias al diario puneño Los Andes, que publico esta entrevista con Sybila Arredondo, el año 2010. (Jesús Hubert)

Sybila Arredondo: “Era imposible no amar a José María Arguedas”

Entrevista de Ana María Falconí (*) 


CONOCIENDO A JOSÉ MARÍA


Mi madre se cambió varias veces de casa. Era una persona muy ágil, muy movediza; tenía actividades en todas las áreas, incluida la política. Le gustaba hacer negocios, en el sentido de que vendía y compraba casas. Pero me crié en una casa de un barrio que en este momento está lleno de edificios, en la comuna de Providencia. Estudié en el mismo barrio, en un colegio regido en parte por el gobierno francés, que ya no existe y no he vuelto por allí. Después estuve en un colegio secundario con un período de estudios un poquito más largo que lo normal, porque todos los que estábamos ahí estudiábamos algo más: en el Conservatorio de Música, en la Escuela de Danza, en Bellas Artes.


Luego ingresé al Instituto Pedagógico, donde conocí a Jorge Teillier. Ahí quise estudiar Filosofía, pero en ese momento la reglamentación cambió y decidí estudiar alemán. Estuve un año ahí. Después me casé con Jorge y empecé a trabajar porque ya nació Sebastián y Carolina. Por suerte pude trabajar en un lugar muy simpático, la librería de la Editorial Universitaria, que está en el primer piso de la casona de la Universidad de Chile. En el segundo piso había una sala de exposiciones muy hermosa. Era muy agradable trabajar ahí. Luego de siete años, me separé de Jorge.


A José María Arguedas lo conocí, curiosamente, en un almuerzo en la casa de Pablo Neruda. En esa ocasión había allí muchos intelectuales. Entonces en algún momento él cantó y a mí me impresionó muchísimo. Cantó a capella, como él solía cantar, el Carnaval de Tambobamba y la Trilla de Alverjas... eran sus “grandes éxitos” –están grabados ahora en un CD de la Escuela Nacional de Folklore, que lleva su nombre–. Me impresionó muchísimo. Después nos volvimos a encontrar en la librería y nos hicimos amigos. Pasó un tiempo, José María solía venir a Chile y bueno… decidimos que mejor yo me iba para allá [al Perú].

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EL INSOMNIO



José María tenía problemas de insomnio, situación que yo ya había vivido con mi madre. Entonces en Lima tratábamos de buscar lugares silenciosos, pero creo que el problema era más de fondo. Finalmente vivimos en San Isidro, en Pueblo Libre y después en Chaclacayo. Pero el problema era de fondo y en todas partes encontraba que había mucho ruido... En fin, uno luego analiza y ve raíces más hondas... el problema de los insomnios, de buscar distintos lugares. Por ejemplo, a veces, cuando vivíamos en Chaclacayo, él se iba en las mañanas a escribir a Pachacámac, porque se suponía que allí iba a haber más silencio. Allí estaba el Museo de Sitio; él era amigo de Arturo Jiménez Borja, su director.


EL DOLOR


Puedo hacer disquisiciones en cuanto al dolor en general, porque pienso que hay personas —quizá “fuera de serie”— que justamente tienen una sensibilidad mucho más intensa que otras. Por supuesto que él recogió una experiencia, que es la experiencia del país, de la sociedad en la que vivió.

Creo que basta ver, basta vivir, basta, por último, ser peruano consciente y un poco moderno, para entender que, a causa de cómo está constituida la sociedad en el país, lo más natural es que se haya producido el proceso histórico de guerra popular que hubo; porque son demasiadas las cosas que suceden en su historia contemporánea y no se solucionan… y quizá pase eso porque Perú es un país tan rico.


Recuerdo que alguien dijo: “José María Arguedas es el Perú”. Es decir, es el Perú en el sentido de contener todas las contradicciones; de ver a qué límites de riqueza se ha llegado, y a qué límites de pobreza. Además, con un pueblo como el que tiene el Perú, con una tradición histórica, una tradición de construir extraordinaria...


Creo que era un dolor que venía de un gran cansancio; de ver que con todas las posibilidades que tiene ese pueblo, en ese país no se llegaba a algo un poco mejor, un poco más solidario. Ese proceso lo vivió él con intensidad, por su propia sensibilidad, por su propia generosidad, porque en realidad él dedicó su vida a servir; se dedicó a la literatura no para ser famoso ni para hacerse notar. Ha sido un ejemplo.


ESCRIBIR PARA HACER UN CAMBIO


Creo que el cambio es una cosa natural de todas las sociedades. Es como la lengua: la lengua cambia. Los que somos de más edad, por ejemplo, ahora encontramos que la lengua de los jóvenes, desgraciadamente, es en apariencia más pobre que la que nosotros tuvimos antes... Pero son cambios, ¿cierto? Siempre habrá cambios... Son los cambios de la propia materia, porque nada está inmóvil, todo cambia. Lo que sí es que justamente ahí aparecen las personas que pueden cuestionar a la gente para hacer cambiar las situaciones para mayor bienestar de las sociedades.


Y José María se decidió. Él estuvo preso en El Sexto y eso lo decidió mucho más. Trató de expresar a su pueblo, pero a su pueblo en todo su contenido. En el caso de Yawar Fiesta, tenemos ahí un mural extraordinario... Hablo de Yawar Fiesta porque la van a publicar este año en España y me han pedido que opine sobre esta novela, por eso he tenido que releer las palabras de José María sobre cómo él ve la literatura, y me parece que hay que tomarlo como lo que él dice. El prólogo de Yawar Fiesta es muy hermoso. Me he basado en gran parte en ese prólogo. Allí dice “me han tratado de indigenista, pero en Yawar Fiesta yo no sólo tomo a los indígenas”... En realidad él toma todo el mural de la zona de Ayacucho, de Puquio, de Lucanas, etcétera. Hace la descripción, y ahí se ve la fuerza de ese pueblo campesino indígena, que decide hacer una especie de gesta heroica con un motivo que podría ser incluso curioso, pero que realmente ahí se demuestra cómo cuando un pueblo se quiere expresar, es capaz de unirse y hacer cosas que parecen un poco míticas. Porque el Misitu era un mito, pero un grupo de los cuatro barrios de Puquio decide que ellos van a tratar al mito y van a dominar la situación, porque sienten —o saben, racionalmente— que ese mito es un animal, y ellos lo quieren hacer para mostrar sus posibilidades de lucha.


Yo creo que José María ha tenido un dolor muy intenso; quizá lo podemos llamar un cansancio, contradicciones que no pudo resolver. Pero un hombre que creó la obra que ha creado, también ha tenido alegrías muy intensas.


LA MUERTE


La muerte es una especie de contradicción y llega un momento que si el propio organismo no la soluciona, se produce un colapso. Yo estoy viendo la muerte un poco así. Tengo el caso de mi madre, que este año cumple 96. Ella es muy nerviosa, muy torturada… (en ese sentido, yo ya tenía escuela).


Una persona como José María veía lo positivo y lo negativo; pero un creador es el que ve las cosas primero e intenta solucionarlas; es la gente más lúcida, más sensible, más inteligente. Por último, es un poco excepcional. Por lo general sufren mucho... y su vida es una eterna lucha, aunque no se note mucho y no sea una lucha bélica o militar. Pero hay gente que muere y sigue actuando. En la cultura quechua hay esta visión de los que siguen actuando después de su muerte. Porque todo lo que la persona ha dicho y ha hecho, es lo que se debe seguir haciendo y lo que hay que profundizar.


EL AMOR Y LOS LIBROS


Era imposible no amar a José María. Seamos crudos: si era un reaccionario pueda ser que no lo quisiera; pero hay mucha gente que no es de izquierda, por decir una palabra que se conoce, que lo quiere.


A José María se le lee, y se le vuelve a leer, que sé yo… cinco años después, y uno va encontrando cosas cada vez más claras. Porque lo que él siente, lo que él prevé, se hace también cada vez más claro. Mi generación en el Perú ahora siente mucho más lo que José María escribió. ¿Por qué? Casi se podría decir que el propio desarrollo de la sociedad ilumina más la obra de José María, porque no vamos a decir que predice, porque esa no era su idea, sino que explica un momento, pero encierra el futuro también.


La buena literatura es así. La mala literatura te la lees rapidito, la guardas en tu estante y chau. En cambio la buena literatura... Mira lo que pasa ahora en Europa... Los ríos profundos, que a los europeos les encanta, lo han dado como texto obligatorio para los estudiantes de castellano. Y algo bien curioso, en Francia lo comenzaron a traducir cuando José María estaba vivo, un traductor con muy buenas intenciones pero que no conocía el Perú sólo España. Tradujo Todas las sangres y Los ríos profundos, pero con el caminar del tiempo la traducción ha envejecido. Los originales, en cambio, están cada vez más claros; entonces hay en el aire ya la idea de que hay que hacer nuevas traducciones. Esto es muy interesante, además, desde el punto de vista lingüístico y literario. Pero incluso una mala traducción no impide que el libro se venda.


En Holanda, que es otro caso, se publicaron todos las novelas principales —menos El zorro de arriba y el zorro de abajo—, al cuidado de una traductora excelente, Mariolein Sabarte Belacortu. Ella fue al Perú, caminó por el Perú y se quedó un tiempo ahí. Incluso entre las dos analizamos los textos. En Italia también se ha publicado la obra de José María. El zorro de arriba y el zorro de abajo es una novela muy difícil de traducir; sin embargo, por esas cosas raras de la vida, la traducción que sí se ha hecho es al polaco; salió la edición en español, y unos tres o cuatro años después apareció la traducción. Yo no puedo garantizar cómo será la traducción, pero desde el punto de vista literario es un hecho muy curioso. José María ha sido traducido a una cantidad de idiomas, hasta al lituano. Lo más traducido es Los ríos profundos.


EL PERÚ


Siento admiración y un amor profundo por el Perú. José María es del Perú. Y bueno, las circunstancias políticas fueron tan especiales... José María estaría muy extrañado —y vería las contradicciones de la propia sociedad peruana— al saber que, por ejemplo, en la Universidad Católica han hecho muchos trabajos sobre él; me refiero a que todo un sector católico lo defienda. Él era amigo del padre Gustavo Gutiérrez; él conocía la sociedad peruana, entonces, tenía su posición, sus creencias, su ideología. Pero entendía qué pasaba; que las cosas no se pueden cambiar de un día para otro. Hay que tener sentido sociológico y político, y buscar soluciones para las mayorías, para los pueblos.

(*) Poeta. Ha publicado el libro “Sótanos pájaros”


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