Desde el colegio, nos repitieron que según el científico italiano
Antonio Raimondi “el Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”. Frase
que no hace distinciones entre los peruanos que estamos sentados allí y otros... que son los verdaderos dueños del famoso banco.
Esta remembranza cae pelo a propósito de las declaraciones de Bill Gates. Una versión
modernísima del “banco de oro”, que ahora se llama ingreso “per capita”.
Con la lucidez y precisión que lo caracteriza, Nelson
Manrique, hace una oportuna aclaración sobre la supuesta bonanza generalizada
de los sufridos peruanos. (Jesús Hubert)
Perú, un país de ingresos medios
Por: Nelson Manrique.
Las declaraciones de Bill Gates, sosteniendo que no debiera
darse ayuda económica al Perú, un país de ingresos medios, con 10.000 dólares
de renta per cápita, "que tiene sus recursos que explotar y que podría ser
tan rico como un país europeo", han suscitado un gran debate. Pero no
todas las intervenciones están tocando los problemas de fondo.
La primera cuestión, relativa a las estadísticas que Gates
maneja, remite a distintas metodologías de medición del ingreso per cápita
(IPC) de un país. Si ésta se realiza en dólares corrientes, el IPC peruano
equivale a unos 5.400 dólares anuales. Pero si se recurre al tipo de cambio de
paridad (la medida que utilizan los organismos multilaterales, como el FMI y el
BM, que descuenta el factor costo de vida) éste asciende a cerca de 10.000
dólares anuales. No se puede pues acusar a Gates de haber falseado las cifras,
y su opinión de que el Perú no debiera recibir ayuda económica internacional es
correcta. De hecho, la ayuda económica para el combate contra la pobreza ha
venido retirándose paulatinamente del país desde hace varios años, como ha
sucedido con la cooperación inglesa y la sueca, y en menor medida con la de las
agencias de varios otros países.
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De acuerdo con la tabla de clasificación del Banco Mundial,
con un IPC en dólares corrientes cercano a los 10.000 dólares anuales, somos
efectivamente un país con ingresos medios, lo cual es una muy buena noticia.
Pero, entonces, ¿por qué no nos sentimos así?
La respuesta es que el ingreso per cápita,
independientemente de cómo se mida, es un indicador que se construye sobre
promedios, y que por lo tanto encubre la enorme desigualdad que existe entre
las islas de prosperidad de algunos distritos de Lima Metropolitana y la
pobreza africana que impera en buena parte del resto del país. En el Perú hay
mucha gente cuyos ingresos están muy por debajo de los míticos 10.000 dólares
anuales (más de 3 millones de pobres extremos viven con 600 dólares anuales) y
un muy pequeño grupo social que percibe muchísimo más.
De acuerdo con los estudios de Pedro Francke, las ganancias
de las transnacionales en el Perú se han multiplicado 7 veces entre el 2003 y
el 2009, con utilidades que superan los 20.000 millones de dólares al año. Unas
pocas empresas y sus socios peruanos se apropian del equivalente de lo que son
los ingresos del 40% de las familias, o de 12 millones de peruanos. Esto es
posible por el extraordinario incremento de los precios de los minerales que el
Perú exporta, la persistencia de privilegios otorgados por el Estado a empresas
de servicios, que les permiten imponer a los usuarios tarifas abusivas, y la
imposición de leyes laborales que han permitido que en la distribución de la
riqueza la parte que va a las rentas, intereses y utilidades del capital crezca
enormemente, mientras que la destinada a remunerar el trabajo se reduzca en la
misma proporción. Siempre de acuerdo con Francke, la rentabilidad de las
transnacionales en el Perú supera en 3 veces la existente en EEUU. En el caso
de las empresas mineras, que tienen utilidades que llegan al 40% y 50% anual,
éstas pueden recuperar su inversión en apenas dos años.
Es evidente que la cooperación económica internacional no va
a solucionar la desigual distribución de los ingresos en el Perú. Para reducir
la desigualdad, por supuesto, es necesario mejorar e incrementar el gasto
público en justicia, salud y educación. Pero asimismo es imprescindible cambiar
la actual estructura de la distribución del ingreso, y eso supone una reforma
tributaria radical. Si se duplican los ingresos anuales del país pero no cambia
la distribución del ingreso la desigualdad en lugar de reducirse va a aumentar:
con el doble de ingresos disponible, quienes percibían 100 soles pasarían a
recibir 200 soles, pero quienes percibían 1 millón pasarían a recibir 2
millones; en términos relativos los ricos se hacen más ricos y los pobres se
empobrecen aún más, lo que alimenta la conflictividad social.
Los peruanos vienen votando por estas reformas desde hace
décadas, pero su mandato viene siendo traicionado por quienes desde el poder
terminan gobernando con el programa de los derrotados en las urnas.
El artículo de opinión fue publicado en la revista Bajo la Lupa.
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