Desde nuestra óptica, no confesional, la renuncia de Benedicto XVI es un signo de este tiempo, del tiempo de la luz. Benedicto XVI como censor de oficio, y de entraña, no amaba la verdad que libera, sino la regla exterior que oprime y domina. Benedicto XVI era el Papa de la oscuridad y ya no respiraba el aire ni la energía oscura que necesitaba para seguir, porque la frecuencia y la vibración de la tierra ha cambiado. Vivimos ahora el tiempo propicio para la luz y el amor. No para el miedo y el poder opresor, que él representaba.
Conozcamos más acerca del perfil, la trayectoria y el sentido trascendente de la renuncia de Benedicto XVI a través de su ex – amigo, y víctima de su censura y tácita expulsión de la Iglesia Católica, por ser uno de los más activos Teologos de la Liberación, el brasileño Leonardo Boff. (Jesús Hubert)
3. Como cardenal fue su Inquisidor después de haber sido su amigo: ¿cómo vio usted esta situación?
R/ Cuando fue nombrado Presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex-Inquisición) me sentí sumamente feliz. Pensaba: finalmente tendremos un teólogo al frente de una institución con la peor fama que se pueda imaginar. Quince días después me respondió agradeciendo y decía: creo que hay aquí en la Congregación varios asuntos suyos pendientes y tenemos que resolverlos. Y es que prácticamente cada vez que publicaba un libro llegaban de Roma preguntas de aclaración que yo me demoraba en responder. Pero de Roma no viene nada que no haya sido enviado antes a Roma. Aquí en Brasil había obispos conservadores y perseguidores de teólogos de la liberación que enviaban las quejas de su ignorancia teológica a Roma con el pretexto de que mi teología podría hacer daño a los fieles. Ahí me di cuenta de que él ya había sido contaminado por el bacilo romano que hace que todos los que trabajan en el Vaticano rápidamente encuentren mil razones para ser moderados y hasta conservadores. Y entonces más que sorprendido quedé verdaderamente decepcionado.
R/ Yo nunca dejé la Iglesia. Dejé una función dentro de ella, que es la de sacerdote. Seguí como teólogo y profesor de teología en varias cátedras, aquí y fuera del país. Quien entiende la lógica de un sistema cerrado y autoritario, poco abierto al mundo, que no cultiva el diálogo y el intercambio (los sistemas vivos viven en la medida en que se abren e intercambian) sabe que si alguien como yo no se alínea plenamente a tal sistema será vigilado, controlado y eventualmente castigado. Es similar al sistema de la seguridad nacional que hemos conocido en América Latina bajo los regímenes militares de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. Dentro de esta lógica, el entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio, ex-Inquisición), el card. J. Ratzinger condenó, silenció, depuso de la cátedra o transfirió a más de cien teólogos. De Brasil fuimos dos: la teóloga Ivone Gebara y yo. Por entender la referida lógica, y lamentarla, sé que están condenados a hacer lo que hacen con la mayor buena voluntad. Pero como Blaise Pascal dijo: “Nunca se hace el mal tan perfectamente como cuando se hace con buena voluntad”. Sólo que esta buena voluntad no es buena, pues crea víctimas. No guardo ningún rencor o resentimiento pues tuve compasión y misericordia de aquellos que se mueven dentro de esta lógica que, a mi modo de ver, está a años-luz de la práctica de Jesús. Además, es cosa del siglo pasado, ya pasado. Y evito volver a ello.
6. ¿Cómo evalúa usted el pontificado de Benedicto XVI? ¿Ha sabido manejar las crisis internas y externas de la Iglesia?
R / Benedicto XVI fue un eminente teólogo, pero un papa frustrado. No tenía el carisma de dirección y animación de la comunidad, como lo tenía Juan Pablo II. Desgraciadamente, será estigmatizado de manera reduccionista como el papado donde aumentaron los pedófilos, los homoafectivos no fueron reconocidos y las mujeres fueron humilladas, como en EE.UU.donde se negó el derecho de ciudadanía a una teóloga por cuestión de género. Y también pasará a la historia como el Papa que criticó fuertemente la teología de la liberación, interpretada a la luz de sus detractores, y no a través de las prácticas pastorales y libertadoras de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que hicieron una opción seria por los pobres contra la pobreza y a favor de la vida y de la libertad. Por esta causa justa y noble fueron mal interpretados por sus hermanos en la fe y muchos de ellos detenidos, torturados y asesinados por los órganos de seguridad del estado militar. Entre ellos se encontraban obispos como el obispo Angelelli de Argentina y el Arzobispo Oscar Romero de El Salvador. Dom Helder fue el mártir que no mataron. Pero la Iglesia es más grande que sus papas y continuará, entre sombras y luces, prestando un servicio a la humanidad, a fin de mantener viva la memoria de Jesús y ofrecer una posible fuente de sentido en la vida más allá de esta vida. Hoy sabemos por los Vatileaks que dentro de la Curia romana están enfrascados en una feroz lucha por el poder, especialmente entre la corriente Bertone, actual Secretario de Estado, y el ex-secretario Sodano, ya emérito. Ambos tienen sus aliados. Bertone, aprovechándose de las limitaciones del papa, construyó prácticamente un gobierno paralelo. Los escándalos de filtración de documentos secretos de la mesa del Papa y del Banco del Vaticano, usado por los millonarios italianos, algunos de la mafia, para lavar dinero y enviarlo fuera, afectaron mucho al Papa. Y se fue aislando cada vez más. Su renuncia se debe a los límites de la edad y de las enfermedades, pero agravadas por estas crisis internas que lo debilitaron y que él no supo o no pudo atajar a tiempo.
7. El Papa Juan XXIII dijo que la Iglesia no puede ser un museo, sino una casa con puertas y ventanas abiertas. ¿Cree usted que Benedicto XVI intentó transfomar la Iglesia de nuevo en algo así como un museo?
R / Benedicto XVI es un nostálgico de la síntesis medieval. Reintrodujo la misa en latín, escogió vestimentas de los papas renacentistas y de otros tiempos pasados, mantuvo los hábitos y ceremoniales palaciegos, a quien iba a comulgar le ofrecía primero el anillo papal para que lo besase y luego le daba la hostia, cosa que ya no se hacía. Su visión era restauracionista y es un nostálgico de una síntesis entre cultura y fe que existe muy visible en su Baviera natal, cosa que él comentaba explícitamente. Cuando en la Universidad donde él estudió, y yo también, en Munich, vió un cartel anunciándome como profesor invitado para dar una conferencia sobre las nuevas fronteras de la teología de la liberación pidió al decano posponerla sine die. Sus ídolos teológicos son san Agustín y san Buenaventura, que mantuvieron siempre gran desconfianza de todo lo que venía del mundo, contaminado por el pecado y necesitado de ser rescatado por la Iglesia. Es una de las razones que explican su oposición a la modernidad a la que ve bajo la óptica del secularismo y el relativismo y fuera del ámbito de influencia del cristianismo, que ayudó a formar Europa.
8. ¿La Iglesia, a su juicio, va a cambiar la doctrina sobre el uso del condón y la moral sexual en general?
9. ¿Qué debe hacer el futuro Papa para evitar la emigración de tantos fieles a otras Iglesias, especialmente a las pentecostales?
El perfil del nuevo Papa, en mi opinión, no debe ser la de un hombre de poder y ni un hombre de la institución. Donde hay poder no existe amor y la misericordia desaparece. Debería ser un pastor, cercano a los fieles y a todos los seres humanos, independientemente de su situación moral, política y étnica. Debería tener como lema las palabras de Jesús, que ya he citado: "Si alguno viene a mí, yo no le echaré fuera”, pues Jesús acogía a todos, desde a una prostituta como Magdalena hasta un teólogo como Nicodemo. No debería ser un hombre de Occidente que ahora se ve como un accidente de la historia, sino un hombre del vasto mundo globalizado que sienta pasión por los pobres y el grito de sufrimiento de la Tierra devastada por la avaricia consumista.
No debería ser un hombre de certezas sino alguien que animase a todos a buscar los mejores caminos. Lógicamente se orientaría por el Evangelio pero sin espíritu proselitista, con la conciencia de que el Espíritu siempre llega antes que el misionero y el Verbo ilumina a todo hombre que viene a este mundo, como dice el evangelista san Juan.
Debería ser un hombre profundamente espiritual y abierto a todos caminos religiosos para juntos mantener viva la llama sagrada que existe en cada persona: la presencia misteriosa de Dios. Y, por último, un hombre de profunda bondad, al estilo del Papa Juan XXIII, con ternura por los humildes y con firmeza profética para denunciar a aquellos que promueven la explotación y hacen de la violencia y de la guerra instrumentos de dominación de los demás y del mundo. Que en las negociaciones que los cardenales hacen en el cónclave y en las tensiones de las tendencias, prevalezca un hombre con este tipo de perfil. Cómo el Espíritu Santo obra ahí es misterio. Él no tiene otra voz ni otra cabeza que las de los cardenales. Que el Espíritu no les falte.
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