martes, septiembre 16, 2014

Víctor Jara: el Hijo del Hombre, el Hijo del Pueblo (Su último poema, su esencia crística y la confesión de su verdugo)



En un mercado-mundo, en el que a todo se le pone etiqueta y precio,
Víctor eligió tan solo ser también Hijo del Hombre, Hijo del Pueblo
Mil guitarras vibrarán al unísono este 20 de Setiembre, a las 10 de la mañana, en el Cementerio General de Santiago de Chile, como metáfora viva de que la guitarra y el canto de Víctor Jara se siguen multiplicando al infinito.

¡Que cercano está Víctor, cuando se cumplen 41 años de su asesinato! Alguien que obtuvo la consagración mundial por caminos distintos al “glamour” del espectáculo. Alguien de quien se ha dicho y se seguirá diciendo tal vez nunca lo suficiente, ni todo, porque su legado fluye no solo de la letra y la melodía de sus canciones sino de la entrega misma de su vida.

“No hay amor más grande que dar la vida por los amigos y ustedes son mis amigos…”, lo dijo Jesús y Víctor Jara también lo ha testimoniado. El pueblo del pueblo, era su amigo cotidiano, de quien recogía su sentimiento y su palabra.

Transitando ya su vía crucis, escribió su último poema-canción “Somos 5,000…”, como voz encarnada de los chilenos prisioneros en el Estadio de Chile.Bebamos las letras de su último aliento y también leamos las “coincidencias” cristianas de este músico chileno y universal, que murió-es un decir- comunista y que alguna vez quiso ser cura católico. No llegó a serlo, pero el sacerdocio entendido como ofrenda viva del amor supremo, nunca lo abandonó.

Cuando un hombre se eleva a la condición de Hijo del Hombre, ya nunca podrá morir. ¡Compañero Víctor Jara!.... ¡Presente! (Jesús Hubert)

Somos 5,000



Lo “sagrado” en Víctor Jara

Por: Juan Pablo Espinosa Arce, Licenciado en Educación (UC del Maule). Profesor de Religión y Filosofía. Docente de Ética IP Santo Tomás Sede Rancagua., septiembre 15, 2014

El 16 de Septiembre se recuerda un año más del asesinato de Víctor Lidio Jara Martínez. Víctor fue tomado prisionero el día 11 de Septiembre del 73’ en la Universidad Técnica del Estado y desde allí conducido al Estadio Chile, hoy Estadio Víctor Jara, en donde sería interrogado, brutalmente torturado y despiadádamente asesinado cinco días después. El propósito de estas líneas es realizar una hermenéutica a lo sagrado en dos de sus canciones icono: La plegaria a un labrador y Vientos del pueblo. Es también un homenaje para uno de los grandes referentes de la música popular y comprometida de nuestro país.

La cercanía de Víctor con lo sagrado, lo religioso o la fe cristiana posiblemente haya comenzado gracias a su madre Amanda, quien le pudiera haber enseñado las primeras oraciones y el canto popular propio de los campos de Chillán. Es más, él ingresó de joven al seminario de los Padres de la Congregación del Santísimo Redentor, vocación al sacerdocio que terminó desistiendo.

Ahora bien, si queremos acercarnos a la comprensión que Víctor Jara tiene de lo sagrado debemos reconocer cuál es la comprensión que la sociedad de su tiempo tiene de ésta dimensión. Entre el 60 y el 70’ comenzaban a gestarse en América Latina procesos de revolución y de creación de nuevas corrientes teológicas como la recordada Teología de la Liberación. El propósito de estas nuevas creaciones era interpretar el Evangelio desde las luchas concretas de los pobres apelando a la liberación que debían conseguir, especialmente de los sistemas capitalistas o de las dictaduras que comenzaban a surgir en el continente. Desde esta perspectiva Víctor canta incorporando elementos propios de la religión cristiana en sus letras.

La plegaria: Oración al Dios liberador de los pobres

Le plegaria es justamente eso, una oración, y es una que se hace desde los pobres hacia el Dios que les libera. Podríamos dividirla en tres áreas propias de la teología cristiana: a) Creación; b) Sentido Eclesial; c) Escatología.

En cuanto a la creación se dice que Dios maneja “el curso de los ríos” y que va constantemente sembrando el “el vuelo de tu alma”. El labrador, pobre y creyente, sabe que Dios ha ido creando aquello que es puesto a su servicio para trabajarlo y compartirlo con sus hermanos.

Desde allí aparece el sentido eclesial o comunitario: “levántate y mírate las manos para crecer estréchala a tu hermano. Juntos iremos unidos en la sangre hoy es el tiempo que puede ser mañana”. La liberación que se espera es una profundamente social y se realiza junto al hermano con el cual hay que estrechar las manos para construir una sociedad más humana.

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Finalmente aparece el sentido escatológico, es decir, la esperanza en el Reino de Dios o en una sociedad renovada. Es el centro medular de la canción y es casi una oración al estilo del Padre Nuestro. Las estrofas nos hablan de la súplica por la liberación del dominador por medio de un “reino de justicia e igualdad”, lo cual representa el corazón mismo del Evangelio de Jesús de Nazaret. Ahora bien, el labrador pide que Dios esté con él en sus luchas, en el “cañón de su fusil”, en el “combatir”. La plegaria termina con la fórmula cristiana “ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”, para confirmar aquello que se ha pedido.

Vientos del Pueblo: La cruz de Jesús, la multiplicación de los panes y la esperanza

Esta canción posee variadas expresiones propias de la fe cristiana. Una resalta: “Los que quieren dividir a la madre de sus hijos y quieren reconstruir la cruz que arrastrara Cristo”. Lo que se puede interpretar en estos versos es que el signo de la división en el temor a un posible conflicto social, significa que la cruz de Jesucristo seguirá prolongándose en los pobres que sufren el dominio del opresor. Los teólogos latinoamericanos hablarán años después de los pueblos crucificados, es decir, la experiencia de opresión que los últimos padecen. Víctor lo expresó poéticamente.

En la misma canción se habla de un milagro de Jesús, de la multiplicación de los panes (Mt 14,13-21): “Ya fueron miles y miles los que entregaron su sangre y en caudales generosos multiplicaron los panes”. La sangre derramada, signo también del mundo bíblico, representa que la lucha social de los grupos comprometidos convoca a otros. Personalmente pienso en Tertuliano, escritor cristiano del siglo II que sostenía bellamente: “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”.

Finalmente una mención a la esperanza, virtud teologal y aspecto fundante de la escatología la cual vimos en la Plegaria a un labrador. Víctor la nombra cuando canta: “la estrella de la esperanza continuará siendo nuestra”. ¿Qué quiere expresar el autor? Significa que a pesar de que algunos quieran seguir reconstruyendo el martirio de Cristo que se prolonga en la suerte de los pobres, la esperanza no puede ser arrebatada. El compromiso social de Víctor Lidio Jara Martínez fue justamente un llamado a la esperanza y la conciencia de que otro mundo era posible.

Quizás Víctor no fue un cristiano practicante, pero si mantuvo su fe en un Dios que optaba por los pobres, a los que llamaba “benditos de su Padre” (Mt 25,35-40) y a los cuales se les había prometido una Tierra Nueva, un Reino de libertad e igualdad, un futuro pleno. Víctor así supo interpretar la fe de los sencillos que se expresaba en sus poesías y en la vivencia de una religiosidad de corte popular.


La escalofriante confesión del asesino de Víctor Jara

ARTÍCULO | MAYO 30, 2009 - 11:41PM | POR LUIGINO BRACCI

Un autor material del asesinato del cantautor confiesa y apunta a otros culpables. Señala al ex oficial Nelson Haase como El Príncipe , el autor intelectual. Gracias a su confesión se han reconstruido los momentos anteriores y posteriores al crimen.

Si el asesinato del cantautor chileno Víctor Jara fuera un rompecabezas, la detención hace unas horas de uno de los soldados que presuntamente apretó el gatillo aquel día sería la pieza magistral, la que pone la resolución en bandeja. La noticia, desvelada ayer por La Nación, de que el ex conscripto (soldado recibiendo instrucción militar obligatoria), José Adolfo Paredes Márquez, detenido días antes junto a su compañero Francisco Quiroz Quiroz, era procesado por la muerte de Jara, ha conlvusionado a la sociedad chilena y ha precipitado una investigación varada después de 36 años.

Quién iba a decir que hace tan sólo unos meses un juez desganado estuvo a punto de cerrar para siempre el caso con un solo procesado, el comandante César Manríquez Bravo, jefe del improvisado campo de prisioneros que se instaló en el Estadio de Santiago de Chile durante los primeros meses de la dictadura de Pinochet en 1973. Paredes Márquez, no sólo ha confesado que participó en el crimen, sino que ha dado nombres y relatado lo que ocurrió aquella noche del 15 de septiembre.
Tres mil personas corrieron la misma suerte que el autor de Te recuerdo Amanda .

Cristóbal Peña, miembro del Centro de Investigación Periodística (CIPER) y experto en el caso de Víctor Jara, considera que hay que ser "cautos" a la hora de analizar estos acontecimientos, ya que se trata de un caso que "ha durado muchos años y ha pasado por las manos de varios jueces", a pesar de que, como señala Peña, es uno de los asesinatos que "ha contado con más testigos" de la historia (en referencia a las 5.000 personas que estaban retenidas en el Estadio de Chile en esos momentos).

Sin embargo, no niega la importancia del hito ya que "es la primera vez que se acusa a un involucrado directo" en la muerte de Jara, aunque sólo se trate del "último eslabón de la cadena", ya que sólo así se han conseguido resolver los casos de Derechos Humanos.

A pesar de la cautela mostrada en los primeros momentos por todos los conocedores del caso, los resultados de esta detención han sido impresionantes y, en menos de un día, han permitido reconstruir las últimas horas del mítico cantautor y, lo más importante, dar un paso más hacia El príncipe , un personaje envuelto en una nebulosa de realidad y leyenda, al que se le atribuye la orden de torturar y acribillar a Víctor Jara debido a sus ideas políticas.

A partir de la declaración de Paredes y otros conscriptos, unido a otros testimonios, entre ellos el de Joan Turner, viuda de Jara, el CIPER ha reconstruido lo que ocurrió antes y después del asesinato, que hoy está más cerca de resolverse. Paredes confiesa que, estando como centinela en una habitación de la cárcel del estadio, vio llegar a los prisioneros y, detrás de ellos, a un teniente, Nelson Edgardo Haase, y a otro subteniente.

También presenció las torturas y vejaciones a las que fue sometido, ensañándose en especial con sus manos, con las que tocaba la guitarra. El ex conscripto detenido sostiene que "fue testigo del minuto preciso en que el mismo subteniente comenzó a jugar a la ruleta rusa con su revólver apoyado en la sien del cantautor".

Según su relato, el disparo le atravesó el cráneo y lo dejó al borde de la muerte. Fue entonces cuando el subteniente le ordenó a él y a otros compañeros que vaciaran sus cargadores en el cuerpo de Jara. En su autopsia se contabilizaron hasta 44 heridas de bala, que le remataron. En su confesión, Paredes asegura que "todo lo que ocurrió fue presenciado por Nelson Haase, quien se encontraba sentado detrás del escritorio de interrogación.

Pocos minutos después, el mismo subteniente que le disparó en la cabeza solicitó el retiro del cuerpo. Llegaron unos enfermeros con camilla, lo levantaron y metieron al interior de una bolsa y luego lo cargaron hasta la parte trasera de un vehículo militar estacionado en el patio trasero del recinto, al costado nororiente", recoge el CIPER en un artículo.

La prensa chilena sostiene que José Alfonso Paredes Márquez, de 55 años, puso mucha resistencia a su confesión. Sin embargo, una vez que se derrumbó ante el juez contó, en tiempo récord, todo lo que había mantenido en secreto durante más de tres décadas, ocultándoselo incluso a su propia esposa. "También hizo una aclaración ante el juez: durante los días posteriores al golpe, y como trabajaban casi 24 horas al día, la oficialidad les entregaba estimulantes para evitar el sueño y el hambre, por lo cual su relato podía no ser exacto en las fechas", explica el CIPER.

La figura del Príncipe : una leyenda desdibujada

Pero, a pesar de la magnitud de la confesión, lo cierto es que, por ahora, Paredes, que en el momento del asesinato contaba con 18 años, es el único implicado. "No tengo la sensación de que un joven de 18 años pueda tener toda la culpa", aseguraba ayer Joan Turner tras conocer los hechos.


En la misma línea se pronunciaba el abogado de la acusación, Nelson Caucoto. "No es nuestro interés perseguir a los conscriptos, y a mí me interesa dejarlo muy claro, los conscriptos son una parte dentro de todo el eslabón, que es la parte más débil y más vulnerable y a quienes no podemos hacer responsables, a mí me interesan los jefes", entre los que se encontraría El Príncipe .

El mito acerca de un desalmado oficial del Ejército, fornido, de más de 1,80 metros de alto, con ojos claros y pelo rubio, ha crecido a lo largo de los años. El apodo vendría supuestamente de una anécdota ocurrida en el Estadio de Chile en los días posteriores al golpe, cuando el alto mando militar habría asegurado que no necesitaba micrófono para referirse a los más de 5.000 presos, porque tenía "voz de príncipe".

En estos años, la identidad del sujeto ha sido atribuida a varios ex militares que tuvieron alguna relación con la prisión política que se instaló en el estadio chileno. Algunas acusaciones cobraron tanta fuerza que, en los últimos años, se daba casi por hecho que El Príncipe era el soldado Edwin Dimter Bianchi, cuyas características físicas se correspondían con las del cruel personaje.

En respuesta a estos señalamientos, el mismo Dimter se encargó de dar pistas de otros oficiales del ejército con rasgos parecidos a él. Uno de ellos fue precisamente Haase Mazzei, hoy ya considerado como el autor intelectual del asesinato.

Demostrar su culpabilidad podría ser difícil ya que, para empezar, él lo niega. "Yo nunca estuve en el Estadio Chile y no conozco a ese caballero", sostuvo en una entrevista en el diario La Nación. Según él, el día de la muerte de Víctor Jara, estaba en el sur del país.

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