El arte abre caminos insospechados. Especialmente en la sensibilidad y la conciencia. Y poquísimas veces se logra lo que ha conseguido la película SIGO SIENDO: unanimidad en la aprobación. Y más allá de las opiniones, aun desconocemos la zaga que traerá en las conductas y en las nuevas manifestaciones culturales que seguirán su senda.
Es como si el espíritu del amauta Arguedas, se hubiese encarnado en Javier Corcuera, para lograr a través de un medio masivo como el cine, despertar el genio dormido en todas las sangres que hacen el Perú. Cinco semanas de exhibición en salas comerciales para un documental cultural hablan de un verdadero milagro.
Con mucho orgullo, reproducimos del blog CAMBALACHE HUAYTARÁ, el sentido comentario sobre SIGO SIENDO, de uno los insignes miembros del Grupo Narración y gran guía literario de varias generaciones, Ricardo Ráez Ruiz (Jesús Hubert)
Es cierto, más que en los libros, es en la música, en la
danza, en los cantos que nos reconocemos. Quienes perdimos los caminos volvemos
por las imágenes que nos devuelven la patria.
Y lloré por tanto espíritu olvidado.
Igual que el amor y respeto por mi acequia, por mi cerro
tutelar, mi apu venerado, así de grande es mi abominación a quienes me
despojaron de mi ser, a quienes todavía desgarran con sus zarpas desalmadas las
entrañas de mi historia.
En los rostros, en los ojos, en las arrugas queridas que
testimonian los años de persistencia de
permanecer al lado del manantial que vivifica espíritus hallo mi fuente
nutricia. Gracias, madres, les debemos tanto los huérfanos, los desterrados,
gracias por mantener viva nuestra alma.
Es la historia, pasada, pero también actual, de despojo, de
destrucción e imposición de extrañas deidades y absurdas mentalidades. El poder
invasor derruyó ciudades y templos. Sometió a la servidumbre a pueblos
señoriales. Ahora, los descendientes, los herederos del poder, continúan la
expoliación con sus cantos de sirena de un soñado desarrollo y el manoseado
cuento de la democracia. Y así siguen destruyendo pueblos y destinos.
Y el gran imbécil dice que los indios son tristes. ¿Qué
espera el gran imbécil? ¿Después de tanto despojo y destrucción?
Allí están nuestros pueblos celebrando a los únicos dioses
que los protegieron, a los apus, a las cochas, a los ríos, a la grandiosa madre
naturaleza. Gracias a ellos se mantiene viva la esperanza de una vida feliz.
Pero la ambición de los miserables que han vendido su alma
por unos cuantos soles que compran residencias lujosas y alimentan hasta el
hartazgo su obesidad y sus vicios insiste en destruir historia y destinos. Es
necesario rechazar cantos de sirena sobre emprendedores y serranos triunfadores
(convertidos en nuevos expoliadores) y volver a nuestros pueblos con amor a
pagar deudas históricas.
Gracias, amigo Corcuera, tu arte ha alcanzado inmensa
dimensión humana.
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