sábado, marzo 07, 2015

Aprendamos de MIcaela Bastidas en el Dia Internacional de la Mujer



La mujer es nuestra co-creadora. Y afortunadamente hemos ingresado a su era. El criterio masculino ha fracasado, no ha logrado cuidar nuestro habitat y nuestras sociedades. Ahora les toca a ellas, en comunión, asumir la dirección de un mundo que se derrumba. Tremenda responsabilidad en que tenemos que apoyarlas y compartir sus decisiones. Ese será, en todo momento, el mejor homenaje que podamos brindarles. 

Si Tupac Amaru, hubiese hecho caso a Micaela Bastidas, otra sería tal vez la historia de nuestros pueblos. Aprendamos de la historia, hoy que se celebra el Día Internacional de la Mujer. (Jesús Hubert)

En una de esas cartas Micaela Bastidas le dice a su esposo Tupac Amaru: 

“Chepe mío, estás perdiendo el tiempo; hasta cuándo me vas a llenar de pesadumbres; por qué te equivocas, o por qué no marchas al Cuzco […] Bastantes advertencias te di para que inmediatamente fueras al Cuzco, pero hasta ahora has dado todas a la barata, dándoles tiempo para que se prevengan, como lo han hecho poniendo cañones en el cerro Picchio y otras tramoyas tan peligrosas que ya no eres sujeto de darles avance”.

Tupac Amaru estaba instalado junto a su ejército en los alrededores del Cuzco, preparado para atacar. Su esposa tenía necesidad de mantener comunicación con él y lo hizo mediante la escritura de sendas cartas, en las que informaba pormenores del conflicto y, también, brindaba noticias de su familia.  

Tal como planteaba Micaela, en su sentida carta, no atacar de inmediato fue un grave error porque los españoles tuvieron tiempo de pertrecharse y de recibir refuerzos. 

Los realistas fueron en su búsqueda y lograron capturar a Tupac, Micaela e Hipólito, el hijo de ambos. También apresaron a otros seguidores de la causa libertaria. Luego de un juicio sumarísimo fueron sentenciados a muerte.    

En la Plaza de las Armas del Cusco, el 18 de mayo de 1781 se cumplió la sentencia. El primero en ser muerto fue Hipólito, ante los ojos de sus padres. Le siguió Micaela, a quien la condenaron a la pena del garrote. Cuando la estaban preparando para la muerte dijo: "Por la libertad de mi pueblo he renunciado a todo. No veré florecer a mis hijos”.

Antes de aplicarle el garrote, los verdugos trataron de arrancarle la lengua, pero no pudieron hacerlo debido a la resistencia que opuso la brava mujer. Luego, sentada en una silla, atada su cabeza a un palo colocado en forma vertical, un verdugo atornilló una barra de hierro que no pudo atravesar el delgado cuello de Micaela y provocar su muerte. Entonces dos realistas tiraron de la soga que rodeaba el cuello de Micaela hasta ahogarla.

A los 36 años de edad, culminaba la existencia de Micaela Bastidas Puyucawa, una mujer que, como muchas otras mujeres anónimas, entregaron su vida por su gente y en defensa de la tierra que las vio nacer.

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