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CARLÍN, el incisivo humorista gráfico de "La República", sintetizó así la decepción popular | |
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“Maestra vida camara’a, te da, te quita, te quita y te da”
Rubén Blades
Tres congresistas han renunciado a la bancada oficialista.
Este hecho marca el punto de inflexión para el gobierno del Presidente Ollanta
Humala después de que renunciara a las banderas que le permitieron ser elegido.
Una de ellas, precisamente, la defensa del agua para la población frente a la
actividad minera.
El historiador Nelson Manrique da en el clavo al mostrar cómo
la protesta de los electores es expresión de la perdida de confianza en el
mandatario. Es que los sectores populares a diferencia del capital, no se
manifiestan a través de mecanismos como la bolsa o las calificadoras de riesgo,
muestra su descontento y censura, en las calles. (Jesús Hubert)
A los economistas les enorgullecía el carácter “objetivo” de sus temas, a
diferencia de las otras ciencias sociales, tan dadas a los fenómenos
subjetivos. Hasta que alguien llamó la atención sobre el papel decisivo que
jugaba en la economía un factor abiertamente subjetivo: la confianza.
Confiar o desconfiar son estados de ánimo; son altamente subjetivos, y es
inconcebible pensar la economía moderna sin el cemento de la confianza. Para
dar un ejemplo elemental, la moneda sólo existe porque la gente confía. Un
billete no tiene objetivamente un gran valor: a precios de mercado su costo de
producción asciende a unos centavos. Pero una vez que es lanzado a la
circulación adquiere un valor muy superior a su valor intrínseco y
completamente independiente de este. No hay gran diferencia entre un billete
de 200 soles y otro de 10, ni en el papel, ni en la tinta utilizada, ni
en las máquinas en que se imprimen, ni en el trabajo para elaborarlos. Tienen
pues el mismo valor intrínseco, o uno muy semejante. Sin embargo en el mercado
con uno puedo comprar 20 veces más bienes que con el otro.
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Comprar y vender es posible porque otorgamos a los billetes que utilizamos
un valor que no es el suyo propio, sino el que adquieren en representación de
otros valores que deben existir (bienes, servicios, reservas monetarias), que
les sirven de respaldo. Y hay una entidad, el Estado, que se encarga de
asegurar que tal respaldo existe. La confianza que ponemos en que las cosas son
así es la base sobre la que se construye toda la economía. La inflación
acumulada de 2’178,482% del primer gobierno de Alan García (la segunda de la
historia de la humanidad) ilustra dramáticamente qué consecuencias tiene la
pérdida de esa confianza.
Si la confianza es decisiva para la economía, lo es aún más para la
política. En sociedades atravesadas por profundas desigualdades
socioeconómicas, culturales, educativas, étnicas, regionales, etc., sólo es
posible crear un poder legítimo a partir de construir una ficción jurídica: un
espacio de igualdad formal, al que llamamos ciudadanía, en el cual todas las
diferencias reales que nos separan se ponen en suspenso, y entonces somos
iguales ante la ley, tenemos los mismos deberes y derechos, tiene igual valor
el voto de un mendigo que el de un magnate, todos podemos elegir y ser
elegidos, etc.
Para que esta ficción jurídica funcione tiene que ser verosímil. Y no lo es
si la ley no es igual para todos, si se aplica con nombre propio y si los
representantes traicionan la confianza de sus representados. Tal cosa sucede
cuando no cumplen su palabra y se pasan a defender los intereses de sus
enemigos de ayer (los mismos que gastaron millones en campañas inmundas contra
ellos) y dejan a sus electores sin canales institucionales a través de los
cuales defender sus intereses.
Es lo que sucede con los comuneros de Cajamarca y Espinar, cuando aquel a
quien otorgaron su voto, porque les prometió defenderlos frente a la
destrucción de las fuentes de agua y la contaminación, se convierte en defensor
de los intereses de las empresas mineras (en una excelente caricatura de
Carlín, el premier Valdés muestra como prueba de que los pobladores de Espinar
son “radicales violentistas” el hecho de que el 76% de ellos votó por Ollanta
Humala). Así, sólo se deja abierto el camino de la movilización, y por eso ésta
es reconocida como un derecho ciudadano.
Se rompe el principio de que la ley no tiene nombre propio cuando se dispone
que los detenidos de Espinar y Cajamarca sean juzgados en Ica y Lambayeque,
respectivamente¸ violando el Artículo 139°, inciso 3 de la Constitución, que a
la letra dice: “Ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción
predeterminada por la ley, ni sometida a procedimiento distinto de los
previamente establecidos, ni juzgada por órganos jurisdiccionales de excepción,
ni por comisiones especiales creadas al efecto, cualquiera sea su
denominación”. Muestra un excelente humor negro el premier Óscar Valdés cuando
dice que quiere dialogar, luego de encarcelar a sus interlocutores.
Al borde de la escisión de su bancada, el presidente Humala entra en una
semana de definiciones cuya importancia es difícil avizorar.
Tomado del Diario La República - 04/06/2012
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